La nueva pol¨ªtica espa?ola
Es muy l¨®gico que el di¨¢logo en torno a los nuevos pactos se centre en cuestiones que quedaron relativamente marginadas durante los debates del pacto de la Moncloa el a?o pasado. Los futuros protagonistas han descubierto desde entonces que algunos de aquellos fait accompli ten¨ªan una relevancia inesperada.Esta vez las partes interesadas querr¨¢n incidir en el ritmo que se imponga a la lucha contra la inflaci¨®n en el curso de los pr¨®ximos tres a?os; en los objetivos de crecimiento econ¨®mico propuestos o, para decirlo m¨¢s sencillamente, el volumen de bienes y servicios que la sociedad decida generar anualmente. Nadie querr¨¢ que se le escamotee esta vez la estrategia de ajuste utilizada: una adecuaci¨®n del gasto al producto mediante la compresi¨®n del nivel de precios e ingresos o una combinaci¨®n de estrategias para conseguir una reasignaci¨®n del gasto que permita niveles de actividad m¨¢s en consonancia con las exigencias del empleo.
Si los protagonistas son conscientes de lo que est¨¢ en juego, deber¨¢n por fuerza ser capaces de ofrecer al pa¨ªs objetivos negociados sobre cuestiones tan fundamentales como la parte de la inversi¨®n que se quiere financiar con ahorro exterior; cu¨¢l ser¨¢ para el pr¨®ximo ministro de Hacienda un nivel adecuado de reservas internacionales y definir con mucha mayor concreci¨®n que en el pasado, no tanto la senda de disponibilidades l¨ªquidas, sino los itinerarios respectivos con relaci¨®n al gasto total del sector p¨²blico y privado. En este sentido, es muy indicativo del realismo que se avecina el que las primeras palabras cruzadas entre Santiago Carrillo por la v¨ªa de su programa de emergencia y Carlos Ferrer Salat en sus declaraciones al peri¨®dico ABC, se refieran justamente a la idea que cada uno de ellos hace del sector p¨²blico como motor del crecimiento.
?Cu¨¢les ser¨¢n, en estas circunstancias, los principios de ajuste que informar¨¢n la progresiva elaboraci¨®n de los pr¨®ximos pactos econ¨®micos? El problema del momento no es ni puede ser el de sustituir un sistema econ¨®mico por otro, sino de impedir que la evoluci¨®n del aparato econ¨®mico desbarate las aspiraciones generalizadas del pueblo espa?ol de consolidar un modelo de convivencia democr¨¢tica. Por ello, habr¨¢ que restituir de inmediato su car¨¢cter de prioritario al objetivo de mantenimiento de unos niveles razonables de empleo. En los ¨²ltimos cuatro a?os Espa?a ha casi doblado el porcentaje de parados con relaci¨®n a la poblaci¨®n activa como resultado de la crisis de sobreproducci¨®n mundial y. la estrategia de ajuste elegida. Un nuevo sacrificio de esta envergadura ser¨ªa social y pol¨ªticamente inaceptable.
Renuncia al tremendismo
Al conferir el car¨¢cter de objetivo prioritario de la pol¨ªtica econ¨®mica al mantenimiento de unos niveles razonables de empleo, se desembocar¨¢ inevitablemente en la renuncia al tremendismo econ¨®mico. El gradualismo en materia econ¨®mica viene impuesto por los profundos cambios que han ocurrido en las relaciones hist¨®ricas entre precios y salarios, por una parte, y niveles de actividact, por otra. Los ¨²ltimos an¨¢lisis efectuados sobre estas variables en Espa?a confirman que, al contrario de lo que ocurr¨ªa en el pasado, los niveles de precios y salarios tienden a aumentar m¨¢s deprisa que el ritmo de actividad econ¨®mica en ¨¦pocas de expansi¨®n y a desacelerarse mucho m¨¢s lentamente en ¨¦pocas de depresi¨®n. Esta situaci¨®n entra?a que la compresi¨®n de los niveles de precios e ingresos por la v¨ªa exclusiva de una contenci¨®n de la actividad econ¨®mica exige restricciones crediticias y financieras crecientes hasta niveles de coste social inaceptable. El propio Milton Friedinan, precursor del tratamiento de shock en materia monetaria, reconoc¨ªa, en una conferencia pronunciada en Londres, hace justamente dos a?os esta semana, que las terap¨¦uticas correctoras deber¨ªan diferenciar radicalmente entre situaciones como la chilena, brit¨¢nica o norteamericana. Y en cuesti¨®n de equilibrio interno Espa?a, lejos de aproximarse al modelo chileno, est¨¢ hoy en condiciones ligeramente mejores de lo que estaba el Reino Unido en 1976.
En aras del gradualismo, los nuevos programas econ¨®micos deber¨¢n reflejar tambi¨¦n la utilizaci¨®n simult¨¢nea de dos estrategias de ajuste: en primer lugar, la estrategia m¨¢s progresista y con mayor contenido social de reasignaci¨®n del gasto mediante la pol¨ªtica de reconversi¨®n industrial y de precios, y, en segundo lugar, la pol¨ªtica antiinflacionista de contenci¨®n de la demanda interna mediante la pol¨ªtica monetaria y adecuaci¨®n del gasto p¨²blico. Esta estrategia de ajuste conlleva, por supuesto, la devoluci¨®n del protagonismo que corresponde a la pol¨ªtica industrial en la crisis iniciada en 1973. Si la tarea b¨¢sica consiste en provocar una reasignaci¨®n de recursos de capital y humanos para la que s¨®lo existe un margen razonable en el sector industrial, el control de la demanda efectiva, o si se quiere la pol¨ªtica monetaria, deber¨¢ ceder su protagonismo a las pol¨ªticas tendentes a coordinar las condiciones en que cristalice la respuesta del sector industrial al desaf¨ªo que representa la realizaci¨®n efectiva de las transferencias reales de recursos.
Protagonismo industrial
trial dimana otro de los principios que sin duda alguna informar¨¢ los pr¨®ximos programas econ¨®micos: una tasa de crecimiento que a nivel global sea compatible con los objetivos de empleo antes citados y que a nivel sectorial deje un margen a la pol¨ªtica de reasignaci¨®n de recursos. Frente a las clases trabajadoras y sus organizaciones sindica les, el Gobierno y los empresarios s¨®lo tendr¨¢n la fuerza moral suficiente para negociar e iniciar las reducciones de sobrecapacidad evidente en sectores claves de la econom¨ªa cuando la pol¨ªtica del gasto y expectativas genere esperanzas de que el desempleo de un sector podr¨¢ ser absorbido total o parcialmente en otros sectores econ¨®micos, primordialmente los m¨¢s productivos y orientados a la exportaci¨®n. En el semestre septiembre de 1977-febrero de 1978, la reducci¨®n de la demanda efectiva instrumentada en restricciones crediticias fue demasiado intensa para que el Gobierno pudiera plantear abiertamente la ejecuci¨®n de un programa de reconversi¨®n sectorial.?C¨®mo contrarrestar los efectos negativos sobre el equilibrio exterior e interior de unas tasas de crecimiento que a solo seis meses vista deber¨ªan ser el doble de las hasta ahora vigentes? Todo o pr¨¢cticamente todo est¨¢ condicionado, por supuesto, al ¨¦xito de la reconversi¨®n industrial. El pa¨ªs s¨®lo podr¨¢ afirmar que ha efec tuado la reasignaci¨®n de recurso que reclama su equilibrio interno y externo, el d¨ªa en que su nivel de precios, y su nivel de reservas soporten tasas de crecimiento econ¨®mico pr¨®ximas a los niveles anteriores a la crisis mundial y grados de proteccionismo industrial menos elevados y en consonancia con la creciente mundializaci¨®n de los procesos productivos. Pero simult¨¢neamente con las reformas estructurales, no debe subestimarse el impacto relativamente r¨¢pido que sobre el nivel de precios plue de tener la eliminaci¨®n de t¨¢cticas restrictivas y proteccionistas sobre las que tampoco se ha avanzado en los ¨²ltimos a?os. Es preciso acelerar el desmantelamiento de monopolios de tipo arancelario e industrial. En la base de este planteamiento subyace la certeza de que los beneficios derivados de rentas monopol¨ªsticas s¨®lo dif¨ªcilmente suelen generar nuevas inversiones productivas; todo lo contrario de lo que ocurre con los beneficios propiamente dichos del sector competitivo de la econom¨ªa espa?ola. El ejemplo de varios pa¨ªses de desarrollo intermedio ha demostrado muy recientemente las ventajas visibles e inmediatas que reportan la incrustaci¨®n de dosis progresivas de mayor racionalidad econ¨®mica y de adecuaci¨®n a las exigencias del mercado cuando esto ocurre por primera vez en muchos a?os.
Al margen del grado de confianza que merezca la intervenci¨®n del sector p¨²blico como motor del crecimiento econ¨®mico, el hecho es que en un pa¨ªs de las caracter¨ªsticas de Espa?a nadie duda ya de que las tasas de crecimiento esperadas no pueden conseguirse sin un restablecimiento de la confianza en el futuro. El tema de las expectativas de los empresarios constituir¨¢, en los pr¨®ximos d¨ªas y semanas, un elemento crucial para el nivel de actividad y empleo, Todos los estudios y an¨¢lisis efectuados sobre los ciclos industriales que sufre la econom¨ªa mundial est¨¢n de acuerdo en que no s¨®lo es imposible salir de la depresi¨®n sin afianzar las expectativas de beneficios y, en general, la confianza del mundo empresarial, sino que esto es particularmente verdad en ¨¦pocas de incertidumbre social. La experiencia hist¨®rica de otros pa¨ªses demuestra que en estos momentos constituye un error grave comprimir en exceso esas expectativas porque a la hora de invertir en un marco de falta de confianza el sector empresa rial s¨®lo tiende a hacerlo en aquellos casos en que una renta b¨ªlidad superior a la tendencia hist¨®rica le compensa el grado de incertidumbre. Y estas ocasiones no abundan.
La contrapartida del restablecimiento de la confianza a niveles normales, que debieran genenir los futuros pactos, consistir¨¢ en el compromiso formal asumido por el empresariado espa?ol de que el nivel de empleo no puede ser el subproducto exclusivo de las fuerzas de mercado y que a nivel de empresa -sobre todo en aquellas en las que el tama?o lo hace t¨¦cnicamente posible- deber¨¢n reformarse de manera decisiva y de acuerdo con el sentir de los tiempos, las propias relaciones de producci¨®n.
Las rigideces del mercado de trabajo
Por otra parte, la correcci¨®n de los desequilibrios que hasta ahora han aquejado a la econom¨ªa espa?ola y el mantenimiento de unas tasas adecuadas de crecimiento econ¨®mico s¨®lo podr¨¢n conseguirse si en 1979 las centrales sindicales aceptan el hecho, demostrado hasta la saciedad por la pr¨¢ctica de las pol¨ªticas econ¨®micas de los pa¨ªses occidentales, de que la expansi¨®n de la demanda global s¨®lo puede absorber aquella parte del desempleo que no obedece a rigideces institucionales inherentes al propio mercado de trabajo. Como se?alaba Keynes, ya en 1944, ?si se efect¨²a una expansi¨®n del gasto global para remediar un desempleo originado no en la falta de puestos de trabajo, sino en la falta de movilidad geogr¨¢fica y ocupacional que impide que la mano de obra aparezca donde se la necesita, los objetivos de empleo del Gobierno quedar¨¢n frustrados y su pol¨ªtica desembocar¨¢ en peligrosas alzas de precios?. De ah¨ª que otro principio que ineludiblemente deber¨¢ informar los pr¨®ximos programas econ¨®micos ser¨¢ la desburocratizaci¨®n negociada y progresiva de zonas espec¨ªficas del quehacer econ¨®mico. En lo que respecta al mercado laboral, el acuerdo se va generalizando en los medios profesionales, organizaciones patronales y en las propias organizaciones sindicales europeas, en el sentido de que las actuales rigideces auguran problemas ingentes para el stock de ajuste del mercado laboral; es decir, para los parados que pagan con unas. oportunidades de empleo menores la mayor seguridad de los que ya est¨¢n empleados. La mal llamada flexibilizaci¨®n de plantillas debe enmarcarse en el cuadro general de la reasignaci¨®n de recursos tanto humanos como de capital; esta reasignaci¨®n s¨®lo podr¨¢ operarse si nuestras sociedades consiguen aumentar el grado de movilidad social entendida en su sentido m¨¢s amplio, como ¨²nica avenida disponible para incrementar la productividad en econom¨ªas tan plagadas de rigideces como las nuestras.
Otro sector que reclama urgentemente mayores dosis de flexibilidad es nuestra pol¨ªtica cambiaria. Por rigideces excesivas mantenidas hasta mayo de este a?o -y no s¨®lo por la paralizaci¨®n del ritmo de actividad econ¨®micas- se han batido todos los r¨¦cords hist¨®ricos de desviaciones con relaci¨®n a lo presupuestado, gener¨¢ndose una avalancha inesperada de m¨¢s de 4.000 millones de d¨®lares, que han puesto a prueba la capacidad de la autoridad econ¨®mica para controlar la oferta monetaria y resquebrajado la propia solidez del incipiente mercado monetario. Una pol¨ªtica cambiaria que olvide la diferencia entre las tasas previstas de inflaci¨®n mundial y espa?ola o la intensidad de los flujos rec¨ªprocos de capitales a corto y medio plazo y que intentara ?echar el ancla? en lo que al tipo de cambio actual se refiere, no dejar¨ªa margen alguno a la pol¨ªtica monetaria, a la que forzar¨ªa a contenciones de coste social demasiado, acusados. La pol¨ªtica cambiaria puede recuperar en Espa?a el papel central que durante d¨¦cadas no ha tenido y que en las circunstancias actuales podr¨ªa adecuarse a dos postulados b¨¢sicos: para introducir un cierto elemento de gradualismo en el ajuste, el pa¨ªs deber¨ªa fijarse un objetivo de reservas por debajo de los niveles actuales, con lo que el nivel de cr¨¦dito interno neto podr¨ªa entonces aumentar por encima del crecimiento de las disponibilidades l¨ªquidas. En segundo lugar, debe adoptarse una pol¨ªtica de flotaci¨®n m¨¢s activa con preferencia a otros sistemas. La pol¨ªtica de flotaci¨®n de la peseta es la ¨²nica consistente con la actual pol¨ªtica de control de la oferta monetaria seguida en Espa?a. Dado que el Banco de Espa?a persigue el control ordenado del crecimiento de las disponibilidades l¨ªquidas, la pol¨ªtica de flotaci¨®n neutralizar¨ªa el efecto del sector exterior sobre las variables controladas por la autoridad monetaria, puesto que el ajuste se efectuar¨ªa primordialmente por el canal del tipo de cambio.
Reforma administrativa
La aplicaci¨®n de la nueva es trategia econ¨®mica explicitada en los futuros pactos requerir¨¢, sin duda, tambi¨¦n una reforma, ¨¢dministrativa que afectar¨¢, con toda probabilidad, a los ministerios llamados econ¨®micos. Ser¨¢n precisas reformas en los actuales mecanismos existentes para la administrativa, que afectar¨¢, con econ¨®mica. Uno de los errores que pueden cometerse es la desmembraci¨®n continuada del poder decisorio en materia de pol¨ªtica econ¨®mica entre distintos ministerios.
Desde un punto de vista t¨¦cnico, existen varios factores que garantizan el ¨¦xito del proceso de recuperaci¨®n que debe efectuar la econom¨ªa espa?ola. El hecho de que se haya retrasado en exceso el inicio del reajuste real ha exacerbado los desequilibrios existentes, pero Espa?a afronta estos problemas en unos momentos en que a nivel financiero empieza a cosechar los frutos del pregrama de saneamiento y en que, a nivel real, esos programas han empezado ya a tener ¨¦xito en otros pa¨ªses industrializados. La burocratizaci¨®n de la econom¨ªa, caracter¨ªstica de los ¨²ltimos cuarenta a?os, hab¨ªa logrado garantizar un nivel primario de desarrollo a costa de atenazar la creatividad en los campos de la cultura, de la ciencia y de la t¨¦cnica. En lo laboral, la aparente seguridad en el empleo impuesta normativamente hab¨ªa conducido a la paralizaci¨®n de la inversi¨®n y abocar¨ªa al pa¨ªs ahora al desempleo masivo. Por ¨²ltimo, el intervencionismo financiero para garantizar una supuesta seguridad de financiaci¨®n a bajos precios ha desembocado en el racionamiento del cr¨¦dito. En todos estos campos la progresiva permeabilizaci¨®n de la sociedad espa?ola a un grado mayor de competencia y transparencia econ¨®mica generar¨¢ beneficios inmediatos e insospechados.
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