Faena cumbre de El Viti en Salamanca
Cuando el chulo toriles abri¨® el port¨®n para que saltara a la arena el primero de la tarde, en los chiqueros no hab¨ªa m¨¢s, que oscuridad. Faltaba el toro. Resulta que mano asesina e incivil hab¨ªa apuntillado tres en los mism¨ªsimos corrales, seg¨²n se nos inform¨® por megafon¨ªa. Por el tendido, sin embargo, corri¨® el rumor de que se trataba de un asunto de droga, y de que se le fue la mano al que aplic¨® las dosis. La palabra clave era Combel¨¦n. Nadie acertaba a imaginar c¨®mo, qui¨¦n y por qu¨¦. Alguien de los de. arriba (mayormente de UCD, que son los que est¨¢n), aparte de que a la fiesta la han dejado en el m¨¢s insultante de los olvidos, tiene, que hacer algo para acabar de una vez por todas con estos atropellos. Hay intereses (decimos ahora que honestos) en juego sobre todo un p¨²blico al que le asiste el derecho a ver el espect¨¢culo y a verlo en paz.Hubimos de esperar una hora a que se recompusiera la corrida, que, l¨®gicamente, se hizo con remiendos. De los galaches anunciados quedaron dos, y uno de ellos fue para que El Viti hiciera la gran -faena de su vida. ?Qu¨¦ pecado imperdonable de lesa tauromaquia si el festejo llega a suspenderse!
Plaza de Salamanca
Cuarta corrida de feria. Por inutilizarse misteriosamente en los corrales varios de los toros de la ganader¨ªa anunciada, se lidiaron, por este orden, dos de Francisco Galache, uno de Juan Andr¨¦s Garz¨®n, otro de Gerardo Ortega y dos de Ram¨®n S¨¢nchez. Curro Romero: pinchazo y tres descabellos (palmas). Tres metisacas al golletazo y descabello (bronca). El Viti: cuatro pinchazos y estocada trasera (clamorosa vuelta alruedo). Tres pinchazos y estocada (gran ovaci¨®n y salida al tercio). Roberto Dom¨ªnquez: estocada ca¨ªda (oreja). Dos pinchazos y otro hondo pescuecero, (palmas). Hizo un quite oportun¨ªsimo y hubo de saludar por un gran par de banderillas el pe¨®n Curro Alvarez.
Declaro con toda la solemnidad que haga falta que en toda la temporada, cuando ya llevo muy cerca del centenar de corridas vistas, es decir, all¨¢ en las proximidades de las seiscientas faenas, las dos mejores las he presenciado en Salamanca, Una de ellas fue la de Julio Robles, el jueves. Otra, la de El Viti ayer. Y ninguna como ¨¦sta. Fue una faena antol¨®gica donde qued¨® plasmada toda la teor¨ªa del arte de torear. ?Alguien defini¨® la norma de ?parar, templar y mandar?? Muy bien, pues as¨ª lo ejecut¨® El Viti. ?Alguien dijo de ligar? Muy bien, pues ligada result¨®, de principio a fin, toda la faena de El Viti, de la que no exageramos nada al decir que la construy¨® perfecta.
El galache, precioso, terciado, mas con trap¨ªo, muy bien armado y astifino, encastado, que era noble, segu¨ªa entregado a los vuelos de -la muleta, que el maestro salmantino manejaba con soltura y mando. Relajada la figura, trenzaba los muletazos, y cada uno de ellos era el dominio absoluto por el que ten¨ªa que seguir el toro un semic¨ªrculo en torno del diestro, y el remate, limpio y preciso, para dejar a la fiera en la distancia adecuada. Hubo naturales inmejorables y de pecho grandiosos, y ayudados por alto y por bajo a dos manos,. y pases de la firma, pero no se nos ir¨¢ de la retina un natural ligaIdo con el de pecho, y el dibujo de ¨¦ste, con salida por el hombro contrario, quiz¨¢ los m¨¢s acabados muletazos que haya dado nunca El Viti.
Luego mat¨® mal, acaso porque se pas¨® de tiempo y, desde luego, porque se echaba fuera, pese a lo cual su vuelta al ruedo fue de apoteosis. En el quinto, ¨²ltimo toro que lidia en Salamanca, breg¨® muy bien con el capote, y asimismo estuvo mand¨®n y torero, pero aquello ya fue otra cosa. La anterior faena de El Viti hab¨ªa borrado todo lo dem¨¢s, incluso Ios extra?os acontecimientos de la muerte de los toros en los corrales.
?Crimen o suicidio? Si ingirieron excesivas dosis de barbit¨²ricos, como alguien apunt¨®, no lo desment¨ªa el primer galache que sali¨® al ruedo, el cual nos record¨® en su absurdo deambular por el ruedo a aquellos hernandezpl¨¢ de la Beneficencia, en Madrid, y pareci¨® que iba a morirse cuando Curro Romero le quiso torear, lo cual era imposible. Un manso de Gerardo Ortega, el cuarto; Alfonso Ord¨®?ez hizo se?as de que estaba toreado y se neg¨® a capotearle. Hubo varios minutos de esc¨¢ndalo por que ning¨²n torero sal¨ªa a dar la cara, pero al final la dio Curro con unos lances a la ver¨®nica, y con la muleta se estir¨® en varios derechazos -valientes, para lo que es ¨¦l-, con lo que se demostr¨® que al toro no le pasaba nada, salvo lo de la mansedumbre.
Roberto Dom¨ªnguez se dej¨® ir en fr¨ªos derechazos, excesivos recortes y adornos e indecisiones a un manejable toro de Garz¨®n, y como el toro no ten¨ªa un pase se limit¨® a ali?ar. Y ¨¦ste -¨¦l debe saberlo- no es el camino, aunque le regalen una orejita.
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