Quilapay¨²n: monopolio de la solidaridad
Quilapay¨²n present¨® el s¨¢bado en en Madrid su Cantata de Santa Mar¨ªa de Iquique. El Pabell¨®n de Deportes del Real Madrid estaba tan abarrotado como en las cuatro actuaciones anteriores del grupo. Las ovaciones fueron tan un¨¢nimes como siempre. Fue un ¨¦xito apote¨®sico.La cr¨®nica de Quilapay¨²n no es nueva. Es un hecho continuado en el que se engarzan los diferentes cap¨ªtulos y su proyecci¨®n p¨²blica y cr¨ªtica. Al principio, Quilapay¨²n era el canto de un pueblo que se sent¨ªa triunfador. Despu¨¦s, un pueblo que no se resignaba a ser derrotado por una reacci¨®n brutal. La cuesti¨®n ahora es si Quilapay¨²n son la ¨²nica alternativa a Pinochet o, por mejor decir, si todo lo enemigo del fascismo es santo, seg¨²n la dicotom¨ªa maniquea que hemos soportado aqu¨ª tambi¨¦n durante a?os.
Art¨ªsticamente, Quilapay¨²n son muy buenos, magn¨ªficos dir¨ªa yo, y m¨¢s cuando tienen un gran material como la Cantata de Santa Mar¨ªa de Iquique. La reacci¨®n de la gente demuestra que no s¨®lo est¨¢n all¨ª por el acto, sino tambi¨¦n por la m¨²sica.
Y, sin embargo, su concepto del arte puesto al servicio de una causa, tiene limitaciones. Eduardo Carrasco, director musical del grupo, acusa a las voces cr¨ªticas de no conectar con el pueblo (que ha ido a verles), de realizar la cr¨ªtica reaccionaria de que el arte no debe ser pol¨ªtico, de que ponen (ponemos) nuestra objetividad por encima de los hechos objetivos.
Bien, los hechos objetivos est¨¢n descritos arriba. Las sensacion es subjetivas pasan por sentirse atrapado sin remedio. Por la imposibilidad material de enfrentarse a Quilapay¨²n de una forma libre. De no poder olvidar por un solo instante lo qu¨¦ representan. Quilapay¨²n ser¨ªan desde ese punto de vista una especie de dictadura por medio de la m¨²sica. Una dictadura que tal vez venga dada por sus condicionamientos, por la asociaci¨®n de ideas que fatalmente provocan. Pero Quilapay¨²n no es inocente, ni ingenuo, y no s¨®lo no minimiza esa asociaci¨®n de ideas, sino que la magn¨ªfica en torno a una postura muy definida: la suya, ¨²nica respetable.
Una vez frente a ellos resultan demasiado imponentes. Y eso, ?es malo? No para muchos que participan de esa misma coherencia de forma (en ese momento), unidimensional y por tanto acr¨ªtica. Tal vez para entenderlos haya que ser,ellos mismos o saber aceptar imposiciones sin matices que enfocan, determinan y conforman la visi¨®n del individuo sobre un tema: la solidaridad con un pueblo aplastado.
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