Hay que prevenir Ia inflaci¨®n latente en precios agr¨ªcolas, energ¨¦ticos y de servicios p¨²blicos
Un generalizado pesimismo ha dominado en Espa?a en torno a los posibles efectos de una pol¨ªtica de control de precios como remedio de la inflaci¨®n. Por eso la r¨¢pida desescalada del ¨ªndice de precios de consumo desdejulio de 1977 ha constituido una noticia sorpren dente en la que muy pocos cre¨ªan. No cre¨ªan los economistas cuyos esc¨¦pticos y cr¨ªticos comentarios a la pol¨ªtica de precios del Gobierno de julio de 1977 fueron generales. Dudaban de sus efectos los propios firmantes de los acuerdos de la Moncloa que introdujeron cl¨¢usulas de garant¨ªa para corregir los salarios si los precios desbordaban una tasa de crecimiento prevista -11,5% de enero ajunio del 78. No cre¨ªan, en fin, los consumidores, pues el 71%, en una encuesta realizada en febrero del corriente a?o, pensaban que las medidas incluidas en los acuerdos de la Moncloa referentes a los precios no ser¨ªan eficaces.Esta generalizada prevenci¨®n frente a la pol¨ªtica de precios no era gratuita. Se basaba en los limitados resultados conseguidos en el per¨ªodo 1974-julio de 1977, en el que una serie de disposiciones sobre el control de precios (decretos 12/1973, 690/1975, 11/1976, 2.730/1976) apenas hab¨ªan logrado otros efectos que complicar la legislaci¨®n, crear dificultades a los sectores m¨¢s susceptibles de control y apenas reducir el crecimiento del ¨ªndice del coste de vida (las estimaciones m¨¢s aceptadas han cifrado en un 1% la disminuci¨®n de la tendencia inflacionista debida al control directo sobre los precios en esta etapa).
Estos antecedentes fundamentaron la cr¨ªtica del decreto 2.695/1977, que establec¨ªa la nueva pol¨ªtica de precios para 1978. Si la prueba del pastel est¨¢ en comerlo, es claro que el mejor contraste de la pol¨ªtica de precios est¨¢ en analizar sus resultados con el ¨ªndice a la vista. Y estos resultados son claramente positivos.
Los ¨²ltimos datos disponibles del ¨ªndice de precios al consumo muestran un crecimiento del 19,5% entre agosto de 1977 y agosto de 1978. Un a?o antes -agosto de 1977 sobre agosto de 1976 ese aumento era del 29,5%. En un a?o la inflaci¨®n se ha reducido en m¨¢s de diez puntos porcentuales. La forma en c¨®mo esto se ha logrado a?ade a¨²n m¨¢s optimismo a las cifras, porque, en efecto, si el comportamiento de los productos alimenticios hubiese respondido mejor, el grado de inflaci¨®n se habr¨ªa reducido considerablemente. Las cifras del cuadro 1 prueban la creciente responsabilidad de la elevaci¨®n del componente alimenticio en las alzas registradas en los precios al consumo desde el mes de enero hasta agosto del corriente a?o. La alimentaci¨®n explica la mayor parte de las alteraciones ocurridas, lo que prueba que el resto de los componentes del ¨ªndice han ido disciplinando el crecimiento de sus precios a pautas mucho m¨¢s satisfactorias. En concreto. y dentro del componente alimentaci¨®n, vistas a corto plazo las cosas -diciembre 1977 a julio 1978- las hortalizas y verduras, con un 34,1% y frutas, con un 22,1%, encabezan el alza.
Sin embargo, si se contemplan las alzas sobre julio de 1977, el mayor incremento corresponde a bebidas con el 36%, tabaco con el 26,7%, aceites y grasascon el 26,6%, pescadocon el 25,2% y carne con el 22%. Verduras y hortalizas creci¨® en un a?o el 13,9%, y frutas baj¨® el 2,1%. Estos datos muestran c¨®mola la mayor tensi¨®n en los precios de los productos alimenticios se sit¨²a en este momento en los productos de carne y pescado, cuya incidencia es muy acusada en el ¨ªndice general (15%).
En conclusi¨®n, resulta fundado esperar que si se moderan los impulsos alcistas del componente alimenticio -lo que reclamar¨¢ un perseverante esfuerzo hasta fin del a?o y suscitar¨¢ no pocas protestas- el grado de inflaci¨®n pactado hace un a?o en la Moncloa quede cumplido al llegar su vencimiento en diciembre de este a?o.
Ante estos resultados hay que preguntarse por qu¨¦. ?Por qu¨¦ la pol¨ªtica de precios ha conseguido en 1978 esos objetivos? Y a la vista de la respuesta a esa pregunta tratar de definir el papel futuro y los criterios a los que deber¨ªa responder la ordenaci¨®n de los precios en un programa de pol¨ªtica econ¨®mica a plazo medio en los tres pr¨®ximos a?os.
Los fundamentos de los resultados de 1978
Se ha dicho muchas veces que el control de los precios se aplica irremediablemente cuando la inflaci¨®n estalla en una econom¨ªa. Si los precios avanzan al 30% anual hay que hacer algo m¨¢s que lamentarlo o afirmar que nada puede hacerse. Es preciso hacer todo lo que detenga los precios, destruya las expectativas alcistas, disminuya la capacidad de agresi¨®n de los distintos grupos sociales para ganar ventajas relativas en sus ingresos e impida que la capacidad especulativa dirija el ahorro disponible de una econom¨ªa. Esa actuaci¨®n necesaria de la pol¨ªtica econ¨®mica debe comenzar por no perder la calma y no confundir los papeles de las distintas medidas que reclama la correcci¨®n de un proceso inflacionista. Este consejo se traduce -para muchos economistas- en dos criterios fundamentales a los que debe responderla pol¨ªtica de control de precios:
1?.) Su car¨¢cter complementario y subordinado a tres pol¨ªticas diferentes: a una pol¨ªtica monetaria que limite la cantidad de dinero, a una pol¨ªtica presupuestaria que limite gasto p¨²blico y d¨¦ficit presupuestario y a una pol¨ªtica de rentas que consiga una moderaci¨®n salarial. Si estas pol¨ªticas no existen, si las disponibilidades l¨ªquidas desbordan cualquier l¨ªmite, si el gasto p¨²blico multiplica su expansi¨®n y el d¨¦ficit presupuestario su cuant¨ªa, si las reclamaciones salariales no se disciplinan por una negociaci¨®n centralizada que considere responsablemente sus efectos sobre los precios, la pol¨ªtica de control directo de precios ser¨¢ in¨²til y perturbadora.
2.?) Una pol¨ªtica de control de precios debe ser transitoria y flexible. Los controles no son soluciones definitivas: proporcionan tan s¨®lo tiempo para introducir soluciones. Esto es: otras medidas que consigan reducir precios variando las fuerzas de oferta, demanda y competencia que los determinan en los distintos mercados. La pol¨ªtica de control de los precios debe ser, adem¨¢s de transitoria, flexible. Debe admitir elevaciones. Su fin es moderar precios. No congelarlos. Ha de limitar su campo por criterios de eficacia: no ha de controlarlo todo, sino los menos precios posibles, para conseguir el mayor efecto posible sobre el nivel general de precios.
El primero de estos criterios fundamentales de la pol¨ªtica de control de precios se ha cumplido plenamente en 1978, demostrando la decisiva, importancia que para la pol¨ªtica de precios posee el juego combinado de una pol¨ªtica de contenci¨®n salarial que rompa las anticipaciones inflacionistas, de una pol¨ªtica monetaria que controle la evoluci¨®n de la cantidad de dinero y de una pol¨ªtica fiscal, en fin, que dosifique el crecimiento del gasto p¨²blico y vigile el l¨ªmite del d¨¦ficit del presupuesto. Tras de ese importante y eficiente parapeto, la pol¨ªtica de intervenci¨®n y vigilancia de precios estrat¨¦gicos ha jugado el papel complementario que le corresponde para conseguir la dif¨ªcil desescalada del ¨ªndice de precios del consumo.
M¨¢s discutible es si esa pol¨ªtica de control de precios se ha ajustado al segundo de los criterios que exige de ella la temporalidad y la flexibilidad. Si se escuchan las quejas que han acompa?ado a la pol¨ªtica de precios de los sectores que han padecido su disciplina, la respuesta ser¨ªa negativa, pero los economistas sabemos desde los tiempos de Adam Smith que los empresarios se re¨²nen muy pocas veces para cosas distintas que para confabular c¨®mo elevar¨¢n sus precios y que, por tanto, cualquier interferencia en este comportamiento empresarial dif¨ªcilmente podr¨ªa aceptarse por los sectores interesados. Por otra parte, no puede negarse que la temporalidad ha sido un criterio presente en la pol¨ªtica de precios espa?ola. La liberalizaci¨®n de precios realizada a finales de julio testimonia la realidad de ese deseo.
Mirando hacia el futuro y teniendo en cuenta la experiencia que acaba de relatarse son dos las opciones que se abren a la pol¨ªtica de precios espa?ola: 1?) Cabr¨ªa adoptar una postura intervencionista que aun reconociendo el ¨¦xito logrado en 1977-78 en el frente de la inflaci¨®n se marcara una meta m¨¢s exigente tratando de asegurarla a trav¨¦s de un sistema generalizado de control de precios que garantizase una mayor estabilidad en el coste de la vida. 2?.) Cabr¨ªa frente a esta alternativa la opuesta: afirmar que el control de precios ha cumplido su papel y que la pol¨ªtica antiinflacionista debe discurrir por los cauces exclusivos de una pol¨ªtica de negociaciones salariales responsables que tengan en cuenta sus efectos sobre los precios y de una pol¨ªtica monetaria y fiscal exigentes que garanticen la ca¨ªda del ¨ªndice de inflaci¨®n.
Estas dos posiciones extremas no son aceptables. No es aceptable una extensi¨®n de la pol¨ªtica de control de precios porque esa pol¨ªtica de control responde a lo que puede llamarse la ley de su envilecimiento paulatino. Esto es: un control cada vez mas complejo es necesario para conseguir cada vez menor efecto. El control tiende a resultar tanto m¨¢s ineficiente cu¨¢nto m¨¢s tiempo dura y produce en el sistema econ¨®mico que lo aplica una propensi¨®n hacia su esclerosis que distorsiona las funciones vitales de los precios como orientadores de la producci¨®n y de la demanda.
Tampoco es admisible la eliminaci¨®n del control directo de los precios. La importancia de la pol¨ªtica de rentas, monetaria y fiscal para unos precios estables es innegable. Sin ellas de poco sirve el control directo de los precios, pero estas afirmaciones no deben conducir nunca a una actitud inhibida de la Administraci¨®n, que tras felicitarse de la existencia de la pol¨ªtica monetaria, fiscal y de rentas, lo espere todo de ellas sin actuaci¨®n positiva de su parte. La eliminaci¨®n de una pol¨ªtica de precios no estar¨ªa justificada en Espa?a en ning¨²n caso y ello por dos razones diversas: la primera de car¨¢cter m¨¢s inmediato exige partir del reconocimiento de la existencia de una inflaci¨®n latente, reprimida circunstancialmente, pero que constituye un peligro potencial de aceleraci¨®n del coste de la vida, porque reprimir la inflaci¨®n no es controlarla. La segunda, de car¨¢cter m¨¢s estructural, deriva de las claras divergencias entre las reglas de comportamiento de la econom¨ªa espa?ola, de aquellas que definen al sistema econ¨®mico de mercado,
Hay, por tanto, un lugar para un papel positivo de una pol¨ªtica de precios: de una parte para conseguir que el aumento medio anual del 12%, que refleja el programa econ¨®mico que vinimos exponiendo, no se vea amenazado como consecuencia de los factores de la inflaci¨®n reprimida que hoy existen. La pol¨ªtica de precios debe dirigir la incorporaci¨®n de esta inflaci¨®n latente hacia el ¨ªndice general de precios al consumo, evitando sus sobresaltos e impidiendo su descontrol, que nos llevar¨ªa hacia una pol¨ªtica inflacionista aguda. Por otra parte, es necesario que la competencia sea un principio que informe los distintos mercados, necesidad que impone deberes muy extensos a una pol¨ªtica de intervenci¨®n de los precios.
Los riesgos de la inflaci¨®n reprimida
A corto plazo, cinco peligros principales acechan a la evoluci¨®n de los precios y constituyen, en este momento, piezas fundamentales de la inflaci¨®n latente de la econom¨ªa espa?ola.
1. El riesgo de las alzas de precios agr¨ªcolas. Un riesgo en el que, a las perspectivas climatol¨®gicas poco favorables, se suman los defectos sobre el coste de la vida introducidos por la pol¨ªtica excesivamente generosa del Gobierno, en la regulaci¨®n de campa?a de algunos precios agrarios. Una estimaci¨®n realizada sobre tales efectos permite cuantificar en una variaci¨®n cercana al 3% la que esa pol¨ªtica incorporar¨¢ al ¨ªndice de precios al consumo en 1978.
Parte de estas variaciones no se han incorporado a¨²n al ¨ªndice de precios al consumo. Por otro lado, es preciso constatar el descontento profundo del sector agrario respecto de sus precios que desencadena su presi¨®n constante sobre la pol¨ªtica agraria y de importaciones. Si esta fuerza no se controla, los precios experimentar¨¢n un crecimiento cualitativo importante. Un alza de la alimentaci¨®n posee una importancia especial en cuanto justifica peticiones salariales mavores al afectar a los n¨²cleos de poblaci¨®n menos protegidos. amplificando as¨ª la resonancia econ¨®mica, social y, pol¨ªtica de la varlaci¨®n de los precios.
2. El necesario proceso de asimilaci¨®n, a¨²n no realizado, del alza de los precios de los productos energ¨¦ticos. En la medida en la cual se estime que es misi¨®n de los precios racionar con eficiencia el uso de los recursos productivos, cabe poca duda de que los precios de los productos energ¨¦ticos exigen un reajuste que los alinee con la brutal elevaci¨®n producida en sus niveles internacionales, y que la sociedad espa?ola se ha negado, con base a una pol¨ªtica permisiva del Gobierno, a asumir. Como muestra de esta situaci¨®n peculiar de Espa?a, puede afirmarse que el rendimiento por la Hacienda espa?ola de una tonelada compuesta de productos petrol¨ªferos es la mitad aproximadamente del que reporta al Tesoro en un pa¨ªs como Francia, con una estructura similar de consumo, lo que da idea de la dimensi¨®n de la subvenci¨®n impl¨ªcita incorporada por la pol¨ªtica de precios energ¨¦ticos. Para trazar el cuadro completo tal vez habr¨ªa que a?adir a esta irracionalidad de tipo econ¨®mico el coste social que entra?a el conocido y creciente nivel de fraude que la diferenciaci¨®n de precios de algunos de estos productos genera, del que sin duda el ejemplo m¨¢s caracter¨ªstico es que la diferencia de precios entre los gas¨®leos tipo A (para uso de carreteras) y tipo B (agr¨ªcola) ha elevado en forma a todas luces ficticia el consumo de gas¨®leo para uso agr¨ªcola.
El ajuste de estos precios constituye una parte importante del programa energ¨¦tico cuya aprobaci¨®n se ha diferido tanto tiempo. La pol¨ªtica de precios energ¨¦ticos debe estar informada por un exigente servicio al inter¨¦s p¨²blico y de ella no pueden estar -en manera alguna- ausentes los ¨®rganos de control de precios existentes en nuestra administraci¨®n econ¨®mica.
3. Un tercer factor que amenaza la estabilidad de precios, es el l¨®gico crecimiento que habr¨ªan de experimentar los precios administrados de ciertos bienes y servicios p¨²blicos, que van desde los servicios municipalizados de transportes hasta las grandes empresas nacionales, que al ser incapaces de cubrir sus costes generan d¨¦ficit que luego han de asumirse a trav¨¦s de la v¨ªa presupuestaria por el conjunto de la sociedad. Ni razones de eficacia econ¨®mica, ni de justicia social -no siempre los usuarios o adquirentes de los productos son las personas de m¨¢s baja renta -justifican en todos los casos la existencia de precios p¨²blicos subvencionados.
4. El ciclo pirita-potasas-fertilizantes constituye un punto muy sensible en la intervenci¨®n actual de precios y de su servicio al criterio de flexibilidad, lo que obligar¨¢ a una correcci¨®n que no puede diferirse por mucho tiempo. La pol¨ªtica de precios debe amortiguar y dosificar los efectos de estas modificaciones.
Esas cuatro actuaciones de la pol¨ªtica de precios describen un programa amplio, no f¨¢cil, ?como de costumbre?, y del todo punto necesario para programar el crecimiento del ¨ªndice de precios de consumo.
Algunos criterios para la pol¨ªtica de precios
Desde la perspectiva de una pol¨ªtica econ¨®mica a plazo medio, es absolutamente indispensable potenciar el adecuado funcionamiento del mercado. Todos los que han padecido la direcci¨®n de la pol¨ªtica de precios en una econom¨ªa han llegado a una conclusi¨®n: el poco arraigo efectivo de la competencia en la mayor¨ªa de los mercados de un pa¨ªs. La asc¨¦tica de la competencia no es f¨¢cil de aceptar por nadie. Hay una mala disposici¨®n general a competir en precios. La competencia se considera como desleal en muchas ocasiones y poco deseable en todas. El criterio de fijar los precios bajo el principio de coste m¨¢s el margen prueba la reacci¨®n instintiva de todos los sectores a repercutir en el crecimiento de costes sobre precios sin preocuparse de reducirlos mediante una mayor eficacia. Una actitud generalizada de ausencia de competencia se halla en las econom¨ªas que se dicen de mercado. Por ello el primer principio de una pol¨ªtica de precios debe ser el tributar a los grandes nombres no solamente honores ceremoniales. No debe tratarse tanto de hablar y exaltar a la econom¨ªa de mercado cuanto de aceptarla y cumplir sus exigencias. Este debe ser el prop¨®sito permanente de toda la organizaci¨®n que respalde la pol¨ªtica de precios espa?ola en los pr¨®ximos a?os. Principio que tiene una serie de consecuencias fundamentales. ya que obliga a:
1. Avanzar gradualmente en la apertura de los mercados internos que implica:
a) Programar adecuadamente las importaciones estrat¨¦gicas de los productos agrarios de forma que la ocasional escasez interna de estos art¨ªculos no presione sobre los precios, y al mismo tiempo evite que la inesperada irrupci¨®n en el mercado de importaciones de choque desanime a los productores agrarios cuando los precios de sus productos comienzan a ser rentables.
b) Practicar rebajas en forma selectiva y gradual enlas partidas arancelarias, que impiden, en perjuicio del consumidor final, la competencia exterior en determinados productos.
c) Liberalizar progresivamente los productos sometidos a r¨¦gimen de comercio de Estado (?el cafe!) dejando a la iniciativa privada el juicio sobre la oportunidad de su importaci¨®n.
2. Mejorar los canales de distribuci¨®n en el mercado interior, evitando que los m¨¢rgenes percibidos por los intermediarios eleven artificialmente los precios del sistema e impidan que las reducciones de precios que pudieran derivarse de las importaciones estrat¨¦gicas lleguen con toda su intensidad al consumidor final.
3. Informar sobre la marcha de los precios. Debe afirmarse que el seguimiento diario de los precios es una condici¨®n indispensable para su moderaci¨®n. Las autoridades deben luchar todos los d¨ªas por las d¨¦cimas del ¨ªndice del coste de vida porque si no perder¨¢n sus unidades. Y de esa lucha diaria deben ofrecer testimonio p¨²blico a la sociedad, que debe estar informada de lo que pasa con los precios y de lo que va a pasar seg¨²n las previsiones razonables.
4. Valorar el ¨ªndice de precios disponible. Debemos conocer bien el metro que utilizamos para medir la inflaci¨®n. Es fundamental responder a s¨ª: ?mide bien el ¨ªndice de precios al consumo la inflaci¨®n espa?ola? O si, por el contrario, ?exagera alguna de sus partidas? Disponemos de una experiencia corta pero suficiente, para contrastar virtudes y defectos del nuevo ¨ªndice de precios al consumo vigente. Es mucha la pol¨¦mica que levant¨® su establecimiento, pero, pese a ello, ser¨ªa bueno realizar hoy un examen paciente que nos dijese a los espa?oles hasta qu¨¦ punto contamos con un metro id¨®neo para medir la inflaci¨®n.
5. Necesitamos, finalmente, variar la estructura administrativa a la que se ha encomendado el control de los precios. Existen hoy organismos distintos que no pueden ni deben seguir viviendo separados porque tienen la misma finalidad: la Junta Superior de Precios y el Tribunal de los Servicios de Defensa,de la Competencia. La econom¨ªa espa?ola mantiene un alejamiento de la competencia en muchos mercados que debe eliminarse por la existencia de un ¨®rgano eficiente que a¨²ne los elementos personales y materiales de que se dispone para que la asignaci¨®n de los recursos escasos de nuestra sociedad se oriente por precios competitivos. Esta pol¨ªtica de reforma institucional no debe demorarse. Es preciso contar de inmediato con ella para administrar la nueva pol¨ªtica de precios que el pa¨ªs necesita, pues debe ser parte indispensable del programa de pol¨ªtica econ¨®mica.
Una s¨ªntesis de las propuestas realizadas en, el terreno de la pol¨ªtica de precios como parte integrante del programa de pol¨ªtica econ¨®mica responder¨ªa al siguiente cuadro de objetivos y medidas:
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