Bores
Dibujos de Bores?Un desde?oso?: as¨ª ve¨ªa Moreno Villa a Francisco Bores en 1925. Recordando esos a?os juveniles del artista, Miguel P¨¦rez Ferrero le retratar¨ªa como un monje-pintor que hablaba bajito. Guillermo de Torre dijo una vez de ¨¦l que estaba siempre ?en su sitio?, en su territorio acotado. Desde un punto de vista m¨¢s estrictamente pict¨®rico, tambi¨¦n es notable una cierta persistencia cr¨ªtica: si se ha hablado con raz¨®n de su tonalismo, es sintom¨¢tico que la palabra que m¨¢s vuelve a su prop¨®sito sea arquitectura.La Escuela de Par¨ªs est¨¢ llena de estos monjes-pintores cuya obra se constru¨ªa sobre un inacabable andamiaje cubista. No creo que sea menospreciar a Bores, ni hacerle un mal servicio, el reconocerlo. Lo peligroso ser¨ªa lo contrario, querer inflarle. Sabiendo de su lugar como peque?o maestro, es posible comprobar que algunos de sus lados m¨¢s endebles los comparte con pintores que siguen pasando por grandes: entre ellos, el Braque m¨¢s pastoso y m¨¢s bon gout fran?ais.
Galer¨ªa Sen
N¨²?ez de Balboa, 37
Lo que podr¨ªamos llamar el programa de Bores resulta de lo m¨¢s sugerente. En una encuesta de Minotaure cantaba las alabanzas de la construcci¨®n por el color: ?La evoluci¨®n de la pintura, desde los frescos hasta nuestros d¨ªas, se?ala el esfuerzo del color por encontrar su expresion propia y su entera independencia.? En otros lugares habl¨® de cuadros con calidad de frutos, y de superar la sequedad cubista ?abriendo ventanas?. Pero, sinceramente, pocas veces est¨¢ su obra a la altura de tales prop¨®sitos. El esfuerzo del color, el esfuerzo radical, habr¨ªa de tener en cuenta la experiencia del automatismo ps¨ªquico surrealista, y se producir¨ªa allende el Atl¨¢ntico. Los pintores de la escuela de Par¨ªs, y Bores entre ellos, seguir¨¢n limitadospor la arquitectura cubista.
La exposici¨®n de dibujos a color (1966-68) que motiva estas l¨ªneas, puede ser un ejemplo m¨¢s de esto que le sucede al Bores pintor. Hay en ellos bastante imaginer¨ªa cubista anacr¨®nica (casi, casi, guitarras y jugadores de cartas), bastante academia y bastante m¨¢scara negra versus el Picasso de las Se?oritas de Avi?¨®n. Puede sorprender la t¨¦cnica con que est¨¢n realizados (rotulador). Los mejores no son, precisamente, los que apresan la luz en un muar¨¦ recargado y obsesivo, sino aquellos que hacen jugar el blanco del papel, aquellos en que la l¨ªnea define una luz, un tiempo, un espacio: peque?as ventanas blancas abiertas.
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