La piedra filosofal de los vascos
Entras en el Senado a media tarde y en el sal¨®n est¨¢ cayendo otra vez la cantilena Ollero, ese sonido Liverpool en plan lluvia mansa en los cristales, capaz de taladrar un brocal, pero que no mueve el consenso. Ollero termina de llover y baja hacia la jurisdicci¨®n de Jim¨¦nez Blanco para preguntarle qu¨¦ hay de lo m¨ªo. Nada. Llegas a media tarde al Senado y el deseo auton¨®mico, tal corno lo dejaste ayer, sigue germinando bajo la flor de las tres l¨¢mparas del techo. Todo est¨¢ igual. Los discursos son como dulces rezos que acompa?an a un difunto tendido sobre la s¨¢bana en otra alcoba, lo de aqu¨ª s¨®lo es una dial¨¦ctica de velorio a distancia sin bollo ni chocolate. S¨®lo una esperanza fabricada de paciencia.En seguida preguntas d¨®nde se han reunido ellos esta tarde. Alguien te contesta que en Castellana, 3, y que esta vez, con los vascos del PNV est¨¢n Abril Martorell y Landelino Lavilla. Y entonces piensas que ahora es cuando la jarra se rompe del todo. Miras las bancadas de terciopelo desde el palco y, para entretener el tedio, cuentas las ilustres ausencias. Los vascos est¨¢n en el pasillo, en los divanes, en las salitas-estar-comedor. de la casa. Pero no hay nada que hacer. Resulta que ellos no se entienden.
En la tribuna, una sucesi¨®n de oradores se dedica a hilar un filibusterismo con punto de arroz y a desmenuzar los art¨ªculos cicl¨®peos que dibujan los grandes meandros en la desembocadura del texto constitucional. Bailar¨ªn quiere que cada provincia pueda votar la adhesi¨®n a su comunidad auton¨®mica. Y as¨ª se pasa una hora. Mart¨ª Massagu¨¦, con tr¨¦mula alocuci¨®n, encendida de amor a su tierra, apela por el tribunal de casaci¨®n de Catalu?a, que alguien hab¨ªa zarandeado en la comisi¨®n. El responsable de la enmienda era Valverde un cordob¨¦s ceceante de UCD con todos los quiebros de la abogac¨ªa. Los dos senadores se han hablado entre s¨ª; Mart¨ª, con tonalidad de parlamentario antiguo y ret¨®rica florida, un punto herida, y Valverde, con un instrumental de apartados, interpretaciones,y jurisprudencias. Han terminado d¨¢ndose las gracjas. As¨ª da gusto.
Ahora se oye una sonoridad de enmiendas, el fru-fru de votos particulares que sube desde el sal¨®n como un rumor de olas que rompencontra la escollera del consenso. Y ¨¦ste sin inmutarse. Se trata de recomponer la l¨ªnea maestra del acuerdo que se quebr¨® en la comisi¨®n, pero la cabeza de los pr¨®ceres est¨¢ en otro sitio. Aunque aqu¨ª se hace buenamente lo que se puede: alargar el debate hasta que llegue la noticia de que un fraile g¨®tico y alquimista ha encontrado la piedra filosofal, un cantal de cien kilos que un vasco sea capaz de levantar hasta el om¨®plato Pero la noticia no llega. Se trata de exprimir el diccionario como un lim¨®n.
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