Que no se lee
Mario Lacruz, el hombre listo de Argos/Vergara (cuando los editores son tambi¨¦n autores es mejor), ha hecho o mandado hacer una encuesta por la cual vemos que en Espa?a no se lee o se lee poco. Ya lo sab¨ªamos, pero las encuestas vienen a alimentar nuestro escepticismo como los milagros vienen a aumentar nuestra f¨¦. Lo que pasa es que ya no vienen milagros, salvo el Palmar y Clemente, que van a canonizar a Franco.Y ha dicho do?a Pilar:
-A Franco le tiene que canonizar tambi¨¦n el Vaticano.
Pues claro, a Franco hay que canonizarle por todas las confesiones, para que en alguna se salve. Pero la encuesta editorial ha tenido mucho eco y otra vez se nos recuerda que el telespa?ol s¨®lo mira el chisme. Yo creo que no es cierto y que va en casos. Roland Barthes, al que vuelvo a citar mucho estos d¨ªas porque lo estoy leyendo en uno de sus ¨²ltimos libros (de acuerdo con mi querido Valverde, que me ha invitado a sardinas catalanas, en que RB par RB es el mejor que ha escrito: l¨¢stima, Salvador, editor, que la traducci¨®n sea entre catalana y deficiente); Barthes, dec¨ªa, explica la universalidad de Charles Chaplin por eso, porque supo hacer arte a varios niveles, con diversas lecturas, de modo que est¨¢ entre el circo, el mimo oriental y el m¨¢s decantado humor ingl¨¦s de la hora del t¨¦.
?Cu¨¢ntos escritores en palabra o imagen consiguen eso? Pondremos ejemplos espa?oles del cine, que siempre compromete menos que hablar de los queridos y carniceros colegas de la prosa: Luis Berlanga ha conseguido decirlo absolutamente todo y decirlo sencillamente. Anatole France, Gide, Sartre, Barthe, son populares en Francia. Aqu¨ª, en nuestra cultura tribal, han sido populares durante cuarenta a?os Cor¨ªn Tellado y Jos¨¦ Mallorqu¨ª, el creador del Coyote. Ahora se les a?ade coyunturalmente Vizca¨ªno Casas.
Cela, para ser popular, adem¨¢s de glorioso tiene que decir cosas testiculares. Es m¨¢s conocido por sus tacos que por sus cl¨¢sicos. El escritor espa?ol es sacerdotal: es una casta, una ¨¦lite, una clase que prefiere no condescender a los eventos consuetudinarios que acontecen en la r¨²a, aunque luego, si le llaman de TVE para una entrevista, corre por la Casa de Campo que pierde el anacoluto.
Me lo dec¨ªa no hace mucho mi querido amigo y maestro Torrente Ballester, o lo dec¨ªa de m¨ª, a un auditorio:
-Como en Quevedo, en Umbral, se divulgar¨¢n m¨¢s sus letras populares que sus letras cultas.
Hay que ser moneda de dos caras para ir de mano en mano. Pero una sola moneda, cuidado. Cristina Granado, de la calle Puerto de la Morcuera, me escribe en nombre del Aula de Cultura Pozo/Entrev¨ªas. Inauguran la biblioteca del Centro (qu¨¦ hermoso, qu¨¦ fragante, una biblioteca entre chabolas, como un parque con fuentes de literatura, como una zona verde para que se paseen los cl¨¢sicos), y me invitan a presentar el acto con un libro m¨ªo:
-Queremos que usted nos hable de la cultura a que todos tenemos derecho.
A los de Entrev¨ªas les falta de todo, desde argamasa hasta caviar, como tengo contado muchas veces, pero s¨®lo piden libros. Y las grandes estad¨ªsticas industriales afirmando que el espa?ol no lee. Pues claro, Cristina Granado, claro que voy a ir a veros y, m¨¢s que a hablaros, a escucharos, que es de lo que se trata. ?Re¨²ne en s¨ª uno, como Barthes ve en Chaplin, el artificio de las altas ruedas que hace moverse la literatura y el rudimentario artificio de molino que mueve y muele las palabras para el pueblo? Demasi¨¦.
Paseaba yo por Barcelona, ayer mismo, con Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde, y me hablaba ¨¦l de la estructura mel¨®dica de estas cr¨®nicas. En esto que nos para una se?ora catalana para preguntarme qu¨¦ fue de una se?orita personaje de un libro m¨ªo. Me vi entre la alta cultura y el pueblo llano, halagado por el dulce sol portuario y barcelon¨¦s, sol en el que siempre hay un barco diluido: sin duda el Argos. Pues os digo, estad¨ªsticas, que al escritor lo leen unos y otros si tiene la humildad de pensar un poco m¨¢s all¨¢ del c¨ªrculo vicioso de los cr¨ªticos. O sea que las estad¨ªsticas me traen flojo. Al pueblo, tambi¨¦n.
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