Un cierto furor antiburocr¨¢tico
Provicario de la Archidi¨®cesis de Madrid
La dinast¨ªa pontificia de los Juan Pablo comienza a confirmarse como una l¨ªnea segura en la direcci¨®n de la Iglesia cat¨®lica. Es una dinast¨ªa de origen humilde: los dos pont¨ªfices son hijos de obrero. El papa Wojtyla ha sido ¨¦l mismo obrero. Los hombres del pueblo pueden llegar en la Iglesia a asumir la m¨¢s alta responsabilidad. Es una dinast¨ªa de esp¨ªritu joven: su expresi¨®n m¨¢s espont¨¢nea es la sonrisa y la esperanza. Cincuenta y ocho a?os representan en la tradici¨®n del papado una verdadera juventud. Es tambi¨¦n una dinast¨ªa que se ha hecho en poco m¨¢s de dos meses universal: este cardenal polaco desborda las fronteras pol¨ªticas de Italia y aporta, sin duda, una visi¨®n mucho m¨¢s inmediata de la periferia de la Iglesia.
El ?estado latente? del mundo cat¨®lico ped¨ªa un pastor en el sentido m¨¢s estricto de este t¨¦rmino en la tradici¨®n de la Iglesia. Todos los Papas han sido pastores. El pont¨ªfice romano es por definici¨®n pastor de la Iglesia universal. Pero la expresi¨®n ?Papa-pastor?, que ha sido tan repetida a ra¨ªz de la muerte del papa Luciani, trata de subrayar un conjunto de cualidades personales o de carismas que probablemente van a determinar tambi¨¦n una configuraci¨®n nueva del ejercicio mismo de la autoridad pontificia.
Pastor es indudablemente una met¨¢fora. Los hombres vivimos siempre de met¨¢foras; m¨¢s a¨²n, vivimos instalados en la met¨¢fora como medio ordinario de aprender la realidad. Entre otras caracter¨ªsticas, una de las m¨¢s determinantes del pastor religioso es la de la cercan¨ªa. Es la forma m¨¢s evang¨¦lica de ejercer la autoridad. El pastor se hace representativo, no a trav¨¦s de lo que pudi¨¦ramos llamar el voto democr¨¢tico, sino a trav¨¦s de un trato personal y directo con Dios y con los hombres. No basta el trato con Dios. Pablo VI, en el discurso de clausura del Concilio Vaticano II, dej¨® bien claro lo que su pon¨ªa para toda la Iglesia el en cuentro con el hombre de hoy. E identific¨® a la Iglesia y los hombres responsables en la Iglesia con la imagen del buen samaritano que interrumpe su viaje para cargar con el hombre doliente de nuestro tiempo y curar sus heridas. El misterio de la Iglesia no puede escrutarse sin tratar de descifrar el misterio del hombre. De ah¨ª que sea imprescindible dialogar con ¨¦l, asumir sus angustias y sus esperanzas como trat¨® de hacerlo el concilio. El pastor es todo lo contrario de un bur¨®crata. En los despachos burocr¨¢ticos, elitistas, puede configurarse poder, c¨®digos de conducta, pero no la aut¨¦ntica autoridad evang¨¦lica. El bur¨®crata intelectualiza la realidad que percibe a trav¨¦s de los informes y de los consejos de sus colaboradores, identifica las enfermedades, pero no cura a los enfermos. Y Jes¨²s de Nazaret recorr¨ªa las aldeas y tocaba con su mano a los lisiados.
Esta elecci¨®n del papa Wojtyla refrenda la necesidad de reconvertir la autoridad de la Iglesia y en la Iglesia; de acercarla m¨¢s al evangelio. Su proximidad fisica al mundo del marxismo, las dificil¨ªsimas circunstancias en que se ha tenido que mover su misi¨®n apost¨®lica en una comunidad cristiana sin libertad religiosa, su participaci¨®n en las diversas asambleas del S¨ªnodo de los Obispos, en uno de los cuales, precisamente en el que estudi¨® el tema de la evangelizaci¨®n en el mundo de hoy (1974), actu¨® como relator; su conocimiento de las lenguas, su fuerte personalidad espiritual y el optimismo con el que ha te?ido siempre sus palabras y publicaciones, corre parejas con esa gran vena pastoral que parece alentar ahora la marcha del pueblo de Dios.
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