El Congreso de UCD
HOY SE inaugura, en medio de un gran despliegue informativo y propagand¨ªstico, el congreso de UCD, cuyo car¨¢cter fpndacional se solapa con la preparaci¨®n del clima para unas posibles pr¨®ximas elecciones. Despu¨¦s de que pr¨¢cticamente la totalidad de los partidos pol¨ªticos espa?oles hubieran celebrado, desde la recuperaci¨®n de la libertad de asociaci¨®n, sus asambleas plenarias, resultaba, ya demasiado irregular que UCD no lo hiciera. Es cierto que tales congresos se hallan muy lejos de las atribuciones soberanas que la letra de los estatutos suele proclamar. Las direcciones de los partidos, que se cuidan de lograr por anticipado una mayor¨ªa adicta mediante la adecuada filtraci¨®n de los elementos contestatarios y una ratificaci¨®n de sus poderes a trav¨¦s de los procedimientos electorales de listas cerradas, suelen aprovechar esas ceremonias casi lit¨²rgicas para recubrir sus mandatos con una investidura democr¨¢tica de las bases y para afirmar su l¨ªnea pol¨ªtica y su programa ideol¨®gico.La larga demora del congreso de UCD tiene una raz¨®n muy simple: la inexist¨¦ncia misma, hasta hace unos meses, del partido que ten¨ªa que celebrarlo. Nacida, aprisa y corriendo, como coalic¨ª¨®n electoral dos meses antes de los comicios de junio de 1977, UCD fue s¨²bitamente transformada, hace menos de un a?o, en partido de estrecha disciplina. Pero todav¨ªa tuvieron que transcurrir algunos meses antes de que el se?or Su¨¢rez venciera los recelos que parec¨ªa suscitarle la idea de una verdadera organizacion partidista; con la designaci¨®n del se?or Arias-Salgado como coordinador de UCD comenz¨® verd¨¢deramente la formaci¨®n del partido.
Las corrientes ideol¨®gicas que terminaron por fundirse en UCD han debilitado sus perfiles y han difuminado sus diferencias a lo largo de este a?o. Los portavoces del partido del Gobierno y de los antiguos grupos dem¨®crata-cristianos, liberales y socialdem¨®cratas rivalizan en convencer a la opini¨®n p¨²blica de la completa homogeneidad ideol¨®gica de UCD, que habr¨ªa realizado la s¨ªntesis de los programas de todos y cada uno de ellos. No parece necesario recurrir a esa explicaci¨®n, que ofrece grandes dificultades, para justificar la laminaci¨®n de los minipartidos fundadores. Simplemente ocurre que la l¨®gica del poder ha llevado a los dirigentes de aquellas tendencias, menos apasionados por las ideas que interesados por la ocupaci¨®n del Estado, a arracimarse bajo el toldo protector del Gobierno en busca de una participaci¨®n en la gesti¨®n p¨²blica. Esta constataci¨®n no tiene que ser interpretada como una acusaci¨®n moralista -porque, entre otras cosas, esa actitud es l¨ªcita-, sino,como el simple registro de que los pol¨ªticos profesionales -y no s¨®lo los de UCD- est¨¢n m¨¢s orientados hacia el ejercicio del poder que hacia el establecimiento de perspectivas te¨®ricas o a la defensa de modelos ideales de convivencia. Al fin y al cabo, tambi¨¦n el electorado parece m¨¢s preocupado por las im¨¢genes que por las ideas; y los intereses, en cualquier caso, tienen mayor capacidad de unificaci¨®n que las teor¨ªas. Sin embargo, s¨®lo puede sembrar confusi¨®n la tentativa de recubrir el f¨¦rreo sentido de la oportunidad pol¨ªtica con la purpurina del oportunismo ideol¨®gico. Postular que Espa?a ha descubierto la ?purga de Benito? mediante la cual el liberalismo, la socialdemocracia y la democracia cristiana han sido superados en una nueva ideolog¨ªa ucedista es una pretensi¨®n un tanto histri¨®nica. Pese a que los intereses pol¨ªticos y electorales pongan sordina a las diferencias ideol¨®gicas, es improbable, por eso, que las tendencias unificadas desaparezcan.
Por otra parte, es un hecho notorio que en UCD se agrupan, adem¨¢s de los antiguos opositores al franquismo, los profesionales del poder que sirven hoy a este r¨¦gimen como sirvieron anta?o al antiguo y un buen n¨²mero de altos funcionarios de la Administraci¨®n y de t¨¦cnicos y expertos que adquirieron sus conocimientos en el manejo de la gesti¨®n p¨²blica como : servidores cualificados del Estado. En este caso, fueron las oposiciones y los escalafones, y no los nombramientos digitales, el origen de una situaci¨®n que les ha deparado experiencia y familiaridad con la Administraci¨®n p¨²blica. UCD va a utilizar adem¨¢s el congreso como caja de resonancia para el programa pol¨ªtico del Gobierno, cuyo desdoblamiento respecto al partido del Poder es, por a ' hora, impracticable. Tambi¨¦n va a consagrar la estructura presidencialista del partido, que descansa sobre el hombre al que lascircunstancias -y su propio talento para aprovecharlashan convertido en elector de los restantes miembros de la organizaci¨®n, en vez de ser ¨¦l elegido por ¨¦sta. Lo realizado hasta ahora por el se?or Su¨¢rez y su Gobierno ha sido notable en muchos y determinantes aspectos y avala al partido que habla, como el ayudante de un ventr¨ªlocuo, con la voz de la Moncloa. Pero la fuerza futura de UCD no puede descansar s¨®lo sobre lo ya hecho por su presidente, ni tampoco en la enunciaci¨®n de unos objetivos tan imprecisos y gen¨¦ricos como impecables. Su porvenir como partido est¨¢ ligado tanto a su eficacia para expresar los deseos y las exigencias de los sectores sociales que le votan como a su honestidad para el desempe?o de la gesti¨®n p¨²blica. En este sentido, seria un grave error identificar a la corrupci¨®n con el robo, aunque, como es natural, los comportamientos sancionables por el C¨®digo Penal entran en esa categor¨ªa. Pero los ciudadanos y los electores, a los que se piden sacrificios econ¨®micos y un reajuste de sus expectativas de ingresos, no se van a limitar a exigir a los administradores del Presupuesto y de la Seguridad Social que no se embolsen fraudulentamente los dineros del contribuyente. Tambi¨¦n van a juzgarles por esos abusos, nepotismos, despilfarros y deshonestidades venales. que forman el coraz¨®n mismo de la corrupci¨®n: los sueldos millonarios, las remuneraciones percibidas sin trabajo que las justifique, el boato de los s¨¦quitos y los antedespachos, el reparto de prebendas en la banca oficial y las empresas p¨²blicas, las n¨®minas m¨²ltiples, el tr¨¢fico de favores, el derroche de los fondos publicos para favorecer opciones partidistas, etc¨¦tera. No parece demasiado aventurado vaticinar que, a plazo medio, la pugna entre UCD y PSOE por el poder terminar¨¢ decidi¨¦ndose en el terreno de la eficacia y la honestidad para manejar con honestidad y eficacia los fondos p¨²blicos.
En definitiva, el congreso de UCD puede y debe dar forma al partido de la derecha sociol¨®gica, espa?ola. Una derecha reformista y moderna, si se quiere, que asume el calificativo de centro frente a las posiciones irracionales y oscurantistas de quienes a?oran el pasado. El funcionamiento de la democracia exigia y exige un partido as¨ª, capaz de sacar a los conservadores espa?oles de sus retr¨®gradas actitudes, instal¨¢ndoles en una tensi¨®n de cambio desde su respeto a las estructuras establecidas. UCD saldr¨¢ en ese sentido de su primer congreso, si sus l¨ªderes quieren, fortalecida como organizaci¨®n de poder y dubitante como eventual oposici¨®n. Mientras est¨¦ en el Gobierno, las mismas ideolog¨ªas se seguir¨¢n soterrando. Pero cabe preguntarse qu¨¦ pasar¨¢ el d¨ªa que pierda las elecciones. En ese momento, el pres¨ªdencialismo del partido no bastar¨¢ para unir su cohesi¨®n, y la ruptura de las tensiones -personales y de grupo- puede amenazar con dar al traste este fabuloso rascacielos que, en un alarde de la ciencia y de la t¨¦cnica, ha comenzado a construirse por el tejado.
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