Sindicalismo y pol¨ªtica
El movimiento sindicalista espa?ol, ?llegar¨¢ a ser de vanguardia, igual que el franc¨¦s, con capacidad de participaci¨®n, pero con un bajo n¨²mero de afiliados que pagan cuotas?, ?o triunfar¨¢ convirti¨¦ndose -tal como sus correlativos en los pa¨ªses escandinavos y Europa central- en una organizaci¨®n de masas estable? ?Est¨¢ destinado a ser un movimiento relativamente d¨¦bil, capaz solamente de demostraciones espor¨¢dicas con poder econ¨®mico o a actuar como un contrapeso en el poder econ¨®mico, disfrutando del apoyo leg¨ªtimo de la clase obrera mayoritaria?No hay duda de que es prematuro dar alguna respuesta con un m¨ªnimo de seguridades. Los indicativos disponibles no aportan una base sobre la que se pueda ser optimista. Los sindicatos parece ser que padecen de un caso agudo de indigesti¨®n pol¨ªtica, la cual tiene un efecto paralizador en su desarrollo e influencia. La carga pol¨ªtica que los sindicatos tienen que soportar actualmente es excesiva.
El concepto de sindicalismo como una fuerza relativamente aut¨®noma, con fuertes v¨ªnculos ideol¨®gicos a un partido pol¨ªtico est¨¢, desde luego, fuertemente enraizado en la historia y tradiciones de la mayor¨ªa de los movimientos sindicalistas tanto en Europa occidental como en Espa?a. Pero esto no es el asunto en discusi¨®n. La politizaci¨®n excesiva en la vida de los sindicatos a la que me refiero no es m¨¢s que una consecuencia de la naturaleza de la lucha llevada a cabo por la oposici¨®n en los sindicatos bajo el r¨¦gimen, franquista y el hecho de que el renacimiento de sindicatos libres ha coincidido con las transformaciones del posfranquismo que, comprensiblemente, poseen demasiado contenido y preocupaci¨®n pol¨ªtica, con cuestiones tales como la lucha por la influencia pol¨ªtica en el proceso de consolidaci¨®n de los partidos y el establecimiento de un marco pol¨ªtico-legal posfranquista, han tenido el mayor protagonismo. La consecuencia ha sido que la elaboraci¨®n de un papel apropiado para los sindicados en la nueva situaci¨®n no ha recibido la atenci¨®n debida.
Examinemos el rol jugado por el Gobierno hasta el momento en el campo laboral. La UCD considera a las dos confederaciones sindicales m¨¢s importantes, fundamentalmente, como instrumentos de los partidos de izquierda; por tanto, asuntos tan vitales como la reestructuraci¨®n del sistema de las relaciones industriales y la creaci¨®n de una estructura sindical consultiva, aut¨¦nticamente tripartita, se han tratado m¨¢s como problemas pol¨ªticos que como reformas institucionales.
En las elecciones sindicales celebradas este a?o, CCOO, controladas por el Partido Comunista, trataron de proyectar la imagen de un movimiento de amplia aceptaci¨®n sin alianzas con un partido pol¨ªtico determinado. Pero como para los trabajadores espa?oles el socialismo es m¨¢s aceptable que el comunismo, la UGT respondi¨® hac¨ªendo hincapi¨¦ en su car¨¢cter ?socialista?, dando a los trabajadores la alternativa entre un sindicato ligado al PSOE o al PCE. Al margen del car¨¢cter de las, t¨¢cticas empleadas, la campa?a electoral sirvi¨® para politizar a¨²n m¨¢s el movimiento sindical.
Tras una conversaci¨®n que mantuve con Fernando Claud¨ªn durante el congreso de CCOO celebrado el pasado junio, me sorprend¨ª ante el comportamiento del PCE. Yo no pod¨ªa comprender, c¨®mo, a pesar del gran predominio que ten¨ªa, el partido consider¨® necesario dejar tan poca libertad de movimiento en los ¨®rganos principales del sindicato a los grupos de militantes no activistas en el PCE. A pesar de las rotundas negativas al respecto, tuve la impresi¨®n de que CCOO est¨¢ claramente actuando como correa de transmisi¨®n del partido. Claud¨ªn, completamente de acuerdo conmigo, me hizo la observaci¨®n de que Santiago Carrillo est¨¢ actualmente tan obsesionado con la extensi¨®n de la base electoral del partido, que ha reforzado el control de su partido sobre CCOO para asegurarse al m¨¢ximo su utilidad en las pruebas pol¨ªticas que les esperan.
El desarrollo de la vida sindical se ha visto tambi¨¦n afectado por la recesi¨®n econ¨®mica. Los controles salariales son una necesidad incuestionable para combatir la inflaci¨®n, pero est¨¢n teniendo un efecto inhibidor sobre el incipiente movimiento sindical, tanto en su influencia como en su desarrollo. Inaugurar un nuevo sistema de contrataci¨®n colectiva bajo topes salariales es un requisito doloroso, m¨¢xime teniendo en cuenta que todav¨ªa hay por delante muchos a?os de estas restricciones.
Los pactos de la Moncloa fueron el producto de negociaciones llevadas a cabo casi exclusivamente entre los partidos pol¨ªticos y el Gobierno. Sin embargo, en las futuras conversaciones salariales participar¨¢n tambi¨¦n los sindicatos y los empresarios. Esto es, desde luego, lo apropiado, pero, ?queda alguna duda sobre que el Gobierno y los l¨ªderes pol¨ªticos quieren figurar como primus inter pares?
Tanto los empresarios como el Gobierno se han resistido a conceder un status legal efectivo a nivel empresarial a los sindicatos.
La falta cr¨®nica de soluciones en este tema ha contribuido a la confusi¨®n existente entre los trabajadores sobre las competencias respectivas de los comit¨¦s de base y los sindicatos y asimismo a una baja en el n¨²mero de afiliados sindicales. Privar a los sindicatos de una participaci¨®n efectiva a este nivel es tentar al diablo. Los empresarios espa?oles deber¨ªan estudiar las experiencias similares de los pa¨ªses de Europa occidental a ¨²ltimos de los a?os sesenta y primeros de los setenta.
En resumen, un per¨ªodo inicial de excesiva politizaci¨®n fue probablemente inevitable, pero es de esperar que en el futuro se logre un balance m¨¢s adecuado entre sindicalismo y pol¨ªtica, disminuyendo la fiebre pol¨ªtica actual. Si esto no se consigue pronto el movimiento sindical espa?ol podr¨ªa albergar a una mayor¨ªa de activistas operando entre los trabajadores que simpatizan con los sindicatos, pero que s¨®lo quieren comprometerse parcialmente. Esta evoluci¨®n no ser¨ªa positiva ni para los sindicatos, ni para los empresarios, ni para la estabilidad econ¨®mica del pa¨ªs.
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