Admirables venezolanos
Durante a?os, y salvo escas¨ªsimas excepciones, he tenido que entender por ?teatro latinoamericano ? o un teatro de m¨ªmesis europea que ven¨ªa del cono sur o un teatro radical. guerrillero, pobre, voluntarioso y muy mal expresado. Y ahora eso se acab¨®. Rajatabla ha liquidado con este solo montaje de El se?or presidente tanta bien intencionada torpeza y tanta mala copia habitual.Lo digo porque Venezuela, la Venezuela impresionante y magn¨ªfica, le debe a este grupo algo vital: una contribuci¨®n clara, muy clara, a la creaci¨®n de signos de identidad. No es tan importante la calidad de este espect¨¢culo como su filiaci¨®n, tan venezolana: es rico, es s¨®lido, es imaginativo, es noble, es viril, es apasionado, es doliente, es cr¨ªtico y est¨¢ lleno de esperanza. Es muy, muy venezolano. Ya me gustar¨ªa que sirviese, adem¨¢s, de modelo a los quehaceres dram¨¢ticos latinoamericanos, ense?¨¢ndoles c¨®mo se universaliza la an¨¦cdota local y c¨®mo se a?ade al dolorido escalofr¨ªo la base t¨¦cnica que lo transmite.
El se?or presidente,
de Miguel ?ngel Asturias. Versi¨®n dram¨¢tica: Hugo Carrillo. Adaptaci¨®n libre: Rajatabla. Direcci¨®n: Carlos Gim¨¦nez. Vestuario y mu?ecos: Cosme Cort¨¢zar. Principales int¨¦rpretes: Francia Orozco, Teresa Selma, Francisco Alfaro, Carlos Canut, Cosme Cort¨¢zar, Roberto Moll, Juan Manuel Montesinos. En el Centro Cultural de la Villa de Madrid
Carlos Gim¨¦nez ha partido de la muy conocida novela de Miguel ?ngel Asturias, ilustre y grotesco cuadro ambiental de la endemia pat¨¦tica de las tiran¨ªas. (Influido o no. Asturias queda lejos de la caricatura impresionante de Tirano Banderas.) En una etapa intermedia un gran escritor, Hugo Carrillo, ha sustituido la estructura narrativa por una forma dram¨¢tica contundente y circular. Y Rajatabla ha tomado estos materiales para ilustrar y, a la vez comprometer a los espectadores rehuyendo el enorme peligro del dictador abstracto y las v¨ªctimas sin rostro para alcanzar una especie de forma ¨¦pica, de balada del horror, organizada casi como un ballet. Lo que Carlos Gim¨¦nez ha montado es todo un penoso y dolido sistema solar de personajes que parecen crecer, sufrir y ser destruidos para el mejor entendimiento de la figura del se?or presidente. Como esos trabajos de Matisse con el contorno brutalmente remarcado por un trazo de negrura, todo el trabajo de Rajatabla toma un aire como de sue?o. El grupo tiene el valor de luchar contra la vieja y muy discutible idea de que este cuidado est¨¦tico encierra un formalismo pr¨®ximo al arte irracional. La respuesta de Carlos Gim¨¦nez est¨¢ en la escalofriante vinculaci¨®n que su an¨¢lisis del Se?or presidente guarda con cierto mundo latinoamericano tristemente real. ?C¨®mo negar el valor objetivo de ese mundo? Carlos Gim¨¦nez no lo niega. Lo que hace es reconocerlo como un enorme factor problem¨¢tico que impone car¨¢cter a la realidad, un car¨¢cter obsesivo, de horror fr¨ªo, de coral l¨²gubre, de sinfon¨ªa pat¨¦tica.
Es el principio de los caricaturistas. Y de las pantomimas. Y del cine mudo.
Los actores de Rajatabla son como esculturas en movimiento bajo los proyectores. Esta renovaci¨®n de la arquitectura esc¨¦nica se corresponde perfectamente con uno de los colores de la civilizaci¨®n venezolana. Sabemos -es la gran lecci¨®n de los teatros orientales- que toda expresi¨®n f¨ªsica perfecta se carga de contenido emotivo. Como Rajatabla, adem¨¢s, da al texto un comportamiento sonoro peculiar, el todo se carga de un cierto humor siniestro y el protagonista parece doblarse y desdoblarse m¨¢gicamente. Ya se sabe el resultado de este fen¨®meno: angustia. Angustia patol¨®gica. Otra nota del montaje.
En definitiva, una gran noche de teatro por algo claro: el gran acierto de renovar una forma expresiva sin caer ni en la belleza gratuita ni en la abstracci¨®n pretenciosa, sino m¨¢s bien buscando una variante hipertensa del realismo cr¨ªtico que no excluya la presencia de acentos po¨¦ticos. Y todo ello articulado de tal forma que los elementos de la realidad queden organizados con disciplina teatral para evitar que la simple tentaci¨®n de la denuncia y el compromiso empobrezca la visi¨®n de esa realidad y la prive de importantes datos sobre intensidad, sue?o, imaginaci¨®n e incluso, naturalmente, emociones. Hay que ver El se?or presidente. Vayan, por favor. Es un espect¨¢culo hermos¨ªsimo. Ilumina. Informa. Y consuela. Las razones por las que se va al teatro desde hace miles de a?os.
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