El s¨ªndrome keynesiano
La crisis econ¨®mica mundial ha puesto de manifiesto las inconsistencias te¨®ricas y pr¨¢cticas del keyneslanismo. En los pa¨ªses donde existe ciencia econ¨®mica los keynesianos y neokeynesianos se baten en retirada en las universidades y centros de investigaci¨®n. Desde el punto de vista pr¨¢ctico el keynesianismo ya no ejerce influencia real en la pol¨ªtica econ¨®mica de los pa¨ªses que determinan la coyuntura econ¨®mica mundial.Hay tres rasgos fundamentales de la enfermedad keynesiana:
- Consideraci¨®n macroecon¨®mica del proceso econ¨®mico.
- El economista como poseedor de t¨¦cnicas infalibles de actuaci¨®n sobre el proceso econ¨®mico para conducirlo por la senda adecuada.
- Manipulaci¨®n continuada de la demanda -el fine-tuning- para conseguir el ?crecimiento con pleno empleo y estabilidad.
Esta visi¨®n de la econom¨ªa est¨¢ en crisis, aunque a¨²n existen reductos -la OCDE, por ejemplo donde fantasmag¨®ricos comit¨¦s siguen fabricando recomendaciones en las que ya nadie cree, como el Informe MacCraken publicado hace a?o y medio. En nuestro pa¨ªs los focos keynesianos son a¨²n numerosos, como recientemente se ha puesto de manifiesto ante el anuncio de posibles nuevos pactos econ¨®micos. El pa¨ªs est¨¢ materialmente inundado de ?cuadros macroecon¨®micos?, ?esquemas b¨¢sicos?, ?esquemas marcos?, etc¨¦tera, que pronostican y programan las grandes magnitudes macroecon¨®micas y dan normas sobre la manipulaci¨®n correcta de la demanda. Si el consumo y la inversi¨®n privada bajan, brillantemente se postula el aumento del consumo y la inversi¨®n p¨²blica. Al fin todo cuadra. Entre esos cuadros el m¨¢s grotesco es el del Ministerio de Industria, que es en realidad un bicuadro (?) donde la diferencia entre un cuadro y el otro es que la inversi¨®n aumenta del 4,5% al 8% ?si se toman medidas?, y ello despu¨¦s de saber todo el mundo que en 1978 la inversi¨®n probablemente habr¨¢ sido negativa en un 4% respecto a 1977.
Acompa?ando, a los diferentes tipos de cuadros se ofrecen recomendaciones bas¨¢ndose en consideraciones de diverso tipo, y se proponen programas fundamentalmente destinados a luchar contra el paro. Mientras unos propugnan grandiosos planes de construcci¨®n de viviendas que el pa¨ªs no puede ni debe financiar, mucho menos cuando esto se intenta conseguir a trav¨¦s del alza de los coeficientes bancarios y de cajas, otros propugnan, el fomento de industrias de trabajo intensivo, en tanto que en los pa¨ªses serios tratan de desprenderse de estos sectores econ¨®micos. En Jap¨®n, siguiendo a los alemanes, se han creado comisiones que estudian las industrias que hay que abandonar, concentr¨¢ndose en industrias dedicadas a productos de elevada tecnolog¨ªa. Se trata de fomentar y acoplarse a la divisi¨®n internacional del trabajo, concentr¨¢ndose en la producci¨®n de bienes que comportan un valor a?adido elevado.
Macroeconom¨ªa "versus" microenom¨ªa
Hay incluso alg¨²n economista -lo de economista, es una simple f¨®rmula verbal, ya que se trata s¨®lo de un catedr¨¢tico de Teor¨ªa Econ¨®mica de una universidad espa?ola- que brillantemente propone como remedio contra el paro que cada una de las cientos de mi les de empresas espa?olas empleen un asalariado m¨¢s. Desgraciadamente esta brillante idea presenta serios peligros, ya que para unos cuantos cientos de miles de empresas significa aumentar su plantilla en un 100%.
No, es necesario seguir el camino de los arbitristas, pero s¨ª debe que dar bien claro que el mal est¨¢ en una defectuosa concepci¨®n del proceso econ¨®mico. Como ya hace tiempo dijo Hayek: ?Aunque a primera vista parezca m¨¢s cient¨ªfica que la antigua microeconom¨ªa, por su dependencia de magnitudes que aparentemente pueden ser medidas, a m¨ª me parece que (la macroeconom¨ªa) ha conseguido esta seudoprecisi¨®n haciendo caso omiso de las interrelaciones que realmente rigen el sistema econ¨®mico?. La realidad es que la microeconom¨ªa, pese a sus objetivos m¨¢s modestos, permite una mejor comprensi¨®n del ?complejo orden de la vida econ¨®mica?. En ¨²ltima instancia las simplificaciones artificiales de la macroeconom¨ªa tienden. ?a ocultar casi todo lo que es realmente importante?.
El orden econ¨®mico concreto es muy diferente del que pretende la arbitraria reducci¨®n de la macro econom¨ªa, como dice Buchanan: ?La econom¨ªa es un complejo en tretejido de relaciones contractua les que reflejan las expectativas y los proyectos de los distintos participantes.? En una palabra, que la econom¨ªa es algo referido al mercado y ¨¦ste no puede estar sujeto impunemente a manipulaciones. En todo caso se crean disfunciones graves en el mundo econ¨®mico y aparecen mercados paralelos que dan al traste con los intentos de manipulaci¨®n. Esto no lo han comprendido ni lo comprender¨¢n los que tienen por vocaci¨®n carism¨¢tica el fine-tuning de la demanda.
Antes de seguir adelante hay que decir con claridad que la falsa concepci¨®n de la vida econ¨®mica no es la ¨²nica responsable de la situaci¨®n en que nos encontramos. Tal vez el error principal se refiere a la equivocada concepci¨®n del papel del Estado. Se ha resucitado el viejo Estado medieval que ten¨ªa por misi¨®n conseguir la salvaci¨®n espiritual de los sujetos sobre los que ejerc¨ªa el poder, creando y creyendo en un Estado benefactor secularizado que tendr¨ªa por misi¨®n conseguir el bienestar material de sus s¨²bditos mediante la intervenci¨®n en la vida econ¨®mica. El resultado de esta falsa concepci¨®n del Estado ha sido poner a la econom¨ªa mundial al borde del desastre.
Afortunadamente, la situaci¨®n est¨¢ cambiando, ya que, como recientemente dec¨ªa el peri¨®dico londinense The Times, tal vez el acontecimiento m¨¢s importante, que ha tenido lugar en 1978 haya sido ?el abandono de la idea de que los Gobiernos pueden organizar la vuelta al pleno empleo en un futuro previsible?. Este cambio de mentalidad es comprensible si se tiene en cuenta que en los nueve pa¨ªses de la CEE, a pesar de la pol¨ªtica de pleno empleo, el paro es de unos seis millones, que representan el 5,6% de la poblaci¨®n trabajadora y en los veinticuatro pa¨ªses que forman la OCDE -todos pa¨ªses industriales- el paro es de unos diecisiete millones de parados y su tendencia es creciente. Ante esta situaci¨®n los Gobiernos no pueden hacer nada, aunque se han intentado costosos sistemas de creaci¨®n de empleo que han fracasado rotundamente. La recuperaci¨®n de la econom¨ªa, el aumento de la inversi¨®n y del empleo dependen fundamentalmente del restablecimiento de la tasa de beneficios empresariales, aplastada durante los alegres a?os de inflaci¨®n, bajo el doble efecto de subidas salariales continuadas y crecimientos desmesurados de la oferta monetaria. Pero la mayor¨ªa de los Gobiernos han aprendido la lecci¨®n y con una pol¨ªtica deflacionista acertada han sentado las bases de la recuperaci¨®n.
En realidad, pese a los elevados motivos, que nadie discute, el fijar el aumento del empleo como objetivo prioritario, creando si es necesario artificialmente puestos de trabajo, es un m¨¦todo seguro de perpetuar la presente situaci¨®n de paro. El objetivo prioritario en este momento tiene que ser aumentar la productividad y competitividad internacional de la econom¨ªa espa?ola. Por esta raz¨®n son disparatadas las recomendaciones de inversi¨®n con, elevado componente de mano de obra. Los sectores y empresas de mano de obra intensivos abundan en nuestro pa¨ªs y habr¨¢ que ir abandon¨¢ndolos ante la competencia de los pa¨ªses subdesarrollados.
La inversi¨®n y el paro
De lo que no hay duda es que el aumento de la inversi¨®n es la ¨²nica esperanza razonable para aumentar el empleo y disminuir las elevadas tasas de paro. Ahora bien, los mecanismos de la inversi¨®n son sutiles y poco o nada puede hacerse para reactivarla por decreto.
Pretender que la lucha contra el paro sea el objetivo prioritario significa poner el carro delante de los bueyes. Este equivocado prisma es el que da lugar a afirmaciones tan sin sentido como decir y propugnar que si la inversi¨®n privada no se reactiva la inversi¨®n p¨²blica debe ocupar su puesto, sin darse cuenta que a plazo medio esta l¨ªnea de actuaci¨®n es el instrumento casi perfecto para frenar o retrasar el relanzamiento de la inversi¨®n privada.
El aumento de la inversi¨®n p¨²blica, independientemente de su financiaci¨®n, frena la inversi¨®n privada. Si la financiaci¨®n es inflacionista, v¨ªa crecimiento de las disponibilidades l¨ªquidas es bien sabido qu¨¦ en nuestros d¨ªas la inflaci¨®n es el peor enemigo del empleo. Si la financiaci¨®n es ortodoxa v¨ªa emisiones de deuda p¨²blica, el r¨¦sultado no puede ser otro que la elevaci¨®n de los tipos de inter¨¦s con incidencias negativas sobre la inversi¨®n privada, y la financiaci¨®n elevando los impuestos es un claro desincentivo a la inversi¨®n privada.
El Gobierno, la Administraci¨®n, los economistas y los sindicatos deben de darse cuenta que el empleo depende de la inversi¨®n privada libremente decidida por los empresarios en un clima propicio. Por suerte, las recientes declara ciones en RTVE del vicepresidente segundo y ministro de Econom¨ªa hacen pensar que el Gobierno ha comprendido esta cruda realidad. En efecto, el se?or Abril Martorell ha dicho claramente que el marco constitucional democr¨¢tico impli ca la econom¨ªa de mercado y un clima econ¨®mico congruente con los postulados democr¨¢ticos, y ha reconocido, en medio de la demagogia arbitrista reinante en el pa¨ªs, que la creaci¨®n del empleo pasa necesariamente por la acci¨®n del sector privado.
Ahora bien, la inversi¨®n es un mecanismo muy fr¨¢gil y de dif¨ªcil manejo. En nuestro pa¨ªs, por desgracia, no existe solamente exceso de capacidad resultante del estancamiento de la demanda, sino algo m¨¢s grave y que necesita m¨¢s tiempo para realizar el proceso de ajuste. Nos referimos a que como resultado de la equivocada pol¨ªtica del pasado existe realmente sobreinversi¨®n, es decir, capacidad productiva mal planteada y con dudoso futuro, y es dificil que se produzca inversi¨®n en amplios sectores industriales. La realidades que los sectores b¨¢sicos, generadores de inversi¨®n, y que en general representan un elevado porcentaje de la inversi¨®n total, est¨¢n en crisis y necesitados de la desinversi¨®n, amortizaci¨®n o quiebras regeneradoras, y el ¨²nico sector importante que no est¨¢ en crisis, el sector el¨¦ctrico, es capital intensivo y est¨¢ sometido a las presiones negativas de los ecologistas y de los revolucionarios antinucleares. En tal situaci¨®n el sector potencialmente generador de inversiones se limita al inducido inmediatamente por la demanda de consumo que, aparte de su ¨ªmportancia relativamente peque?a dentro de la inversi¨®n total, no puede ni debe contar con un aumento r¨¢pido de la demanda.
Es, por tanto, dificil que crezca la inversi¨®n. La inversi¨®n no puede aumentarse mediante la exhortacion ni considerando a la inversi¨®n como una acci¨®n virtuosa. Los empresarios no invierten por el placer de invertir, sino para aumentar sus beneficios -el placer de invertir queda paralos suances, kindelanes y otros inversionistas felices que tanto abundan en el mundo pol¨ªtico- y ¨¦sta es su funci¨®n.
En ¨²ltima instancia el factor determinante de la inversi¨®n y por tanto del crecimiento del empleo est¨¢ en relaci¨®n de las expectativas empresariales respecto a sus beneficios futuros; en una palabra, entre el coste de la mano de obra -incluidos costes de la Seguridad Social- y las expectativas de los precios de los productos. En este sentido parece evidente que el control d¨¦ precios es un freno a la demanda de mano de obra y lo mismo hacen los elevados costes de la Seguridad Social. Como dec¨ªa Hayek, los principios de la microeconom¨ªa son m¨¢s relevantes para nuestros problemas actuales que las fantasmag¨®ricas de la macroeconom¨ªa y las tautolog¨ªas contables de una supuesta contabilidad nacional. En resumen, que el aumento del empleo pasa por el aumento de la tasa de beneficios empresariales determinantes por la productividad marginal de la inversi¨®n. Es decir, en una relaci¨®n coste-precios que implica pura y simplemente aumento de la productividad.
Europeizar el marco econ¨®mico
Pero el aumento de la productividad s¨®lo es posible dentro de un marco de actuaci¨®n econ¨®mica. favorable al empresario. Como dec¨ªa hace unos d¨ªas el se?or Abril Martorell, se necesita un marco apropiado que permita al sector privado crear empleos. Es necesario, a?ad¨ªa, ?un marco claro y coherente para superar la crisis y alcan zar el crecimiento en la pr¨®xima d¨¦cada?. El empresario necesita un clima de estabilidad econ¨®mica y el fin de la pesadilla, inflacionista para poder realizar los c¨¢lculos econ¨®micos imprescindibles para la marcha, eficaz de la empresa. El marco de las relaciones laborales debe ser congruente con la econom¨ªa de mercado y permitir la movilidad del empleo terminando con las rigideces propias de la situaci¨®n corporativa anterior. La realidad es que a largo plazo la econom¨ªa die mercado es la m¨¢s fa vorabli para los intereses de los trabajadores. Se trata por tanto de ?europeizar? el marco de las relaciones laborales. Ahora bien, la fle¨ªibilidad de plantillas y la mejo ra del marco general de las relacio nes laborales no es todo. Es necesaria tambi¨¦n la libertad de precios sin olvidar que muchas cat¨¢strofes actuales son el resultado de un cr¨¦dito, estatal f¨¢cil unido a una caprichosa actuaci¨®n de la Administraci¨®n bloqueando los precios. Incluso con todas estas medidas hay que reconocer que el restable cimiento de las tasas de beneficios empresariales llevar¨¢ tiempo y que la recuperaci¨®n de la inversi¨®n no est¨¢ a la vista. Tal vez a finales de 1979, tal vez las multinacionales. No quiero ser pesitiiista, pero no hay que olvidar que la econom¨ªa s¨®lo es una ciencia optimista para los ignorantes.
En resumen, que el Gobierno debe actuar con racionalidad. Fundamentalmente su actitud debe ser intentar liberalizar el marco econ¨®mico y no hacer cosas irreparables. Esto no quiere decir que no tenga nada que hacer; hay miles de cosas que hacer en este pa¨ªs.
Entre las cosas imprescindibles que puede hacer el Gobierno es tratar de conseguir una cierta contenci¨®n salarial -flexible y no r¨ªgida- montada sobre un nuevo marco de relaciones laborables y fijar una oferta monetaria congruente con un posible aumento -sin bromas del 5,4%- de la tasa de crecimiento econ¨®mico. Si consigue contener y limitar el crecimiento del gasto p¨²blico, lo m¨¢s apropiado ser¨ªa aceptar una tasa de, crecimiento de las disponibil¨ªdades l¨ªquid as uno o dos puntos por encima de la que te¨®ricamente ser¨ªa aconsejable, situ¨¢ndola pr¨¢cticamente a los niveles de 1978, es decir, entre el 17 y el 18%. Esto permitir¨ªa una mayor flexibilidad en el cr¨¦dito y cierta ayuda al sector exportador. Como es sabido, una vez fijado el crecimiento de las disponibilidades l¨ªquidas, de hecho autom¨¢ticamente se est¨¢ fijando el tipo de cambio de la peseta, siempre que se siga una pol¨ªtica coherente de flotaci¨®n ?limpia?. Esto implica no forzar a la baja la cotizaci¨®n de la peseta. En tal caso el equilibrio de la balanza de pagos dejar¨¢ de ser un objetivo fundamental y prioritario y el tipo de cambio se ajustar¨¢ a la situaci¨®n econ¨®mica interna.
Lo dicho demuestra mi desconfianza ante la situaci¨®n del Estado en la econom¨ªa y un cierto grado de escepticismo respecto a las posibilidades de la acci¨®n pol¨ªtica. En efecto, as¨ª es. En pol¨ªtica siempre hay poco que hacer. Lo mejor que puede hacer el Gobierno es no hacer nada irreparable. Lo importante, como ha dicho el primer ministro franc¨¦s. Barre, ?es guardar la calma?, ya que ante la ?dolorosa situaci¨®n del paro? la soluci¨®n no puede encontrarse en montar una actividad econ¨®mica artificial sino en encontrar un cuadro propicio de actuaci¨®n empresairial de acuerdo con la econom¨ªa de mercado.
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