Un Altman diferente
Desde su ¨²ltimo filme estrenado entre nosotros, siquiera sea por una vez, la ¨®ptica de Altman ha cambiado, su visi¨®n del mundo parece haber sufrido un giro importante. Si en su historia anterior nos describ¨ªa la soledad de tres mujeres en un paisaje vital ¨¢spero y desolado, ahora nos lleva al coraz¨®n de una apretada multitud, de dos familias de la alta burgues¨ªa americana, la una tradicional, la otra reci¨¦n llegada a las doradas alturas del dinero, dispuestas no ya a participar sino a enfrentarse, tomando como pretexto el antiguo y eterno rito de la boda.Este rito universal e inmutable, momento culminante de la vida de la pareja y, por extensi¨®n, del peque?o universo que te rodea, sirve a Altman para ofrecernos un friso vivo de divertidos personajes que entre el humor y la s¨¢tira, acabar¨¢n fijando con buen trazo el perfil m¨¢s significativo de una sociedad ya sugerida desde otros ¨¢ngulos, en relatos anteriores.
Un d¨ªa de boda
Gui¨®n de Jhon Considine, Patricia Resnic, Allan Nicols y Robert AItman. Direcci¨®n de Robert AItman. Int¨¦rpretes: Vittorio Gasman, Geraldine Chaplin, Lillian Gish, Mia Farrov, Carol Burnet, Viveca Lidford. Comedia. Humor. EEUU. 1978. Local de estreno: Azul
Sin embargo, en esta ocasi¨®n, la burla se transforma y crece haciendo luz sobre los casi cincuenta personajes que animan la historia, una luz m¨¢s bien discreta o risue?a, que roza lo macabro, como en el caso de la abuela muerta que recuerda, por cierto, alg¨²n otro filme anterior de Berlanga en torno a una parecida ceremonia.
No es un humor amargo el que se pone en marcha aqu¨ª en esta ocasi¨®n, sino un perfecto mecanismo, un plan bien acordado, llevado adelante desde el primer fotograma y que no se detendr¨¢ hasta dejarnos a solas con los personajes, con su real dimensi¨®n, una vez la fiesta concluida.
Hasta entonces una serie de intrigas inocentes, de rencores familiares, de fantas¨ªas nunca llegadas a realizar, van sucedi¨¦ndose, revelando un ambiente puritano que, liberado por un d¨ªa, volver¨¢ a sus antiguas represiones, encerrado en su propia soledad y sus limitaciones, frente al mundo desde?oso de los j¨®venes.
Ciertas situaciones no son del todo nuevas, como el pretexto de la pel¨ªcula en s¨ª; tampoco suponen ning¨²n hallazgo original alguno de los muchos gags con los que los guionistas animan el correr del d¨ªa, pero Altman ha sabido remozarlos al amparo de algunos personajes nuevos y actuales como los encargados de la seguridad de la casa, mezcla de polic¨ªas y lacayos, o la organizadora de la ceremonia, muy bien interpretada por Geraldine Chaplin.
Altman, en esta comedia, m¨¢s all¨¢ de la pura diversi¨®n, con un oficio excelente, se nos muestra a la altura de los cl¨¢sicos del g¨¦nero, ofreci¨¦ndonos un ejemplo m¨¢s de ese cine tradicionalista encomendado a los buenos artesanos de Hollywood. Por encima de m¨¢scaras y t¨®picos, su an¨¢lisis va m¨¢s all¨¢ de la mera superficie jugando la baza fundamental de una serie de actores ya conocidos o nuevos, manteniendo en pie la historia hasta el final y sacando a la luz una galer¨ªa pintoresca, tradicional en la literatura americana.
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