Recitales de Claudina y Alberto Gambino
Claudina y Alberto Gambino se presentaron el pasado viernes en el teatro Alcal¨¢ Palace, de Madrid. Cuando los Gambino llegaron a Espa?a, hace ya unos cinco a?os, su paso por locales de folk suramericano como La Tolder¨ªa supuso la introducci¨®n en Espa?a de una canci¨®n popular casi desconocida para la mayor¨ªa, debido a los cuidados de una censura que tambi¨¦n se ceb¨® en ellos. Desde entonces han editado cinco elep¨¦s de canciones propias y ajenas (uno de ellos totalmente consagrado a Georges Brassens en adaptaciones propias) y Alberto ha producido discos para Labordeta, Carlos Cano o La Fanega, y ahora Benedicto y Elisa Serna.El recital del viernes fue una magn¨ªfica muestra del camino que debe recorrer la canci¨®n popular para ser algo m¨¢s que un alegato repetitivo y mon¨®tono contra unas situaciones injustas. No puede decirse que Claudina y Alberto tengan una postura poco clara frente a la opresi¨®n en su propio pa¨ªs (Argentina) ni poco solidaria con respecto a otros pueblos, ll¨¢mense chilenos o espa?oles. Y, sin embargo, su repudio a la opresi¨®n viene en unas canciones en las que el odio s¨®lo surge como obst¨¢culo para el amor, no para regodearse en ¨¦l; en las cuales la tristeza no es (porque no puede ser) perenne y se ve matizada por la alegr¨ªa o la juerga. Los Gambino hacen una canci¨®n humana, no malhumorada, profundamente positiva, de mirar hacia delante, de decir las cosas sin imponerlas, sin tratar de que sus oyentes mantengan ese estado falsamente severo, grave y culpable que se consideraba necesario en los ejercicios espirituales.
Pero es que, adem¨¢s, art¨ªsticamente, los Gambino son muy buenos. Cada uno de sus discos hasta el momento (y cada uno de sus recitales) son diferentes, en una b¨²squeda constante desde el punto de vista musical. La voz de Claudina, de un registro y una limpieza nada normales, se ve potenciada por los arreglos de Alberto, aunque en este caso no qued¨® demasiado claro el papel de Luis Fatas (saxo y flautas). De esta forma, entre desenfadada y agresiva, cantaron canciones de composici¨®n propia de diferentes pa¨ªses y autores de Am¨¦rica, de Brassens... Se escucharon en la voz de Ana Pellegrin-poemas de Nicol¨¢s Guill¨¦n o Le¨®n Felipe.
El recital fue magn¨ªfico, malgr¨¦ unos peque?os fallos de sonido que, sin embargo, impidieron que la gente se relajara como hubiera sido de desear. En todo caso no se sal¨ªa del teatro con una terrible, y en el fondo negativa, conciencia de culpa, sino sabiendo muy bien lo que los Gambino hab¨ªan querido decir, mientras dejaban un buen sabor de boca.
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