Las bellas y los h¨¦roes
El Oeste americano ha servido, en numerosas ocasionesconto fondo a historias de humor, tanto en el cine como en la literatura. Incluso aqu¨ª, en Europa, realizadores como Ferreri, al igual que Aliman al otro lado del Atl¨¢ntico, intentaron la desmitificaci¨®n de sus tipos y h¨¦roes.La mayor¨ªa de tales intentos resultaron fallidos, quiz¨¢ por demasiado intelectuales, pites ya se sabe que para destruir un mito o un personaje es preciso un estilo parecido, cuando no una categor¨ªa semejante. Por ello quiz¨¢ nos quede en el recuerdo aquel famoso filme de los hermanos Marx y alg¨²n otro de resultados mucho menos brillantes.
Frank D. Gilroy no raya a tal altura, por supuesto, pero es un h¨¢bil comedi¨®grafo, capaz de crear situaciones ingeniosas, de una cierta iron¨ªa, que si a veces se evapora, no es por su culpa enteramente. Con otro filme ya a su espalda, asume en ¨¦ste por segunda vez la direcci¨®n y hay que decir que en ¨¦l los resultados se evidencian buenos en sus dos terceras partes.
Sucedi¨® entre las doce y las tres
Director. Frank D. Gilroy. Seg¨²n gui¨®n y novela de mismo. Int¨¦rpretes: Charles Bronson, Jill Ireland. EEUU. Color. 1976. Local de estreno: Luchana.
A partir de una pareja de personajes excelentes, su comedia se desarrolla con gracia y, buen ritmo, recorriendo los viejos t¨®picos del Oeste en un estilo original que se aparta de los caminos m¨¢s trillados del g¨¦nero.
Toda la historia del amor entre los dos protagonistas y su gama de consecuencias posteriores se halla dada desde un punto de vista humano y real, con una mezcla de -soterrado regocijo que constituye en s¨ª el mayor aliciente de la historia. Hay como una especial complicidad con el espectador, que ¨¦ste acepta casi en su totalidad, salvo en la parte final, cuando el filme se encamina hacia el desenlace por caminos un tanto conocidos.
El resto, sin embargo, que viene a ser casi su totalidad, sorprende en su novedad, con su. gracia indudable e incluso con la leve cr¨ªtica que suele desprenderse de relatos tales. No deja de llamar la atenci¨®n tambi¨¦n el hecho de que aparezca realizado muy a la medida de sus intenciones, y si algo hay que achacar en su contra no es culpa de su realizador, sino de los dos protagonistas principales, marido y mujer en vida y amantes en la ficci¨®n de la pel¨ªcula.
Uno y otro, Jill Ireland sobre todo, no van en su arte m¨¢s all¨¢ de una buena fotogenia. Y es una pena porque personajes en los que la iron¨ªa roza a la vez el humor y el drama, la poes¨ªa de lo vulgar y la exaltada pasi¨®n de los h¨¦roes, necesitan precisamente de actores mucho m¨¢s ricos de matiz, no esta pareja donde s¨®lo brilla a medias ese don especial de los grandes, capaces de mantener una situaci¨®n con un solo adem¨¢n con su sola presencia.
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