La comarca catalana adquiere rango legal en 1936
Los decretos de la Generalidad de Catalu?a de 27 de agosto y de 23 de diciembre de 1936, por primera y ¨²nica vez, hicieron corresponder la realidad popular, la comarca, a la ordenaci¨®n legal del territorio de Catalu?a. Para ello hab¨ªa sido necesario el trabajo, durante cinco a?os, de una ponencia ad hoc.
Los trabajos de dicha ponencia partieron de una encuesta a la que fueron sometidos todos los municipios de Catalu?a. Se les pregunt¨® respecto a qu¨¦ comarca cre¨ªan que pertenec¨ªa su localidad y a qu¨¦ mercados asist¨ªan sus habitantes. Tambi¨¦n se estudi¨® la trascendencia de los partidos judiciales, mucho m¨¢s racionales que la divisi¨®n provincial, por cuanto que las localidades cabeza de partido sol¨ªan ser las mismas en que se celebraban los mercados.
La ponencia realiz¨® su trabajo de forma eficaz y partiendo de criterios cient¨ªficos, que, con el paso del tiempo, aparecen como profundamente modificables. Por ejemplo, consider¨® conveniente que desde cualquier pueblo de una comarca se pudiera ir, y volver en un mismo d¨ªa a la capital de la misma. Tambi¨¦n intent¨® que, por razones de econom¨ªa, el n¨²mero de demarcaciones fuese m¨ªnimo.
El resultado fue la instauraci¨®n de 38 comarcas, agrupadas en nueve divisiones supracomarcales, denominadas veguer¨ªes (divisi¨®n de origen medieval). Una y otra demarcaci¨®n recog¨ªan dos fen¨®menos diferentes. La comarca respond¨ªa b¨¢sicamente a la realidad agr¨ªcola, geogr¨¢fica, econ¨®mica y demogr¨¢fica. La veguer¨ªa respond¨ªa preferentemente a un sustrato hist¨®rico estatal de origen romano. La existencia de dos grados de demarcaci¨®n permit¨ªa al poder pol¨ªtico escoger el nivel de actuaci¨®n, en funci¨®n del fin perseguido y del tema considerado.
Primer planteamiento democr¨¢tico
No es extra?o que la promulgaci¨®n de una divisi¨®n comarcal de origen popular fuese paralela a la revoluci¨®n social que se inici¨® en Catalu?a el 19 de julio de 1936. Como tampoco hay que extra?arse de que el 14 de abril de 1931 hubiese implicado un planteamiento democr¨¢tico de la ordenaci¨®n del territorio.
Llegados a este punto es precisa una reflexi¨®n gen¨¦rica. Por v¨ªa inductiva vemos c¨®mo toda revoluci¨®n o cambio social profundo ha generado autom¨¢ticamente una nueva divisi¨®n territorial. Ah¨ª est¨¢n la Francia de 1789, la Rusia de 1917 y la China de 1949, entre la infinidad de ejemplos posibles. Un caso curioso es ver c¨®mo incluso la reforma hoy en curso en Espa?a establece constitucionalmente la comunidad aut¨®noma. En sentido opuesto a los indicados tambi¨¦n destaca el salvaje destrozo de las culturas africanas por el colonialismo, al crear pa¨ªses artificiales y, por esa raz¨®n, ingobernables. Por v¨ªa deductiva es f¨¢cil constatar que el derecho de toda persona a identificarse con una parte del territorio que le rodea es algo b¨¢sico e inalienable.
El rechazo de la provincia
Todas las fuerzas democr¨¢ticas y catalanistas reivindicaron, desde la ilegalidad a las que les someti¨® la dictadura franquista, el restablecimiento de las comarcas, al tiempo que expresaban su absoluta falta de aprecio por la centralizadora provincia, palabra que habitualmente era citada entre comillas en la prensa clandestina. Al mismo tiempo, los partidos y organizaciones sindicales (PSC, PSUC, CCOO, etc¨¦tera) establecieron desde siempre su organizaci¨®n interna en base a la divisi¨®n comarcal instituida en meramente bajo la Segunda Rep¨²blica.
Hechos concretos acreditan,que el rechazo del concepto de provincia es un¨¢nime en Catalu?a. As¨ª, incluso bajo el franquismo, catalanes del r¨¦gimen desaparecido, como Santiago Udina Martorell, subsecretario de Obras P¨²blicas con Silva Mu?oz, expresaron tantas veces como fueron preguntados su repudio de la divisi¨®n provincial.
La realidad objetiva del problema, la clara postura de las fuerzas antifranquistas -vencedoras en Catalu?a el 15 de junio- y la tradici¨®n hist¨®rica apuntaban en favor de que el tema de la divisi¨®n comarcal fuese r¨¢pida y claramente planteado por la Generalidad provisional de Catalu?a, desde sus primeros d¨ªas de existencia, tal y como sucedi¨® en 1931. Pero, por desgracia, las cosas han sido as¨ª, con lo cual el problema -aparecido ahora en su vertiente menos generosa, la electoral- puede generar tensiones populares y violentas comparables a las que hace a?os se produjeron en Italia, al ser establecida una nueva divisi¨®n territorial.
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