La hora de la fantas¨ªa
El cine de Fellini deriva, cada vez m¨¢s en sus ¨²ltimos filmes, hacia el puro espect¨¢culo. Es dif¨ªcil saber si el realizador escogi¨® la figura de Casanova justamente para desarrollar su fantas¨ªa o si, tal como afirma, se encontr¨®, una vez firmado el contrato, con un personaje vac¨ªo, superficial, incapaz de sostener sobre sus hombros una colosal o meditada biograf¨ªa. El caso es que la vida de aquel gran amador, embustero, estafador, desde?ado y a la vez favorecido por la nobleza de su tiempo es suficientemente conocida en general como para no hacerse demasiadas ilusiones al respecto y aun sus memorias exaltaci¨®n de la energ¨ªa vital, c¨ªnico alarde de realidad y petulancia, dan para poco m¨¢s que un buen filme de aventuras galantes seg¨²n el gusto del director que las realice.As¨ª, de esa famosa historia de su vida han salido comedias y novelas para el gusto especial de cada ¨¦poca y as¨ª el cine, seg¨²n el estilo de cada d¨¦cada tambi¨¦n, se ha inclinado por la pura an¨¦cdota, el cuadro de costumbres, la juventud del famoso veneciano o sus ¨²ltimos d¨ªas, convertido en bibliotecario del dux de Bohemia.
Casanova
Gui¨®n de Federico Fellini y Bernardino Zapponi. Direcci¨®n: Federico Fellini. Fotograf¨ªa: Giuseppe Rotunno. Decorado y vestuario: Danilo Donati. M¨²sica: Nino Rota. Int¨¦rpretes: Donald Sutherland. Espectacular. Italia-Francia-Alemania. Local de estreno: Urquijo.
Fellini ha tomado al personaje por entero, lo ha alzado sobre una magn¨ªfica tramoya y nos lo ofrece fr¨ªo, desorbitado, gimnasta del amor antes que amante verdadero, grotesco en el rostro como un personaje de Quevedo. A¨²n m¨¢s que retratar, tambi¨¦n prefiere sugerir, deformar, simbolizar. As¨ª en sus continuas aventuras de alcoba, le hace acompa?ar de un p¨¢jaro mec¨¢nico que parece medir con su ojo obsceno y fr¨ªo los impulsos er¨®ticos del amo. Es su s¨ªmbolo un aviso de que la poes¨ªa de los antiguos relatos de Fellini no se halla aqu¨ª, su iron¨ªa transformada esta vez de sa?a especial en agria fantas¨ªa con que el autor arremete contra instituciones, personajes, modas que se dir¨ªa a la vez odia y admira. En el duelo Casanova-Fellini, el realizador ha desplazado al ilustre amador. No pod¨ªa ser de otro modo. Ser¨ªa dif¨ªcil imaginar un filme del ¨²ltimo Fellini en el que no acabara por erigirse en exclusivo protagonista. Y, sin embargo, en esta confrontaci¨®n, una vez el personaje definido, ni el veneciano ni el autor consiguen salir a flote en definitiva, aplastados por el gran aparato de decorados, figuraci¨®n, luces y trajes.
Este juego de artificio montado a base de millones, ins¨®lito, algo f¨²nebre tambi¨¦n, barroco y decadente, pat¨¦tico, a la postre, tiene momentos, sin embargo, en los que su gran maestro mayor de puesta en escena raya a la altura de sus filmes mejores, en secuencias como la de la Corte de Mantua, dividida entre espa?oles enlutados y alegres italianos ante el ballet de los eunucos cantores, tan s¨®lo comparables con la bacanal de la posada suiza, el torneo de resistencia en el amor o la peque?a obra mestra de la mu?eca mec¨¢nica, verdadero alarde de sutileza y poes¨ªa.
Afirmar que el filme carece de progresi¨®n dram¨¢tica o de vida es no querer entenderlo tal cual es, tan gratuito como compararle con otras biograf¨ªas. ?Qu¨¦ importa qui¨¦n fuera realmente Casanova? Quien necesite satisfacer tal curiosidad tiene a su alcance las p¨¢ginas del libro. Reconstruir una vida est¨¢ al alcance de cualquiera; recrear una ¨¦poca, interpretarla desde un punto de vista personal, es privilegio de unos pocos atentos a los caminos actuales del cine y aun del teatro, en estos tiempos torpes para los que no acaba de sonar la ansiada hora de la fantas¨ªa.
Babelia
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