Meditaci¨®n sobre el presente
LAZARO CONDE MONGOLos lamentables incidentes protagonizados en fechas recientes por un reducido n¨²mero de militares est¨¢n dando lugar a todo tipo de comentarios y especulaciones. Es natural. El inter¨¦s y la preocupaci¨®n de la sociedad por la instituci¨®n militar es consecuencia l¨®gica de su importancia. A los militares profesionales esa circunstancia nos estimula y nos alienta en el cumplimiento de nuestros deberes cotidianos. Porque somos conscientes de queen primer lugar nuestra profesi¨®n nos obliga a servir a la sociedad en que estamos incardinados.Por todo ello es muy penoso para todos nosotros reconocer que la inconsciencia de ese reducido n¨²mero de nuestros compa?eros puede ofrecer una imagen del Ej¨¦rcito que no se corresponde con la realidad. Nuestra postura no puede ser otra que el rechazo m¨¢s firme hacia actitudes as¨ª. Sin que quepa la m¨¢s m¨ªnima duda que pudiera dar pie a interpretaciones gratuitas. Sentimos en nuestra carne las grav¨ªsimas consecuencias que puedan derivarse de los hechos acaecidos para quienes los han interpretado, pero por encima de nuestros sentimientos est¨¢ el sentido del deber y la irrenunciable lealtad a un mando con el que nos encontramos plenamente identificados.
Parece conveniente, no obstante, hacer algunas consideraciones que contribuyan a esclarecer, desde una ¨®ptica particular, la postura de los componentes del Ej¨¦rcito ante hechos como los que se comentan. Las disposiciones sobre libertad de expresi¨®n en las Fuerzas Armadas nos dan opci¨®n a todos sus integrantes a expresar nuestros puntos de vista dentro de unos l¨ªmites razonables que todos aceptamos con el mejor talante.
Debo manifestar, porque es de justicia hacerlo, que la mayor parte de las fuerzas sociales y pol¨ªticas, as¨ª como los medios de comunicaci¨®n, reconocen sin ambages el impecable papel que el Ej¨¦rcito est¨¢ desempe?ando en la dif¨ªcil transici¨®n que est¨¢ llevando a cabo el pueblo espa?ol por su propia voluntad, expresada en su momento por abrumadora mayor¨ªa. Tambi¨¦n es conveniente resaltar, una vez m¨¢s, el patriotismo y el sentido de la historia de quien desde el primer momento de su reinado se erigi¨® en timonel de una empresa tan noble como necesaria, tan arriesgada como sublime: terminar para siempre con el enfrentamiento de las dos Espa?as, asumiendo el pasado sin complejos y poniendo a su patria en v¨ªas de su definitiva reconciliaci¨®n. El Ej¨¦rcito se honra y se enorgullece de estar a las ¨®rdenes de Su Majestad el rey don Juan Carlos I.
Ser¨ªa, por tanto, tremendamente injusto que ante esta evidencia pudiera fraguar, debido a hechos tan lamentables como irrelevantes, la sospecha de que el Ej¨¦rcito mantiene reservas sobre la transici¨®n que est¨¢ a punto de culminar y la aceptaci¨®n de la Constituci¨®n que el pueblo va a darse ¨¢ s¨ª mismo. El aval lo proporcionan las constantes manifestaciones que en este sentido se hacen desde los niveles m¨¢s altos de la jerarqu¨ªa militar. Claro est¨¢ que el pueblo soberano desconf¨ªa a veces de los pronunciamientos solemnes y, por tanto, no est¨¢ de m¨¢s, a mi manera de ver, que desde otros niveles mucho m¨¢s modestos se emitan opiniones concordantes. Por supuesto, sin representar m¨¢s que a quien las emite, tratando de sacar a la luz unos argumentos que si pudieran rebatirse tal vez indujeran a guardar silencio. Pienso humildemente que aportaciones as¨ª pueden contribuir a consolidar un estado de opini¨®n que l¨®gicamente propende al escepticismo, al estar sufriendo la totalidad de la ciudadan¨ªa los m¨¢s innobles y criminales embates.
En el momento presente, las posiciones est¨¢n perfectamente definidas. La comunidad nacional la componemos una inmensa mayor¨ªa de ciudadanos que, plenamente conscientes de su responsabilidad personal y colectiva, han escogido con el mayor entusiasmo el tipo de convivencia que desde el primer momento de su reinado les ofreci¨® el Rey de todos los espa?oles. Pudo ser de otra forma. Pero venturosamente ha sido as¨ª; es as¨ª. Frente a esta mayor¨ªa se sit¨²an quienes pretenden negar la evidencia, quienes, no aceptan la realidad, quienes contribuyen a ocultarla, distorsionarla y enmascararla, viendo s¨®lo el aspecto negativo de los hechos y haciendo alarde de un dogmatismo gratuito basado siempre en verdades medias, que son la peor de las mentiras. Todos ellos incurren en una grav¨ªsima falta de solidaridad, que genera tensiones que pueden acarrear imprevisibles consecuencias.
Evidentemente, el frente de rechazo presenta, a su vez, dos caras. Por una parte est¨¢n los cobardes asesinos que han escogido la v¨ªa del terrorismo para efectuar las m¨¢s absurdas reivindicaciones, precisamente en el momento en que en nuestro pa¨ªs se reconocen plenamente todos los derechos de una sociedad libre, evolucionada y abierta, en la que caben todas las opciones, excluida, naturalmente, la que trata de destruir por la fuerza la existencia de tales sociedades.
Utilizando distintos procedimientos, pero persiguiendo lamentablemente id¨¦nticos fines desestabilizadores, se sit¨²an los que desear¨ªan hacer del ejercicio del poder un monopolio exclusivo en el que no tuvieran cabida m¨¢s que quienes sustentan sus particulares puntos de vista. Para ello apelan a los sentimientos m¨¢s nobles y m¨¢s sagrados, manipul¨¢ndolos burdamente en su propio beneficio.
Las consideraciones precedentes tienen por finalidad llamar la atenci¨®n sobre un hecho lamentable: la provocaci¨®n al Ej¨¦rcito. Ante esta evidencia no cabe la ambig¨¹edad. De ah¨ª la inequ¨ªvoca postura de nuestro ministro de Defensa al repetir una y otra vez que el Ej¨¦rcito no caer¨¢ jam¨¢s en tal provocaci¨®n.
Hago esta meditaci¨®n sobre el presente, al comentar unos hechos que indudablemente da?an la imagen del Ej¨¦rcito, en mi condici¨®n de soldado profesional, al cumplir veinticinco a?os de servicio ininterrumpido a mi patria. En momentos como los que vivimos, acosados por un flanco por el terrorismo irracional, y por el otro, por la m¨¢s irresponsable inconsciencia, es obligado proclamar nuestra fe en el futuro. El privilegio de mandar durante muchos a?os a soldados del reemplazo, a alumnos de academias militares y a aspirantes a oficiales y suboficiales de complemento, me permite afirmar rotundamente que esta fe en el futuro se fundamenta en el conocimiento de un pueblo admirable que al recuperar su soberan¨ªa est¨¢ dispuesto a asumir gozosa y libremente sus propias responsabilidades.
Al evocar las numerosas ocasiones en que al frente de esos hombres he lanzado desde lo m¨¢s hondo el inigualable grito de ?Viva Espa?a! para recibir la ense?a que simboliza y compendia nuestras mejores esencias, siento el sano orgullo de ser ciudadano y soldado de una naci¨®n que inicia una nueva singladura hist¨®rica con la esperanza fundada de consolidar la convivencia fraterna a la que todos justamente aspiramos.
Cuando previsiblemente, en fecha ya muy pr¨®xima, el pueblo acoja jubiloso el nacimiento de la nueva era, con la garant¨ªa absoluta que ofrece quien ostenta la Jefatura del Estado, no deber¨¢ caber la menor duda de que el Ej¨¦rcito como instituci¨®n y todos y cada uno de sus componentes aceptaremos agradecidos a nuestro pueblo la misi¨®n sublime que nos encomienda la Constituci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.