O Constituci¨®n o Franco
Se ha citado a Valle-Incl¨¢n para minimizar la envergadura del frustrado cuartelazo del pasado d¨ªa 17. Como si la referencia a la literatura o la aplicaci¨®n del adjetivo esperp¨¦ntico fuera a aventarnos una realidad molesta. Flaca referencia, en verdad, pues no se olvide que La hija del capit¨¢n es una met¨¢fora perfectamente real del golpe de Estado que dio origen a la dictadura de Primo de Rivera, y que los tres vol¨²menes de El Ruedo Ib¨¦rico nos acercan a la realidad del reinado de Isabel II con m¨¢s eficacia que todos los tratados de historia. La abortada intentona del teniente coronel Tejero y sus compinches podr¨¢ ser esperp¨¦ntica y, desde luego, lo parece. No por ello deja de ser la parte visible de un panorama inquietante. Al fin y al cabo, vida y literatura se confunden, y la agon¨ªa y muerte de Franco super¨® todo esperpento habido y por haber de Valle-Incl¨¢n a Garc¨ªa M¨¢rquez.El que Franco no haya resucitado al tercer a?o no quiere decir que no resucitar¨¢ jam¨¢s. Franco muerto ya es historia -habi¨¦ndola perdido-, pero sigue formando parte de nuestras pesadillas, de nuestros demonios familiares. El pasado forma parte del presente, y la ¨²nica manera de borrarlo es precisamente cambiando de presente. El fantasma del golpe de Estado que estos d¨ªas, en v¨ªsperas del refer¨¦ndum constitucional, recorre Espa?a, se ha corporeizado en una intentona descabellada cuyo sentido, hoy por hoy, se nos esconde. Algunos la denominan vacuna. ?No ser¨¢ m¨¢s bien un globo-sonda?
Lo malo es que posiblemente estamos en medida de poder ser nosotros quienes otorguemos a este delito de lesa patria su verdadero sentido. Pensar que esta intentona lamentable es la demostraci¨®n de la imposibilidad de un golpe puede ser un diagn¨®stico, una t¨¢ctica o un simple deseo. Creer que haya podido crear los anticuerpos necesarios para resistir acontecimientos posteriores es una cuesti¨®n de fe. Mas parece ineluctable pensar que si no se reacciona con la necesaria firmeza quedar¨¢ abierto el camino hacia otras intentonas similares en un futuro m¨¢s o menos pr¨®ximo. La noticia salt¨® a la luz un s¨¢bado y ya el domingo la prensa publicaba una informaci¨®n bastante completa sobre el cuartelazo. Y las decenas de miles de nost¨¢lgicos de Franco que se reunieron aquella misma ma?ana en la plaza de Oriente no estaban precisamente sintiendo los efectos de una vacuna, sino los de una espoleta.
Por eso yerran quienes piensan, por respeto al Ej¨¦rcito, que minimizar los hechos es ayudarle a borrar toda posible mala conciencia por el hecho de que los surgieron de su seno. Se trata de un falso respeto que al mismo tiempo se presenta como una coartada para no enfrentar el problema de frente. El futuro de Espa?a no puede depender de la arrogancia y ceguera de unos falsos espadones que ni siquiera han sabido leer a Malaparte. Si un complot tan disparatado, pero no por ellos menos criminal, ha podido detener el aliento de la naci¨®n, provocando un suspense que no por ser de opereta deleznable ha dejado de conjurar los m¨¢s sangrientos demonios del pasado, se debe a que nuestra comunidad comporta en su interior los S¨¦rmenes de la enfermedad que se trata de erradicar.
Y no es conveniente cerrar los ojos: hay que enfrentarse al tema de manera radical y exigir del Gobierno firmeza contra la indisciplina y rigor en el castigo. Pero el rigor parece que se ejerce sobre todo en una sola direcci¨®n, como lo atestiguan los casos de Els Joglars y el actor Sagaseta, severamente condenados, mientras un militar que niega el saludo al jefe del Gobierno sufre un arresto de tres meses simplemente o las soflamas alucinadas del conocido notario madrile?o Pi?ar L¨®pez y sus enfervorizados corifeos especulando sobre la muerte del jefe del Estado o un levantamiento militar se pasean impunes a lo largo de nuestra maltrecha geograf¨ªa. La moderaci¨®n, prudencia o timidez, factores determinantes del consenso, nos han tra¨ªdo de puntillas hasta las puertas de la democracia, mientras sus enemigos hacen resonar sonoros taconazos y el entrechocar de sus espadones.
Existe en nuestro pa¨ªs un sector de relativa importancia que contrarresta su inferioridad num¨¦rica merced al usufructo de los privilegios heredados del pasado y que sirve de plataforma de apoyo y base de lanzamiento a estas intentonas de imponer la sinraz¨®n de la fuerza a las aspiraciones del conjunto del pueblo. Sus t¨¢cticas son dos: o el enfrentamiento directo y el compromiso virulento en contra de todo sistema democr¨¢tico, o bien la m¨¢s insidiosa de ejercer una cr¨ªtica violenta aparentemente dirigida contra el Poder, pero en realidad intentando desacreditar el proceso democr¨¢tico en su conjunto. Cuando el notario Pi?ar L¨®pez enarbola el fantasma de la guerra civil, al menos se le ve venir. Pero cuando otras voces, que en apariencia dicen respetar la democracia, ejercen sistem ¨¢ticam ente un catastrofisnio total, blandiendo cantidades tan heterog¨¦neas como el aumento del paro, el incremento de la criminalidad o la crisis econ¨®mica, culpabilizando del terrorismo no a los terroristas sino al Gobierno o a los partidos democr¨¢ticos, responsabilizando del frustrado golpe de mano militar no a los golpistas, sino al Poder que los contuvo, hay que saber separar el grano de la paja y establecer lo que diferencia la cr¨ªtica de la maniobra escondida contra la democracia. Quienes utilizan la primera de estas dos t¨¢cticas son los golpistas en potencia. Los de la segunda, su necesario apoyo log¨ªstico.
La enfermedad, el c¨¢ncer que Espa?a ha heredado de ocho lustros de guerra civil y dictadura, se apoya, por ¨²ltimo, en otro morbo: la falta de educaci¨®n democr¨¢tica del pueblo. No es de extra?ar, tras una larga dictadura, que ha acbstumbrado a la colect¨ªvidad a usos v h¨¢bitos colectivos de pasividad y comodidad, de escepticismo y resignaci¨®n. El r¨¦gimen de Franco ha limado la conciencia civil de la comunidad, ha embotado nuestra sensibilidad colectiva, ha exacerbado la tentaci¨®n del absentismo, la dejaci¨®n de responsabilidades y la coartada de los impotentes: ejercer un ir¨®nico esp¨ªritu cr¨ªtico de car¨¢cter privado, absolutamente inoperante.
Esta falta de esp¨ªritu democr¨¢tico, de educaci¨®n moral para la democracia, da lugar, adem¨¢s, a cierto desencanto, a un pasotismo juvenil inquietante y a un desconocimiento resignado que es preciso atajar. Tres ejemplos: en el primer grado se oye la siguiente frase: ?Yo ya he votado a Felipe y a Santiago. Ya est¨¢n ah¨ª, han ganado en las elecciones y ocupan sus esca?os. Cobran del Estado y ?qu¨¦ han hecho?? En este primer nivel se muestra la ignorancia de lo que es la democracia, pues si es cierto que lo hecho no es directamente palpable, no lo es menos que la Oposici¨®n, si bien ejerce presi¨®n sobre el Poder, no es el Poder. Segundo ejemplo: el pueblo vive peor que antes, la crisis econ¨®mica no se resuelve, los salarios no crecen, la inflaci¨®n contin¨²a, aunque aminorada, y el paro es sentido por el pueblo con mayor intensidad que la mejora de la balanza de pagos: ??Para qu¨¦ votar, entonces? ?Qu¨¦ ha hecho la democracia?? A ¨¦stos habr¨ªa que responderles, acostumbrados como est¨¢n a la pasividad del totalitarismo: ?Y qu¨¦ ha hecho usted por la democracia, aparte de votar? Y tercer ejemplo: ?Hay que pasar de todo, nada puede arreglarse, una Constituci¨®n no es m¨¢s que un papel, y su promulgaci¨®n no har¨¢ que cambien las conductas, ni que se modifiquen las relaciones de fuerzas.? Bien: a quien pasa de todo, todo le pasar¨¢ por encima. Rogad para que no sean las ruedas de los tanques.
La democracia no ser¨¢ posible en Espa?a sin el apoyo activo de la comunidad. No basta entonces con la mera pasividad, aunque suponga la aceptaci¨®n. Ni bastar¨¢ tampoco con votar cuando nos convoquen. Nuestra democracia est¨¢ naciendo, es fr¨¢gil y corre tanto m¨¢s peligro cuanto m¨¢s poderosos son sus enemigos. Hay que cerrar filas frente a ellos, adoptando una actitud positiva, activa, despertando el sentido moral colectivo, la responsabilidad solidaria frente a los enemigos de la libertad. Habr¨¢ tambi¨¦n que apretarse el cintur¨®n y abandonar las excelencias te¨®ricas para defender el peque?o camino que se ha recorrido. Es de noche por ahora. hace fr¨ªo y todav¨ªa estamos sin Constituci¨®n. ?La Constituci¨®n? Naturalmente que hay para todos los gustos, que no es perfecta, que es un pacto posibilista que puede defraudar a muchos. Pero no hay que so?ar con revoluciones y utop¨ªas. El dilema no es ahora el de los grandes temas latentes, que han quedado obviados, apartados en la caja de Pandora de los grandes problemas nacionales. Pero ya no es posible detenerse para abrir la caja, instaurar la pol¨¦mica entre monarqu¨ªa y rep¨²blica, socialismo y capitalismo, laicismo, feminismo, vida familiar o no, libertad de ense?anza y as¨ª sucesivamente. Pues entonces se corre el riesgo definitivo, el de ver interrumpido el camino.
Si el refer¨¦ndum constitucional no obtiene un apoyo masivo, en defensa, no tanto de esta Constituci¨®n sino de la necesidad de una Constituci¨®n, que proclame la decidida y radical voluntad nacional en favor de la libertad y la democracia, la puerta quedar¨¢ abierta para el retroceso, para que el fantasma macabro de Franco entre una vez m¨¢s a sangre y fuego para sojuzgar a nuestro pa¨ªs, que definitivamente habr¨¢ elegido las cadenas.
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