Los vencidos piden la palabra
El r¨¦gimen de Franco, ya en agon¨ªa, entr¨® en coma por sobredosis de pared¨®n. Cinco j¨®venes espa?oles eran fusilados el 27 de septiembre de 1975. D¨ªas antes, una delegaci¨®n de siete personalidades francesas, presidida por el actor Ives Montand, fue devuelta a su pa¨ªs tras intentar en vano hablar con alguna autoridad espa?ola y convocar una rueda de prensa, interrumpida por la polic¨ªa. Ives Montand s¨®lo pudo entregar un documento en petici¨®n de clemencia para los condenados a muerte, que corri¨® la misma suerte de los tres mensajes del Vaticano y las numerosas gestiones espa?olas e internacionales.Se proh¨ªbe entonces una homil¨ªa del obispo Iniesta, en la que rechaza la pena de muerte por anticristiana. Varios. gobernadores civiles imponen sustancialmente multas a los sacerdotes que piden una oraci¨®n por los fusilados o a los que se solidarizan con la pastoral de Iniesta: bien est¨¢ comentar el Evangelio, pero hacer consideraciones sobre el valor de la vida es politizar la palabra de Dios.
De este friso mortal del d¨ªa 27 queda en la retina la imagen de Txiki en el ata¨²d, con el jersey agujereado, en un pat¨¦tico escorzo como el Cristo de Mantegna.
El franquismo sigue pudri¨¦ndose y, a final de septiembre, se descubre en Colmenar Viejo el cad¨¢ver mutilado de Jos¨¦ Mar¨ªa Rosado, hombre de negocios malague?o con vinculaciones de los grupos financieros y las inmobiliarias de la Costa del Cara al Sol. Rosado amenaz¨® con alguna denuncia escandalosa. Meses antes, el presidente del M¨¢laga, CF, habl¨® un d¨ªa de tirar de la manta en asuntos parecidos; sus jugadores, el domingo siguiente, saltaron al campo con brazaletes negros.
Y que no decaiga la paz franquista. El 1 de octubre matan a cuatro polic¨ªas en Madrid. Varios abogados interponen querellas criminales por lesiones de sus detenidos en la DGS. Los j¨®venes intelectuales que habitualmente rodean a algunos l¨ªderes de la ultraderecha entran en la facultad de Letras de Zaragoza a mamporro limpio, con el fin de salvar la civilizaci¨®n cristiana. Dos de los alumnos que intentan defenderse son detenidos por la polic¨ªa. Ese mismo d¨ªa, 5 de noviembre, otro comando irrumpe en el despacho del abogado Mu?oz Salvadores y propina una sangrienta paliza a los reunidos: varios abogados y dos periodistas venezolanos. Mu?oz Salvadores no tiene su despacho en Atocha, pero los que le mandan molido al hospital van con guantes negros, m¨¢scaras de cuero, metralletas, silenciadores y gas lacrim¨®geno en spray.
Se sigue matando en el Pa¨ªs Vasco. Aumenta el n¨²mero de espa?oles sin pasaporte. El 15 de noviembre se inician las redadas policiales y las detenciones de madrugada de los l¨ªderes de grupos izquierdistas.
A las 4.28 de la ma?ana del d¨ªa 20 de noviembre salta la noticia desde la UVI 132 de La Paz: Franco ha muerto. Se pod¨ªa morir. Los que nacimos durante la guerra espa?ola y la mundial no conocimos otra cosa en nuestros treinta o cuarenta a?os de vida. La vida empieza a los cuarenta (a los cuarenta a?os de paz). Hay que ser optimistas y pensar, como Woody Allen, que los a?os nos favorecen; que cada vez tenemos menos pinta de gamberros y, adem¨¢s, cuando estaremos realmente bien ser¨¢ a los cincuenta. Rafael Alberti se une a nuestro optimismo bebi¨¦ndose un cappuccino en su casa romana de V¨ªa Garibaldi.
Cambia, pueblo, cambia
Cuando los franquistas vuelven del Valle de los Ca¨ªdos, los no franquistas empiezan a volver a casa. Vuelven, tras el indulto, parte de los presos pol¨ªticos. Vuelven los topos a la superficie para contar sus cuarenta a?os de miedo. Vuelven, pueden volver, los exiliados, los ?malditos?: Azc¨¢rate, Llopis, S¨¢nchez Albornoz, Gallego, Renau, Madariaga, Alberti, Sempr¨²n... La guerre est finie.
El Rey quiere la reconciliaci¨®n y una Espa?a de todos. Y la gran mayor¨ªa de los espa?oles presiente que es posible esa convivencia y quiere esa participaci¨®n en los destinos del pa¨ªs.
La convivencia pasa por corregir una historia maniquea y mal contada que hac¨ªa sin¨®nimos los binomios ?vencedores-vencidos? y ?buenos-malos?. Los vencidos pueden ya defenderse y contar su versi¨®n de lo ocurrido desde 1931. Se publican las memorias de algunos de los protagonistas del bando gubernamental. Libros y reportajes intentan una visi¨®n imparcial de las bondades y barbaridades en todos los frentes y retaguardias. Nuevas revistas de historia se unen a las ya existentes en un af¨¢n de romper el manique¨ªsmo triunfal de aquellos libros de texto de nuestro bachillerato. Este sano repaso de nuestras sangrientas discrepancias resulta una desintoxicaci¨®n necesaria para la reconciliaci¨®n y la convivencia; y una prueba de que en su mayor¨ªa las dos Espa?as no son tan distintas, tan distantes, como tampoco lo fueron Antonio y Manuel Machado.
La participaci¨®n del pueblo necesita previamente el fin de la inseguridad y de la clandestinidad. Aunque tardan en legalizarse partidos y sindicatos, desde el segundo Gobierno de la Monarqu¨ªa hay cierta sensaci¨®n de tregua entre militantes y agentes del orden. Cobran auge las asociaciones de vecinos. Las fiestas de los barrios empiezan a ser verdaderamente populares. Se toma conciencia de que la calle es de todos, que puede ser una tribuna reivindicativa y un buen aglutinante popular. Proliferan manifestaciones y pintadas. En algunas surge la nostalgia del ?Con Franco viv¨ªamos mejor?. El ?equipo m¨¦dico habitual ? calificar¨ªa esto como s¨ªntoma esperanzador dentro de la lenta recuperaci¨®n democr¨¢tica: durante el franquismo no se le permiti¨® a nadie escribir en una pared: ?Con la Rep¨²blica viv¨ªamos mejor?.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Opini¨®n
- Democracia
- Transici¨®n espa?ola
- Reformas pol¨ªticas
- Refer¨¦ndum Constituci¨®n Espa?ola
- Pol¨ªtica nacional
- Constituci¨®n Espa?ola
- Refer¨¦ndum
- Dictadura
- Franquismo
- Gobierno
- Historia contempor¨¢nea
- Elecciones
- Parlamento
- Administraci¨®n Estado
- Historia
- Espa?a
- Administraci¨®n p¨²blica
- Transici¨®n democr¨¢tica
- Conflictos pol¨ªticos
- Pol¨ªtica