El amor y otros embates
-?Me querr¨¢s siempre, amor m¨ªo.-iMujer! ?Yo qu¨¦ s¨¦? Lo m¨¢s probable es que no, repara en que no suele ser costumbre; ya veremos, ahora pasan cosas muy raras y a lo mejor, s¨ª. ?Cualquiera sabe!
Entonces ella deja caer un par de lagrimitas y rompe a suspirar entrecortadamente, que hace m¨¢s fino y oportuno.
-?Y m¨¢s progre?
-Eso no empece.
?bamos en lo del suspiro entrecortado.
-?Qu¨¦ hombres, qu¨¦ hombres! ?Todos son igualitos, lo que se dice igualitos! ?Ay, ay!
La mujer enamorada suele suplicar, y aun exigir, que se le enga?e; la verdad no suele llevarla con entereza y buen estilo. Una mujer enamorada pregunta al objeto de su amor por la permanencia de sus sentimientos y, si no escucha la respuesta que espera, se pone rabiosa y echa los pies por alto.
- i Rep¨®rtate, Genoveva, no seas grulla!
- ?S¨ª: rep¨®rtate, rep¨®rtate... ?Eso se dice muy f¨¢cil!
-Bueno, mujer, la verdad es que tampoco cuesta mucho trabajo.... tambi¨¦n s¨¦ decir cosas m¨¢s dif¨ªciles.
Despu¨¦s de una breve pausa en la que hubiera podido o¨ªrse el volar de una mosca, la mujer enamorada y no enga?ada rompe a hablar.
-?Sabes lo que te digo, ingrato?
-No; la verdad es que no, ?cualquiera sabe!
-?Pues te digo que el desayuno te lo va a preparar tu madre!
-?Anda, qu¨¦ novedad!
El amor embellece a la mujer y le da un sonrosado muy agradable a la vista y un aterciopelado muy agradecido al tacto, pero cuando una mujer enamorada se pone burra y cabezota es mucho m¨¢s latosa que en estado normal. Lo prudente es calcular con sumo cuidado hasta qu¨¦ punto compensan la burricie y la cabezoner¨ªa, actitudes ambas que con frecuencia -y pese a todo- si compensan con creces de los sinsabores que acarrean.
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