El arte por el arte
Se lucha, incluso con ah¨ªnco, y se sabe o no se sabe porqu¨¦ se lucha; bien mirado, esto es lo de menos y el premio de la lucha va impl¨ªcito en la lucha misma y sus vaivenes. El hombre es animal de h¨¢bitos curiosos que ahora empiezan a ser estudiados con mayor o menor acierto; antes, los sabios se limitaban a enumerar esos h¨¢bitos y a clasificarlos por grupos afines de cuyo orden no sol¨ªa obtenerse consecuencia ¨²til alguna.A m¨ª me parece que es m¨¢s importante la tentativa que el, triunfo, que es algo que o llega de regalo o se pierde por el camino.
Tambi¨¦n supongo que la felicidad vale m¨¢s que el ¨¦xito, situaciones que no suelen coincidir. La felicidad propende a disfrazarse -la se?ora Amiel-Lapeyre dice que no se presenta con el ropaje con que esperamos encontrarla- y el ¨¦xito, en cambio, es vocinglero y alborotador -la se?ora Gertrude F. Schwerik dice, ?vaya por Dios!, que cuando enmudecen los ca?ones de la victoria, retumban los clarines del triunfo. ?El caso es alborotar y echar los pies por alto! A lo mejor, de lo que se trata es de no dejar dormir a la gente.
El fin no justifica los medios, aunque Ovidio -en su descaro irreverente- piense lo contrario, pero los medios quiz¨¢ s¨ª puedan justificar el fin. Picasso, hace ya muchos a?os, expres¨® la hermos¨ªsima idea de que en el arte todo el inter¨¦s reside en los comienzos porque, tras los comienzos, ya empieza a aparecer el final, que es la muerte: ese destino mon¨®tono y prefabricado.
La f¨®rmula del arte por el arte no pasa por uno de sus mejores momentos, esa es la verdad. Ahora se prefiere la trascendencia, para quien se lo crea, y la finta que amenaza con arreglar el mundo desde las asociaciones de vecinos, pero cuando las aguas vuelvan a sus cauces (?cu¨¢ndo se salieron las aguas de sus cauces?, ?lo recuerdan ustedes?), los luchadores volver¨¢n a luchar por el premio de saberse luchando, a brazo partido, con el mismo esp¨ªritu de lucha que los sustenta. Todo es cuesti¨®n de no apresurarse y ver venir la historia.
(He hablado de los poetas y de los m¨²sicos, tambi¨¦n de los escritores y de los pintores, y no, claro es, de los pacientes mangantes escalafonarios, esa r¨¦mora amarga de los pueblos.)
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