Lesionado de guerra
Al llegar al Ebro, sobre Gandesa, tuvimos un breve combate con la aviaci¨®n enemiga poco numerosa en aquella ocasi¨®n, que desapareci¨® de all¨ª r¨¢pidamente. En la escaramuza hab¨ªamos roto nuestra formaci¨®n y permanec¨ªamos volando, en c¨ªrculo, en una extensa zona.Como observ¨¦ que no se divisaba un solo aparato enemigo en todo el horizonte resolv¨ª, en aquella luminosa ma?ana mediterr¨¢nea, sobrevolar La Cenia, base de los Messerschmidts, a la busca de alg¨²n avi¨®n enemigo.
Llegado a la vertical de este aer¨®dromo comprob¨¦ que no hab¨ªa aparatos enemigos en todo el sector. Me encontraba a una altura de unos 6.000 metros. Hice un medio-tonel y reduje motor, dirigi¨¦ndome. en leve descenso, hacia Valls, mi base. Cuando me encontraba sobrevolando la desembocadura del Ebro, vi c¨®mo se me echaba encima una escuadrilla de Fiats procedente del mar y camuflada por el sol.
Vir¨¦ apresuradamente hacia ellos y, de abajo a arriba, les di una pasada de frente, instant¨¢nea, que apenas me permiti¨® recibirlos con una r¨¢faga de mis ametralladoras.
Inici¨¦ el ascenso, a todo motor, mientras observaba c¨®mo viraba la escuadrilla enemiga en ciento ochenta grados con la intenci¨®n de peg¨¢rseme a la cola. Yo pens¨¦ que un viraje tan profundo les har¨ªa perder velocidad y se quedar¨ªan muy atr¨¢s. Efectivamente, los vi bastante alejados de m¨ª; pero sigui¨¦ndome, como acosados por el despecho.
Mientras tanto, observ¨¦ c¨®mo uno de ellos con el motor parado, se alejaba planeando.
En el momento en que yo iniciaba la sonrisa de haberlos eludido, de pronto una bala perdida (la ¨²nica que me alcanz¨®) me incendi¨® el dep¨®sito de gasolina. Una tromba de llamas y humo negro me asalt¨® con la intensidad de un enorme soplete. (El dep¨®sito de gasolina est¨¢ situado en el ?Mosca? delante del piloto.)
Salt¨¦ inmediatamente, pero me enganch¨¦ con el bolsillo del pantal¨®n de cuero, a la altura de la rodilla, quedando colgado por fuera, hasta que se rompi¨® y sal¨ª despedido.
Ca¨ª en la l¨ªnea de fuego y fui atendido en un hospital de sangre. Ten¨ªa quemaduras de segundo y tercer grados en la cara, en las mu?ecas y en el tobillo derecho.
De aquel encuentro, el d¨ªa 3 de octubre de 1938, podr¨ªan dar testimonio los pilotos de Garc¨ªa Morato, que es la escuadrilla que me hab¨ªa derribado, ya que en esa fecha solo fuimos derribados Salvador y D¨ªaz Benjumea, derribado por Mero?o; Garc¨ªa Morato, derribado por m¨ª en este encuentro, y que cay¨® en sus l¨ªneas con su aparato, y yo.
Hoy, por real decreto-ley de 21 de diciembre de 1978, se nos brinda la ocasi¨®n de llegar a ser designados ?lesionados? los que hemos sufrido los zarpazos de aquella est¨²pida guerra civil.
?Por qu¨¦ le dar¨¢ verg¨¹enza al presidente llamarnos ?heridos de guerra??
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