Abogadas y ministras
Como estudiante de ¨²ltimo curso de filolog¨ªa hisp¨¢nica, me he que dado sorprendida al leer en EL PAIS del 31-12-78, la carta en que un lector se muestra alarmado por el uso que actualmente se hace de terminaciones en a para palabras tradicionalmente acabadas en o o en e o en consonante, y no puedo menos que hacer al mismo las siguientes puntualizaciones:La lengua es un reflejo de la sociedad y, como ¨¦sta, se encuentra en continua evoluci¨®n. Querer fijar normas inamovibles y obligatorias es como querer apresar el agua en el hueco de la mano, pues una cosa es el sistema ling¨¹¨ªstico, o conjunto de todas las posibilidades de la lengua, y otra la norma, o elecci¨®n dentro del sistema, norma que el uso determina en cada momento.
A grandes rasgos, en el sistema de nuestra lengua, existen terminaciones en e, i , u, que son comunes para todos los g¨¦neros, terminaciones en o o en consonante, que son para masculino, y terminaciones en a, en consonante y otras, que son para femenino. No es por tanto ning¨²n disparate el empleo de ¨¦stan para t¨¦rminos como: diputado/a, ministro/a, testigo/a, como no lo son: pintor/a, maestro/a, etc¨¦tera, ni lo es el empleo de o para modisto/a. Por otra parte, siempre ha habido excepciones, como poeta, que se aplica al masculino pese a acabar en a. Respecto al empleo de a cuando la palabra termina en e, se sale de la norma en uso, pero no del sistema, que admite terminaciones en a.
El castellano ha tendido siempre a esta diferenciaci¨®n, puramente ling¨¹¨ªstica (pues el g¨¦nero no establece, salvo excepciones, una diferencia real en el desempe?o de la funci¨®n). Por ejemplo, en pleno siglo XIII, Alfonso X el Sabio utilizaba el t¨¦rmino abogada, lo que muestra que su uso no es una innovaci¨®n de ahora, y que el hecho de que durante a?os no se oyese hablar de ingenieras, senadoras, ministras, etc¨¦tera, respond¨ªa a una realidad social de cuya din¨¢mica la mujer estaba ausente. Ahora las cosas est¨¢n cambiando y la lengua, como es l¨®gico, lo refleja, con el cambio de una norma de uso a otra, o simplemente con el empleo de la misma norma, sin que por esto se produzca ning¨²n destrozo del idioma, sino una utilizaci¨®n de sus posibilidades.
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