CC OO y la conflictividad laboral
LA RESOLUCION del Consejo Federal de Comisiones Obreras, hecha p¨²blica el pasado viernes, puede contribuir eficazmente a desdramatizar el artificial clima creado, desde las f¨¢bricas de ansiedad y alarmismo que trabajan a pleno rendimiento en las m¨¢rgenes de la ultraderecha, a prop¨®sito del incremento de la conflictividad laboral en las ¨²ltimas semanas.Un sistema maduro y eficaz de relaciones industriales, pieza b¨¢sica para el buen funcionamiento de una econom¨ªa moderna de mercado, exige interlocutores que representen a los empresarios y a los trabajadores con autenticidad y responsabilidad. La l¨®gica prioridad concedida a la reforma pol¨ªtica en el desmantelamiento del sistema autoritario de poder ha dejado. sin embargo, lagunas demasiado profundas en el campo de las relaciones laborales de nuestra sociedad democr¨¢tica. La derogaci¨®n de las normas que conced¨ªan a los fantasmag¨¢ricos sindicatos verticales el monopolio de las relaciones industriales no ha desmontado m¨¢s que una ficci¨®n, sin otras repercusiones que el traspaso de los antiguos funcionarios nacional-sindicalistas a la Administraci¨®n estatal. La injustificable demora en la devoluci¨®n de sus bienes a las centrales hist¨®ricas y la regulaci¨®n del usufructo del patrimonio sindical, como consecuencia de la voluntad del Gobierno de guardarse esa carta para futuras negociaciones, ha condenado a la debilidad financiera a unos sindicatos que s¨®lo cuentan con las cuotas pagadas por sus afiliados durante dos a?os y que carecen de cuadros y de expertos suficientes. Los errores cometidos en la primavera pasada por los partidos, las organizaciones patronales y las centrales sindicales en torno ?a la discusi¨®n de la ley de Acci¨®n Sindical, cuyo proceso de elaboraci¨®n nunca debi¨® ser un encadenamiento de maniobras contrapuesta para sorprender al adversario, sino la b¨²squeda del consenso, entre unos y otros, han hecho que esa norma no llegara al Pleno del Congreso. La ley de Negociaci¨®n Colectiva tiene una historia todav¨ªa m¨¢s triste, pues ni siquiera ha sido discutida en la comisi¨®n. La consecuencia de esa larga serie de inhibiciones y postergaciones es que, disueltas las Cortes Constituyentes, ni existe una normativa adecuada para la regulaci¨®n de las relaciones laborales, ni las centrales sindicales han podido constituirse como fuerzas relativamente aut¨®nomas con capacidad para afrontar las numerosas tareas que una econom¨ªa avanzada les asigna. De esta forma, la actual debilidad de las centrales sindicales refuerza su dependencia respecto de los partidos, con el corolario de que los cambios de coyuntura pol¨ªtica repercuten, sin filtros ni mediaciones de ning¨²n tipo, sobre la coyuntura econ¨®mica.
El documento del Consejo Confederal de CC OO refleja claramente, y en este caso de manera positiva, esa influencia del momento pol¨ªtico sobre la estrategia sindical. Con notable realismo, el documento recuerda que la negociaci¨®n de los convenios se est¨¢ desarrollando en un contexto social y pol¨ªtico altamente inestable, configurado por la ofensiva terrorista, el vac¨ªo de poder parlamentario, la campa?a electoral, la semipar¨¢lisis de una Administraci¨®n P¨²blica pendiente de los resultados de marzo, el fracaso de las negociaciones del oto?o para prolongar los pactos de la Moncloa, la crisis econ¨®mica, etc¨¦tera. Ciertamente, la resoluci¨®n sigue defendiendo el porcentaje de incremento salarial propuesto por CC OO frente al establecido por el Gobierno y subraya, entre los objetivos prioritarios de los nuevos convenios, las medidas que favorezcan el empleo y los derechos sindicales. A la vez, sin embargo, pone en guardia contra ?los planteamientos economicistas o corporativos? y advierte de los peligros inherentes a una utilizaci¨®n incontrolada e inadecuada de los movimientos huelgu¨ªsticos, especialmente en los servicios p¨²blicos o en los sectores que afectan directamente a la poblaci¨®n. ?Es evidente -concluye la resoluci¨®n- que una alta conflictividad no es deseable para los trabajadores, ni para el pa¨ªs en su conjunto.? La v¨ªa del di¨¢logo y de la negociaci¨®n debe ser agotada antes de recurrir a otros medios de presi¨®n; y ?ninguna fuerza responsable -pol¨ªtica o social- puede escatimar cualquier esfuerzo, con tal d¨¦ encontrar un camino de di¨¢logo que permita una negociaci¨®n colectiva flu¨ªda y satisfactoria?.
La utilizaci¨®n imprudente y desmedida de un instrumento de presi¨®n tan contundente como la huelga, es pecialmente en servicios p¨²blicos, est¨¢ llena de riesgos tanto para los trabajadores del sector en conflicto como para los sindicatos y los partidos que los representan. En la negociaci¨®n, los trabajadores empleados poseen, obviamente, el derecho de tratar de mejorar sus posiciones, pero ser¨ªa un error que adoptaran planteamientos caren tes de realismo o que olvidaran que la crisis econ¨®mica no s¨®lo ha reducido notablemente el margen de maniobra de las empresas a la hora de negociar, sino que, adem¨¢s, ha relegado al paro a cientos de miles de obreros profesionales. Una coyuntura en la que las restricciones de liquidez sit¨²an muchas veces a las empresas al borde de la suspensi¨®n de pagos y en que los descensos de las utilidades pueden reducir a cero su rentabilidad no es la ¨¦poca m¨¢s propicia para lograr una redistribuci¨®n del ingreso, m¨¢xime cuando la mejor¨ªa de la capacidad adquisitiva de la poblaci¨®n empleada no har¨ªa sino agravar el problema del paro. Y el recurso a un arma tan lesiva para los intereses de unos y de otros como la huelga s¨®lo posee justificaci¨®n cuando se tiene la seguridad de que no son causas objetivas las que impiden un acuerdo razonable entre empresarios y trabajadores.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.