La retirada de Derecha Democr¨¢tica Espa?ola
LA INCERTIDUMBRE que hab¨ªa creado el agitado vaiv¨¦nde Derecha Democr¨¢tica. Espa?ola, escindida entre la tentaci¨®n pragm¨¢tica de aliarse con Coalici¨®n Democr¨¢tica y el v¨¦rtigo extraconstitucional de pactar con las llamadas Fuerzas Nacionales, qued¨® despejada anteayer por la noche con el anuncio de su retirada de las elecciones. El comprensible temor a tener que navegar entre la Scylla de Fraga y la Caribdis de Blas Pi?ar est¨¢ probablemente en la ra¨ªz de la decisi¨®n adoptada por Silva Mu?oz y Fern¨¢ndez de la Mora -o aconsejada desde otras instancias- de no iniciar siquiera la singladura.
La coalici¨®n encabezada por Silva Mu?oz y Fern¨¢ndez de la Mora trat¨®, en un primer momento, de ampliar su radio electoral hasta cubrir el campo entero de la derecha, desde los firmantes del Pacto de Aravaca hasta Fuerza Nueva, a fin de presentar un frente unido ante UCD. De haber triunfado en el empe?o, su activo protagonismo en conseguirlo hubiera podido desplazar la hegemon¨ªa dentro de ese bloque hacia los dirigentes de Derecha Democr¨¢tica Espa?ola. Fracasada esa tentativa, tras el rechazo de Coalici¨®n Democr¨¢tica de esa oferta, Silva Mu?oz y Fern¨¢ndez de la Mora intentaron un segundo ensanchamiento -de su espectro electoral e iniciaron unas negociaciones, que s¨®lo se rompieron momentos antes de rubricar el acuerdo, con las llamadas Fuerzas Nacionales. El doble rev¨¦s de sus esfuerzos ?unitarios? dejaba a Derecha Democr¨¢tica Espa?ola en una situaci¨®n electoral imposible. Su tentativa de mezclar lo que -hoy por hoy- se combina tan mal como el agua y el aceite muestra, por lo dem¨¢s, una notable incapacidad para sintonizar con las oportunidades que ofrece la situaci¨®n pol¨ªtica actual. La ?uni¨®n sagrada? de toda la derecha, que por la propia l¨®gica de ese tipo de macroalianzas desplazar¨ªa hacia los sectores m¨¢s radicales la iniciativa, exigirla un clima social mucho m¨¢s crispado y una amenaza real -y no como ahora, simplemente inventada por p¨¢nicos irracionales o c¨¢lculos interesados- de cambio revolucionario.
Parece evidente que en la margen derecha de UCD s¨®lo existen dos plataformas con posibilidad de restar seriamente votos al se?or Su¨¢rez. De un lado est¨¢ la opci¨®n de Coalici¨®n Democr¨¢tica, que, acatando la Constituci¨®n y no rechazando los usos de un sistema democr¨¢tico y pluralista, se presenta como alternativa de Gobierno o corno futuro aliado forzoso de UCD, sin perjuicio de montar su campa?a sobre cr¨ªticas a las pol¨ªticas concretas de Su¨¢rez. Esta es, sin duda, la carta que decidi¨® jugar en su d¨ªa el se?or Fraga al propugnar el voto afirmativo a la Constituci¨®n, proceder a la purga incruenta de su propio partido (cuya ¨²ltima v¨ªctima ha sido el devaluado se?or L¨®pez Rod¨®), romper con quienes -como Silva Mu?oz y Fern¨¢ndez de la Mora- vota ron contra el texto refrendado el 6 de diciembre y cooptar para el remozamiento de su equipo a pol¨ªticos que fueron adversarios suyos hasta hace pocas semanas, precisa mente por no compartir las vehemencias nost¨¢lgicas tan ardientemente defendidas por Alianza Popular durante la campa?a electoral de 1977. Coalici¨®n Democr¨¢tica aspira a desempe?ar, dentro del terreno constitucional, tareas de gobierno y a forzar a UCD, si los dados le ruedan bien en las elecciones, a una coalici¨®n parlamentaria y de poder.
La insatisfacci¨®n social por la pol¨ªtica de orden p¨²blico del Gobierno o por males menos imputables a la Administraci¨®n como la crisis econ¨®mica, la imagen civilizada de algunos de los miembros del Pacto de Aravaca y el simple desgaste en el ejercicio del poder del se?or Su¨¢rez proporcionan a Coalici¨®n Democr¨¢tica la oportunidad de obtener votos de aquellos sectores de la derecha sociol¨®gica que, aun aceptando el marco constitucional y el sistema democr¨¢tico, est¨¢n disconformes con UCD.
De otro lado, las llamadas Fuerzas Nacionales se aprestan recoger en las tan denostadas urnas las adhesiones -inquebrantables- de los residuos militantes del anterior r¨¦gimen, cuyos beneficios y prebendas a?oran, pero tambi¨¦n los votos de aquellos sectores de la poblaci¨®n preferentemente, pero no exclusivamente, situados en las clases medias, que creen correcta la ecuaci¨®n ?crisis econ¨®mica y terrorismo = sistema democr¨¢tico?, o la no menos falsa equiparaci¨®n ?autonom¨ªas vasca y catalana = separatismo y desmembraci¨®n de Espa?a?. Aunque estos ¨²ltimos posibles votantes lo ignoren, la. ?soluci¨®n final? de las llamadas Fuerzas Nacionales, para quienes las elecciones son una simple finta t¨¢ctica, no ser¨ªa el restablecimiento del orden p¨²blico y el pleno empleo, sino la derogaci¨®n de la Constituci¨®n y el regreso a la dictadura.
El intento de Derecha Democr¨¢tica Espa?ola de uncir a su carro a Coalici¨®n Democr¨¢tica. y a las llamadas Fuerzas Nacionales descansaba o en un aparatoso desconocimiento de la realidad o en el deseo de fingir una vocaci¨®n unitaria. El proyecto, en cualquier caso, es, hoy por hoy, inviable. La posterior tentativa de Silva Mu?oz y Fern¨¢ndez de la Mora de forzar un pacto menos ambicioso con el se?or Pi?ar probablemente fue un simple ejercicio de oportunismo pol¨ªtico, basado en el doble c¨¢lculo de que las llamadas Fuerzas Nacionales pod¨ªan proporcionarles un disciplinado electorado y un no menos obediente aparato partidista, y de que, dada la incompetencia y torpeza de los emocionantes l¨ªderes de la ultraderecha para hacer pol¨ªtica, los frutos del acuerdo -votos y diputados- ser¨ªan, en, definitiva, administrados por Derecha Democr¨¢tica Espa?ola.
Rotos los dos proyectos de alianza, resulta l¨®gica (e incluso obligada, si se piensa en los apoyos institucionales de una coalici¨®n de tales caracter¨ªsticas) la retirada de una propuesta electoral que, por querer jugar en dos tableros, estaba condenada a perder en ambos y a no lograr m¨¢s resultado que perjudicar a Coalici¨®n Democr¨¢tica. No siempre se puede servir a dos se?ores. Derecha Democr¨¢tica Espa?ola ha cometido el imperdonable error de intentar seducir electoralmente a la vez a quienes acatan la Constituci¨®n y a quienes desean destruirla. En el pecado de su oportunismo y de su inconsecuencia lleva la penitencia de su forzosa -o forzada- retirada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.