La manifestaci¨®n contra el paro
LA MANIFESTACION celebrada ayer en Madrid contra, el paro constituye un ¨²til recordatorio de la existencia de un grave problema social que afecta a la vida cotidiana de cientos de miles de espa?oles y que puede condicionar negativamente el afianzamiento del sistema democr¨¢tico en nuestro pa¨ªs. Las situaciones de desempleo generalizado, seg¨²n ense?a la historia europea de entreguerras, tienden a producir fen¨®menos negativos de disgregaci¨®n y anemia social y a crear en sectores de la poblaci¨®n desempleada reservas disponibles para los proyectos involucionistas y autoritarios. No hay m¨¢s que recordar, a este respecto, la influencia decisiva del paro en Alemania para el ascenso de Hitler al poder. A nadie debe extra?ar, as¨ª pues, que la bandera del pleno empleo comience a ser enarbolada, no s¨®lo por las centrales sindicales vinculadas a partidos que defienden el sistema democr¨¢tico, sino tambi¨¦n, con la desverg¨¹enza habitual de toda demagogia, por los ¨®rganos de opini¨®n y los portavoces de la ultraderecha. Y har¨ªan mal los dirigentes sindicales en infravalorar la capacidad de influencia de los grupos parafascistas sobre la poblaci¨®n desempleada en un inmediato futuro. Como tambi¨¦n cometer¨ªan una seria equivocaci¨®n si entraran en una puja de demagogia con la ultraderecha, pues, al fin y al cabo, la opci¨®n pol¨ªtica por la, que apuestan podr¨ªa alcanzar responsabilidades de poder en una coyuntura en la que el desempleo continuara existiendo y las posibilidades reales de eliminarlo, reducirlo o frenarlo no cuadraran con las expectativas anteriormente creadas entre el electorado.No, parece necesario aclarar que el desempleo es una plaga social cuya erradicaci¨®n debe figurar entre los objetivos prioritarios de una comunidad civilizada. As¨ª pues, se?alar las dificultades t¨¦cnicas para la disminuci¨®n o supresi¨®n del paro en modo alguno equivale a desearlo o a mostrarse indiferente ante los costos humanos que lleva consigo. Ahora bien, constituir¨ªa una irresponsabilidad sim¨¦trica afirmar que es la mala voluntad empresarial o gubernamental la responsable de una disfunci¨®n cuyas causas hay que buscarlas en los complicados y delicados mecanismos de una econom¨ªa de mercado. Ciertamente, los sistemas cerrados de poder autoritario y las econom¨ªas de propiedad, p¨²blica de los medios de producci¨®n y de planificaci¨®n central que les sirven de infraestructura se jactan de haber eliminado formalmente el paro. Sin embargo, los enormes costos pol¨ªticos y el deterioro de la productividad, eficiencia y competitividad en el mercado internacional de los llamados pa¨ªses socialistas sit¨²an en su adecuada perspectiva ese logro oficial, que esconde tras de s¨ª situaciones de subempleo a escala colectiva y la funcionarizaci¨®n de los trabajadores a escala individual. En definitiva, el origen del paro -en ocasiones friccional- es la propia din¨¢mica del proceso econ¨®mico, sometido a continuos reajustes y tensiones.
Parece un hecho probado que la capacidad para generar puestos de trabajo reside fundamentalmente en la empresa privada y que las posibilidades del sector p¨²blico de crear empleo- son harto reducidas, sobre todo en un pa¨ªs como Espa?a donde la empresa- p¨²blica ha sido, y contin¨²a siendo, un lugar de cita para el despilfarro y la ineficiencia. Y es tambi¨¦n evidente que el incremento de la inversi¨®n, funci¨®n a su vez de las tasas de beneficios y de las expectativas empresariales, es el mecanismo que hace posible la expansi¨®n del empleo. A este respecto, parece necesario decir, aunque resulte impopular, que la enemiga de las centrales sindicales a la flexibilizaci¨®n de las plantillas y a la disminuci¨®n de la enorme rigidez del mercado laboral espa?ol, aun resultando perfectamente comprensible como defensa a corto plazo de los intereses de la poblaci¨®n empleada, es un obst¨¢culo para la reabsorci¨®n del paro y puede incluso deparar perjuicios a la larga para quienes ahora disponen de empleo. Que existen contradicciones entre los intereses de los trabajadores ocupados y los intereses de los desempleados es una molesta verdad que no puede ser ignorada mediante el procedimiento de propugnar, al tiempo, medidas entre s¨ª incompatibles. Y tampoco se resuelve el problema arrojando el fardo de su soluci¨®n sobre la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno. Un aumento sustancial del gasto p¨²blico, aparte de su ineficacia para la creaci¨®n de nuevos empleos, desatar¨ªa la espiral inflacionista en el caso de que se recurriera al aumento de la oferta monetaria, o bien drenar¨ªa del mercado de capitales la financiaci¨®n que la inversi¨®n privada, m¨¢s eficiente para la generaci¨®n de puestos de trabajo, necesita.
La ¨²nica manera de paliar a corto plazo la situaci¨®n de los parados, con independencia de las expectativas de un relanzamiento de la coyuntura que pueda crear nuevos puestos de trabajo, es el mejoramiento del seguro de desempleo, tanto en la asignaci¨®n presupuestaria de los fondos como en su manejo y administraci¨®n. Si a los desocupados no se les puede proporcionar empleo, al menos hay que garantizarles los ingresos m¨ªnimos que una sociedad civilizada debe reconocer a sus miembros. El aumento de los fondos no puede hacerse, sin embargo, mediante la m¨¢quina de fabricar billetes, ya que desencadenar¨ªa presiones inflacionistas, sino a trav¨¦s de una correcta reasignaci¨®n del gasto p¨²blico. Y en cuanto a la administraci¨®n del seguro de desempleo, parecer¨ªa altamente conveniente, para la moralizaci¨®n de su distribuci¨®n y para frenar la picaresca, que las propias centrales sindicales participaran de alguna forma en la gesti¨®n. En cualquier caso, la solidaridad de la poblaci¨®n empleada con la desempleada no debiera reducirse, a ese ejercicio de buena conciencia que significa ignorar la interdependencia de todas las variables que forman una econom¨ªa de mercado y pedir ret¨®ricamente empleo Para los desocupados sin preocuparse de las mediaciones necesarias para conseguirlo. El paro es fundamentalmente una consecuencia de la falta de inversi¨®n privada y una responsabilidad, en consecuencia, de todos los factores -incluidos los temores producidos por la ofensiva terrorista, los intentos desestabilizadores de la ultraderecha, las evasiones de capital y las rigideces del marco institucional de la vida econ¨®mica- que la producen. La idea de que el gasto p¨²blico puede sustituir a la inversi¨®n privada como generadora de puestos de trabajo es una falaz ilusi¨®n que nadie con suficientes conocimientos del funcionamiento de la econom¨ªa y con resuelta decisi¨®n de prescindir de la demagogia puede mantener.
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