Un pintor franc¨¦s condenado a tres a?os por amar a una menor
Un hombre de 48 a?os, Raymond Lopez, de Toulouse, pintor, fue condenado la semana pasada a tres a?os de c¨¢rcel por haber amado a una adolescente de catorce a?os y once meses, Elisabeth. La historia comenz¨® en 1977. Tras un per¨ªodo de relaciones normales entre Raymond y Elisabeth, los padres de la muchacha, la polic¨ªa y los tribunales dieron con el pintor en prisi¨®n. Una parte de la opini¨®n francesa, la m¨¢s progresista, se ha escandalizado al descubrir la ?incoherencia y el oscurantismo del c¨®digo penal, de esos padres terribles, de esos jueces?. Nuestro corresponsal en Par¨ªs, narra el affaire.
Elisabeth es una muchacha aparentemente como todas las de su edad. Estamos en 1977. Para desahogar sus sue?os, sus frustraciones o para expresar libremente sus ideas decidi¨® escribir un diario ¨ªntimo: ?Tengo verdaderas ganas de saber lo que es hacer el amor -dec¨ªa en una de las p¨¢ginas del diario- Pero los chicos me aburren, no se interesan por m¨ª.? Otro d¨ªa: ?Estoy harta, harta, de la vida que me obligan a vivir. Estoy harta de todos esos tipos neur¨®ticos, estoy harta.? Por fin, d¨ªas despu¨¦s: ?Conoc¨ª a Raymond. Es formidable. Podr¨ªa ser mi padre, pero es muy joven a pesar de sus 47 a?os. Es un tipo extraordinario, tiene todo lo que se puede desear. Un tipo de 47 a?os que me respeta es algo maravilloso. Tengo confianza en ¨¦l, y mi bautismo de amor ser¨¢ con ¨¦l. Amo mucho, mucho, much¨ªsimo a Raymond.? Pasaron d¨ªas, semanas, algunos meses: el pintor y la muchacha se ve¨ªan, hablaban, discut¨ªan, tomaban una copa, sin m¨¢s. Y, por fin, lleg¨® el 26 de diciembre de 1977, d¨ªa del bautismo, seg¨²n anotaba en su diario Elisabeth: ?Fue maravilloso. Hoy he recibido el m¨¢s bello regalo de Noel.? Pero veinte d¨ªas m¨¢s tarde, el tono del diario cambi¨®: ?Ma?ana tengo que ir a la polic¨ªa con pap¨¢. Me pregunto por qu¨¦ ser¨¢, me da miedo, mucho miedo.? La polic¨ªa hab¨ªa sido alertada por los padres sobre la existencia del diario de su hija y, al d¨ªa siguiente, en efecto, entraron en la habitaci¨®n de Elisabeth y lo revolvieron todo hasta dar con el cuaderno en el que la adolescente hab¨ªa narrado sus intimidades.La polic¨ªa, por otra parte, sospechaba del pintor como traficante de droga porque, en una ocasi¨®n, hab¨ªa vendido diez gramos de hach¨ªs. A lo largo de sus seis meses de amor con Raymond, Elisabeth, en su diario, confes¨® haber fumado: ?Hoy -escrib¨ªa- fum¨¦ por primera vez. Esperaba otra cosa. Nada, cero.? En otra ocasi¨®n: ?He vuelto a fumar con Raymond. Nada tampoco.? Inmediatamente, el pintor fue inculpado por violaci¨®n de menor.
Relaciones naturales
A lo largo de una interminable instrucci¨®n que dur¨® todo el a?o 1978, Elisabeth le escribi¨® al juez para explicarle su punto de vista: ?Debo decirle, antes de nada, que he sido consciente de todo lo que he hecho con mi amigo Raymond. Jam¨¢s fui obligada a nada de nada. Nuestras relaciones fueron simples, naturales, profundas. El me consideraba como una persona adulta, responsable, deseosa de vivir plenamente y no como una ni?a de quince a?os. Por el contrario, quiero anotar la violencia inadmisible que ha cometido la polic¨ªa al penetrar en mi vida privada, destruyendo mi intimidad, mi diario. Mi diario era yo misma, y al leerlo por la fuerza, la polic¨ªa ha violado mi alma. Si existe una verdadera justicia, Raymond debe quedar en libertad. Raymond no merece la c¨¢rcel por una historia de amor.?Pero, seg¨²n el c¨®digo penal franc¨¦s, la violaci¨®n de un hombre o de una mujer menores de quince a?os est¨¢ castigada con la c¨¢rcel. Elisabeth ten¨ªa en el momento de su bautismo catorce anos y once meses. Antes de terminar el ju¨ªcio, la semana pasada, la abogada defensora del pintor exclam¨®, dirigi¨¦ndose al presidente del tribunal: ?Elisabeth y Raymond se amaban. Es in¨²til que usted busque y rebusque en todas esas p¨¢ginas del dossier. Usted no encontrar¨¢ m¨¢s que amor. ? El presidente le respondi¨®: ?Usted comprender¨¢ cuando tenga una hija.? Veredicto: tres a?os de c¨¢rcel. Los padres de Elisabeth presenciaron el juicio en el m¨¢s absoluto silencio. El ver¨¦dicto les benefici¨® con un franco, es decir, diecisiete pesetas, por da?os y perjuicios.
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