Ciclo pol¨ªtico, elecciones pol¨ªtica econ¨®mica
Dos grandes economistas de este siglo, el brit¨¢nico John Maynard Keynes y el polaco Michael Kalecki, llegaron -casi simult¨¢neamente en la d¨¦cada del treinta- a una misma y -entonces- revolucionaria conclusi¨®n: el funcionamiento del capitalismo, gobernado por el sistema de precios, no garantiza ni el pleno empleo, ni la estabilidad de precios. El paro y la inflaci¨®n constituyen males arraigados en los mecanismos econ¨®micos del sistema capitalista que puede corregir la pol¨ªtica econ¨®mica estatal. El Estado, inspir¨¢ndose en las conclusiones del an¨¢lisis econ¨®mico, puede convertirse en un actor importante del proceso econ¨®mico para despejar el camino hacia el pleno empleo o contener el crecimiento de los precios.Esa posibilidad de actuaci¨®n estabilizadora del Estado, abierta por Keynes y Kalecki, ha producido dos consecuencias pr¨¢cticas en los largos cuarenta a?os que nos separan de sus obras:
1.? El Estado ha actuado extendiendo sus dimensiones y sus intervenciones en la vida econ¨®mica. Nuestro capitalismo actual es, en verdad, un capitalismo mixto en el que el calificativo tiene tanta importancia como el sustantivo, pues con frecuencia el Estado extiende su poder hasta el 50% del PNB.
2.? Los ciudadanos de las sociedades actuales creen que el Estado puede dirigir la econom¨ªa y estabilizarla evitando el paro y la inflaci¨®n y piden a los pol¨ªticos y Gobiernos que lo hagan. Los ciudadanos juzgan, en consecuencia, la actuaci¨®n de los pol¨ªticos por la situaci¨®n econ¨®mica del pa¨ªs y en una democracia orientan sus votos en funci¨®n del estado de la econom¨ªa.
Los pol¨ªticos pasan a ser as¨ª -siguiendo esta concepci¨®n- parte del sistema econ¨®mico. El funcionamiento de la econom¨ªa no puede explicarse, en consecuencia, sin la intervenci¨®n de los pol¨ªticos. La vida econ¨®mica de un pa¨ªs no discurre al margen de su vida pol¨ªtica, ni los hechos pol¨ªticos la afectan tan solo ocasionalmente. M¨¢s bien, lo contrario es cierto: la vida econ¨®mica vibra al ritmo que le marca el ciclo de la pol¨ªtica. Existe un ciclo pol¨ªtico que debe estudiarse como parte de la econom¨ªa, ya que los pol¨ªticos no son extrafios a la econom¨ªa (no son una variable ex¨®gena, en la jerga de los economistas), sino parte del proceso econ¨®mico (son parte end¨®gena del proceso econ¨®mico), al que sus decisio?es afectan y condicionan por entero.
A partir de este planteamiento general, los economistas han tratado de explicar la interacci¨®n mutua de los sectores econ¨®mico y pol¨ªtico en las distintas sociedades. Dos son los modelos b¨¢sicos ofrecidos para ello:
lLos modelos marxistas que arrancan del construido inicialmente por Kalecki en 1943 y que, considerando al Estado como servidor de los intereses de la clase capitalista, no permite la continuidad de una pol¨ªtica econ¨®mica de pleno empleo. Las intervenciones del Estado impulsan, en principio, al gasto nacional para garantizar el pleno empleo de acuerdo con las conclusiones del an¨¢lisis econ¨®mico, pero esa situaci¨®n no es duradera, pues origina un crecimiento de salarios y precios que perjudica a empresarios y rentistas, que obligan al Estado a detener el gasto para doblegar salarios y precios. La disminuci¨®n de precios y beneficios, consecuencia de la paralizaci¨®n del gasto, lleva, tras alg¨²n tiempo, a que el mundo empresarial pida de nuevo una pol¨ªtica expansionista, que el Estado concede, El sistema econ¨®mico oscila as¨ª entre el ?go? y el ?stop? del gasto nacional, que generan el ciclo pol¨ªtico caracter¨ªstico del capitalismo actual.
lLos modelos de ciclos electorales que tratan de explicar c¨®mo se comportan ciudadanos y Gobierno en una democracia pluralista. Los electores valoran la actuaci¨®n de los pol¨ªticos a trav¨¦s de distintas variables que tratan de identificarse y, a su vez, los pol¨ªticos procuran ofrecer unos programas que respondan a los deseos de los ciudadanos para ganar las elecciones. La producci¨®n de estos modelos es hoy una industria en pleno auge, abierta por los trabajos pioneros de Downs, Nordhaus y Lindbeck.
Todos los modelos que tratan de explicar el ciclo econ¨®mico electoral parten de las interdependencias que recoge el siguiente esquema:
Dos son en ¨¦l las relaciones funcionales-clave: la valoraci¨®n de la pol¨ªtica y pol¨ªticos por los electores, que se conoce como funci¨®n de valoraci¨®n, y la que describe la forma en que los pol¨ªticos tratan de influir en sus oportunidades de elecci¨®n, relaci¨®n que se denomina funci¨®n pol¨ªtica.
El apoyo del electorado a los pol¨ªticos puede medirse bien en funci¨®n del voto (resultados electorales) o en funci¨®n de la popularidad (encuestas de una muestra de la poblaci¨®n). Numerosos estudios emp¨ªricos apoyan la hip¨®tesis de que determinadas variables econ¨®micas condicionan decisivamente el apoyo electoral a los pol¨ªticos. Esas variables econ¨®micas son tres: tasa deparo, tasa de inflaci¨®n y tasa de crecimiento de la renta disponible.
Los datos del cuadro 1 recogen para tres pa¨ªses la influencia de las tres variables econ¨®micas sobre la valoraci¨®n de los pol¨ªticos. Seg¨²n sus cifras, un aumento de la tasa de paro de un punto porcentual origina una ca¨ªda en la popularidad del Gobierno de 4,2 puntos en Estados Unidos, seis puntos en Gran Breta?a, poco menos de un punto en Alemania. Los resultados ofrecidos se interpretan de forma semejante para las restantes variables. Esos resultados son homog¨¦neos para los tres pa¨ªses, aunque de diversa intensidad para cada variable.
Los pol¨ªticos son conscientes de est¨¢ valoraci¨®n del electorado, y como aspiran al poder y/o a su permanencia en ¨¦l, tratan de vender programas que favorezcan al m¨¢ximo la consecuci¨®n de esos objetivos para lograr los votos de los ciudadanos. Ese enfoque de la actuaci¨®n de los pol¨ªticos altera el comportamiento ingenuo inicialmente contemplado por los keynesianos, que cre¨ªan en el pol¨ªtico ilustrado guardian idealista del bienestar general de la sociedad, confeccionador de programas eficientes en favor de la estabilidad econ¨®mica. No hay tal. La elaboraci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica responde a la consecuci¨®n de los resortes del poder, lo que fuerza a aplicar medidas para permanecer en el poder (al partido del Gobierno) o a mantener presiones o proponer programas que dificulten el ¨¦xito de las medidas gubernamentales y ofrezcan una alternativa m¨¢s deseada por el electorado (a los partidos de la oposici¨®n).
Edward R. Tufte ha intentado comprobar si el ciclo pol¨ªtico electoral existe o no, tratando de analizar si los Gobiernos de los pa¨ªses democr¨¢ticos alteraron en a?os electorales las variables econ¨®micas para atraerse al electorado. De los veintinueve pa¨ªses en los que en 1970 exist¨ªa una democracia pluralista, veintisiete dispon¨ªan de datos suficientes para realizar la prueba, consistente en comprobar si la renta real disponible se aceler¨® por programas p¨²blicos con m¨¢s frecuencia en a?os electorales que en a?os sin elecciones. Pues bien, en diecinueve de esos veintisiete pa¨ªses exist¨ªa clara evidencia del ciclo econ¨®mico electoral en el per¨ªodo 1961-1972. La pol¨ªtica econ¨®mica -fundamentalmente la pol¨ªtica presupuestaria y la monetaria- se orient¨® a mejorar la renta real disponible en a?os electorales y/o a prometer pol¨ªticas expansivas que remediaran los males del momento (paro, corto crecimiento de la renta) o mejoraran los ingresos familiares (mayores pensiones o subvenciones, impuestos menores).
El clima de competencia pol¨ªtica en el que se elaboran, seg¨²n el ciclo pol¨ªtico, las decisiones sobre la econom¨ªa en una democracia tiene consecuencias y costes importantes. Empuja a prometer pol¨ªticas imposibles en a?os electorales, ya que para los pol¨ªticos los costes se aproximan a cero si los programas conducen al poder tras un d¨ªa afortunado de elecciones. El sesgo inflacionista de los programas pol¨ªticos se explica por el ciclo electoral: atajar la inflaci¨®n no se valora igual que aumentar el gasto para tratar (?s¨®lo tratar!) de remediar el paro. Atemorizados por la impopularidad, los pol¨ªticos conceden m¨¢s que gobiernan. No afrontan los problemas de fondo del pa¨ªs, m¨¢s bien alimentan su continuidad. Como ha afirmado Tufte, ?el ciclo econ¨®mico electoral ha producido en el mundo entero una econom¨ªa vacilante entre el paro y la inflaci¨®n estimulada por las intermitentes medidas del ciclo pol¨ªtico?. M¨¢s a¨²n: la ignorancia del p¨²blico sobre los temas econ¨®micos puede explotarse por los pol¨ªticos. Se elaboran as¨ª programas econ¨®micos miopes para votantes miopes que inevitablemente terminar¨¢n pag¨¢ndose por la sociedad, porque en econom¨ªa nada es gratuito. Los costes del control pol¨ªtico de la econom¨ªa pueden ser, pues, considerables.
Como casi todas las preguntas econ¨®micas importantes, ¨¦sta tiene distintas respuestas, seg¨²n a los economistas a quienes se dirija. Tres son los grupos de respuestas que cabr¨ªa diferenciar:
1.? Los reformistas que tratan de reducir las oportunidades del ciclo pol¨ªtico. Varias son las propuestas de reforma. La primera se dirige a ampliar el ¨¢rea de los organismos e instituciones independientes de la influencia del Gobierno y los pol¨ªticos (un ejemplo es el Banco Central, que puede ampliarse a otras instituciones econ¨®micas, el Tesoro, por ejemplo). Otra propuesta consiste en ampliar el per¨ªodo electoral: el calendario pol¨ªtico de cuatro a?os limita el horizonte e impide una programa,ci¨®n adecuada para resolver los problemas econ¨®micos. La econom¨ªa vive encorsetada en un ciclo pol¨ªtico de duraci¨®n tan corta que nada fundamental puede corregirse para no perder el poder. Los programas econ¨®micos que afronten los problemas verdaderos del pa¨ªs, los problemas estructurales, necesitan m¨¢s de cuatro a?os para dar fruto y, claro est¨¢, muy pocos partidos pol¨ªticos los avalan. Una tercera propuesta es reducir la oportunidad de quien detenta el poder para determinar la fecha de las elecciones con el fin de impedir la posible manipulaci¨®n de la situaci¨®n de la econom¨ªa en favor de la victoria electoral.
2.? La respuesta m¨¢s radical la dar¨ªan los monetaristas. Esta respuesta niega la mayor: el mal est¨¢ en haber cre¨ªdo con Keynes y Kalecki que la empresa privada, operando en un sistema de precios, era inestable y que el sector p¨²blico pod¨ªa compensar las inestabilidades del sector privado. Quien desestabiliza es el sector p¨²blico, como prueba la teor¨ªa del ciclo pol¨ªtico, que nos ha conducido a la err¨¢tica y creciente inflaci¨®n actual, al umento del paro y a las tasas menores de desarrollo. Su remedio para esta situaci¨®n es radical: la funci¨®n esencial del Estado es ofrecer un marco estable donde los int¨¦rpretes del proceso econ¨®mico puedan actuat. Ese marco es el de una econom¨ªa de mercado plena, que tiene propiedades estabilizadores intr¨ªnsecas.
3.? Una tercera respuesta consistir¨ªa en admitir que el funcionamiento de la democracia tiene los costes econ¨®micos que el ciclo pol¨ªtico comporta, pero habr¨ªa que afirmar que esos costes son menores de lo que con frecuencia se afirma, pueden reducirse y, en todo caso, deben soportarse, ya que cualquier otra alternativa ser¨ªa peor y m¨¢s costosa.
Los costes econ¨®micos del ciclo pol¨ªtico son menores de lo que se dice. Los programas econ¨®micos que los pol¨ªticos tratan de aplicar no disponen de todo el espacio posible para una decisi¨®n arbitraria: la situaci¨®n econ¨®mica internacional, la de la balanza de pagos, la inercia impuesta por las decisiones anteriores, la opini¨®n t¨¦cnica de las instituciones o de los profesionales de la econom¨ªa limitan o impiden algunas alternativas. La miop¨ªa econ¨®mica intencionada de los programas pol¨ªticos no puede tener demasiadas dioptr¨ªas, si pretenden venderse.
Por otra parte, esos costes del ciclo pol¨ªtico pueden reducirse. El camino m¨¢s claro para lograrlo es el de la publicidad y la informaci¨®n. La publicidad de todas las decisiones econ¨®micas estatales es fundamental para limitar el control pol¨ªtico arbitrario de la econom¨ªa. La publicidad es al sector p¨²blico lo que la competencia al sector privado: una condici¨®n imprescindible para su administraci¨®n. Queda tambi¨¦n la informaci¨®n. Los ciudadanos deben saber que el ciclo electoral existe y deben realizar un an¨¢lisis serio de los programas que se le presentan. Mejorar el nivel de comprensi¨®n del p¨²blico de los problemas econ¨®micos constituye un deber importante de los economistas para que los electores puedan valorar y rechazar los programas pol¨ªticos miopes. y demag¨®gicos.
Cumplidas estas exigencias de la publicidad y de la informaci¨®n, seguir¨¢n existiendo -en proporciones distintas en cada sociedadcostes econ¨®micos producidos por el ciclo electoral. La conclusi¨®n es que habr¨¢ que pagarlos despu¨¦s de batallar por reducirlos, porque, si algo hay seguro, es que los costes totales -morales, pol¨ªticos y econ¨®micos- de cualquier otro sistema de gobierno ser¨ªan mucho mayores.
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