Faltan a la verdad y saben por qu¨¦ lo hacen
Presidente de Convergencia Democr¨¢tica de Catalunya
Nacionalistas, s¨ª; separatistas, no. Corre cierta versi¨®n que acusa a Convergencia Democr¨¢tica de Catalunya (CDC) de separatista. Creo que debe dejarse irremisiblemente sentado que esto no es as¨ª. El nacionalismo no tiene por qu¨¦ ser separatista y menos en el momento hist¨®rico de las grandes federaciones supranacionales. L¨¦ase a Pi y Margall y a Almirall por la izquierda, a Torras i Bages y a Prat de la Riba por la derecha, y a Truseta por el lado del progresismo cient¨ªfico, para comprobar que el nacionalismo es un acto de especializaci¨®n biol¨®gica y social y, por tanto, es tambi¨¦n un factor de interdependencia, cooperaci¨®n y, en fin de cuentas, de agregaci¨®n entre los pueblos, mientras que el unitarismo, uniformista y centralista, separa y dispersa a los pueblos y a las personas. Nadie quiere romper nada del lado de los nacionalistas catalanes, sino todo lo contrario. Al potenciar la libertad y con ella la personalidad de las distintas nacionalidades de Espa?a se piensa enriquecer el conjunto espa?ol, a cuyo destino quieren contribuir los nacionalistas catalanes con la cara muy alta y en pie de igualdad con los dem¨¢s pueblos de Espa?a. En vez de la sumisi¨®n amorfa de cada individuo a un centralismo esterilizante, creemos en la fraternidad de los pueblos libres que, ricos de su plena personalidad, podr¨¢n con igualdad de trato y de iniciativa obtener para el conjunto mejores frutos. Los que acusan a Convergencia Democr¨¢tica de Catalunya de ocultos deseos de romper la baraja, simplemente faltan a la verdad y saben por qu¨¦ lo hacen.
Modelo de sociedad. Los peri¨®dicos y algunos pol¨ªticos tienen especial inter¨¦s en vincular a Convergencia Democr¨¢tica de Catalunya, mediante supuestos pactos p¨²blicos o secretos, a las fuerzas marxistas y muy concretamente al PSUC. Los que esto proclaman o insin¨²an, faltan a la verdad y saben por qu¨¦ lo hacen. Hemos repetido a diestra y a siniestra que nuestro modelo de sociedad es preciso, claro y concreto. Huye de todo aventurismo y se niega a poner a Espa?a en el banco experimental. Es un modelo que dentro del realismo de las formas de gobierno que funcionan ante nuestros ojos cree en la libertad de la persona y en el respeto a sus valores humanos, en la mayor productividad de la empresa privada y de la libre iniciativa y en la fraternidad entre los hombres, por la que la mayor producci¨®n resultante del sistema se pone al servicio de la justicia social y, sobre todo, se emplea en la defensa de los indefensos, a la vez que conserva la gallina de los huevos de oro que lo hace todo posible.
Nuestra vocaci¨®n tiende, en consecuencia, a algo bien conocido, que no ser¨¢ perfecto, pero que es mejor que nada, cuyo funcionamiento se haya podido ver con nuestros ojos y tocar con nuestras manos. Me refiero a las democracias de la Europa occidental (Italia y Portugal expresamente excluidas). Algunos a?icos dir¨¢n que esto es algo que hoy en d¨ªa ofrecen todos los partidos como su programa electoral. Ello significa que el objetivo es bueno, puesto que todos lo proclaman. El elector debe, ante esta situaci¨®n, saber distinguir a los que dicen la verdad de los que faltan a ella por motivos electorales. Hagan, se?ores votantes, un poco de memoria. La derecha dice aspirar a una sociedad como las del Occidente europeo. ?C¨®mo compaginan esto con su protagonismo en el r¨¦gimen franquista del partido ¨²nico, del sindicato ¨²nico, del idioma ¨²nico? UCD tambi¨¦n aspira a un modelo de sociedad europeo, dice. Pero a la hora de regular temas que nos podr¨ªan aproximar al objetivo buscado, como fue el de la negociaci¨®n laboral colectiva o el de la reforma de la empresa, vacilaba entre la pura demagogia y el inquebrantable inmovilismo. As¨ª no se llega a Europa. ?As¨ª no se sabe a d¨®nde se va! Los se?ores socialistas, por su parte, tres cuartos de lo mismo. ?C¨®mo hacen compatibles las ideas que informan el modelo de sociedad vigente en el Occidente europeo con sus tesis de autogesti¨®n de las empresas, de propiedad p¨²blica generalizada, de la guerra de clases, y con sus postulados marxistas aprobados una y otra vez en los congresos de partido en cuanto las elecciones se alejan? Y, ?qu¨¦ decir de este nov¨ªsimo converso a la idea democr¨¢tica de la Europa occidental que es el PCE y su filial el PSUC, que hace cuatro d¨ªas eran rus¨®filos y estalinistas hasta los tu¨¦tanos? Y enemigos irreconciliables de Occidente, por m¨¢s se?as.
Creo que se puede decir con justicia que nuestro amor por el modelo europeo occidental es por lo menos m¨¢s antiguo que el de nuestros competidores. Nosotros podemos probar documentalmente que desde nuestra primera juventud pol¨ªtica, en 1950, 1960, 1970 y 1979, seg¨²n los casos, milit¨¢bamos en las filas del europe¨ªsmo democr¨¢tico occidental m¨¢s convencido y m¨¢s beligerante. ?No recuerdan hoy, los europe¨ªstas de nuevo cu?o electoral, que nos llamaban decadentes demoliberales desde la derecha o explotadores capitalistas imperialistas desde la izquierda? ?Se?ores, un poco de seriedad! El electorado no se chupa el dedo y sabe distinguir. S¨ª desde ahora, de repente, para ganar elecciones, todos creen oportuno decir lo mismo que venimos diciendo nosotros desde siempre, me parece natural que los ciudadanos nos voten a nosotros, que. hace m¨¢s tiempo que nadie que lo decimos.
En resumen:
A) Nacionalistas, s¨ª; separatistas, no.
B) Europa occidental, s¨ª; marxismo, no, e inmovilismo tampoco.
M¨¢s claro, el agua, ?no les parece? Los que nos imputen otra cosa faltan a la verdad y saben por qu¨¦ lo hacen.
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