Recobrar confianza
Presidente del Partido Liberal
Cuando publiqu¨¦ en 1978 mi ensayo ?Liberalismo (Ideolog¨ªa de la liberaci¨®n)? me refer¨ª, desde las primeras l¨ªneas, al ambiente de pesimismo e incertidumbre que se extend¨ªa por todo el pa¨ªs; pero, despu¨¦s del an¨¢lisis realista de las circunstancias que justificaban plenamente el malestar del pueblo, subrayaba las razones por las cuales puede encararse el futuro de muy distinto modo.
Los hechos sucedidos en los ¨²ltimos meses han agravado la inquietud con que se contempla el porvenir inmediato. Esto es lo que ha llevado al Partido Liberal a definir como lema general de su campa?a electoral una incitaci¨®n que responde al problema com¨²n de la mayor¨ªa de los espa?oles: ?Recobra tu confianza?.
Las encuestas m¨¢s recientes demuestran el bajo ¨ªndice de confianza en los principales l¨ªderes pol¨ªticos, as¨ª como la enorme proporci¨®n de electores indecisos sobre su decisi¨®n ¨²ltima; mientras que un tercio de la poblaci¨®n considera que la situaci¨®n nacional ha empeorado desde las elecciones de 1977 y otro tercio entiende que no ha mejorado en nada, lo cual dista de ser satisfactorio para quienes han tenido la responsabilidad de gobernar o el deber de la oposici¨®n parlamentaria.
Tales resultados de los sondeos quiz¨¢ son m¨¢s favorables que cuanto detecta cualquiera en las conversaciones privadas, en el contacto diario con los distintos sectores sociales. Por lo dem¨¢s, es necesario recordar el extraordinario porcentaje de abstencionismo en las elecciones parciales de Alicante y Asturias, o el tercio de abstencionismo y los votos en blanco con motivo del refer¨¦ndum constitucional. Dicho de otra manera: alrededor de un 40% de espa?oles se ha vuelto de espaldas, rechazando impl¨ªcita o expl¨ªcitamente, en su conjunto, la pol¨ªtica seguida desde el Gobierno y en el Parlamento, al margen de los aciertos individualizados.
Solamente los oportunistas, los simples buscadores del poder y los pol¨ªticos sin talla podr¨ªan desde?ar semejante balance y llegar a la conclusi¨®n de que el objetivo ha de ser superar el abstencionismo y el rechazo, mediante el lavado de cerebro a que aspira la propaganda en masa. Lo que importa no es la elecci¨®n general en s¨ª misma, sino el despu¨¦s. De ah¨ª la necesidad de que el primero de marzo de 1979 constituya el punto de partida para una pol¨ªtica moderna y din¨¢mica, basada en la convivencia de opciones program¨¢ticas e ideol¨®gicas claras, en la coexistencia entre mayor¨ªas cuantitativamente hegem¨®nicas y minor¨ªas cualitativamente muy importantes cuya funci¨®n constructiva est¨¢ contrastada en toda la democracia occidental.
Sin embargo, lo que se est¨¢ pretendiendo todav¨ªa es la eliminaci¨®n de las organizaciones representativas de esas minor¨ªas. Como se me dijo cuando me negu¨¦ a la disoluci¨®n del Partido Liberal, ¨¦ste es potencialmente un partido competitivo y, por ello, debe de desaparecer bajo el peso de los medios materiales con que se enfrenta. Como si estas elecciones generales fueran -?o lo son, en efecto?- campa?as comerciales que se ganan a fuerza de control de televisi¨®n, de prensa y de centenares de millones, cualquiera que sea la calidad del ?producto?. Como si la democracia fuera -y no lo es- un sistema compatible con el aplastamiento de las minor¨ªas.
El tel¨®n de fondo de estas elecciones es un proyecto de bipolaridad, para que el poder sea distribuido entre la UCD y el PSOE; como tercera pieza, creciendo lentamente, el Partido Comunista, que con Comisiones Obreras asegurar¨ªa la contenci¨®n de la conflictividad laboral. Se cuenta con que Uni¨®n Nacional sea barrida; y con que los previsibles parlamentarios de Coalici¨®n Democr¨¢tica se incorporen de una manera u otra a UCD. En consecuencia, se presiona y persigue a todo aquel que no entra en este proyecto. Pero muchos pensamos y sostenemos que una dictadura bipolar es peligrosa para la estabilidad, impide una aut¨¦ntica democracia, crea un proceso de resentimiento nada aconsejable y contribuye a empeorar los problemas de fondo capitales -entre ellos los de car¨¢cter moral y psicol¨®gico- que tiene Espa?a planteados.
Un nuevo ejemplo del bloqueo con que ha luchado el liberalismo ha sido el decreto-ley que recort¨® dr¨¢sticamente el acceso a la televisi¨®n de los partidos extraparlamentarios, cuyos derechos quedaban todav¨ªa amparados por disposiciones legales bajo las cuales prepararon sus campa?as.
Aunque el Partido Liberal hab¨ªa sufrido toda clase de acciones hostiles, previamente, mucho m¨¢s graves; al final, el Partido Liberal ha quedado relegado con un solo espacio en la Primera Cadena, y los otros dos tienen lugar en UHF, en las peores horas, las 19 horas, de los d¨ªas 22 y 23. As¨ª, las provincias que carecen de Segunda Cadena (el 40% del total nacional) pr¨¢cticamente no pueden verla, siendo ah¨ª donde se libraba el m¨¢s importante esfuerzo del partido en el plano pol¨ªtico y humano. Mi amigo Joaqu¨ªn Ruiz-Gim¨¦nez public¨® al respecto, el d¨ªa 5, un art¨ªculo de ¨¦tica ejemplar. Hac¨ªa constar su repulsa a la arbitraria diferenciaci¨®n entre partidos grandes y peque?os (como entre hombres peque?os y grandes), se?alando que ni Dios ni la Naturaleza nos hizo de distinto tama?o esencial a los hombres ni a los pueblos. A?ad¨ªa algo b¨¢sico, que reproduzco: no es posible medir/pesar a los partidos pol¨ªticos por la masa que mueven (y menos a¨²n por la potencia de sus recursos), sino por la ¨ªndole de los valores que propugnan y por la elevaci¨®n de las finalidades sociales que promueven.
La UCD, el PSOE y el PCE est¨¢n contribuyendo a la desinformaci¨®n del pueblo. Durante los primeros treinta a?os de autoritarismo se dijo, obsesivamente, que el liberalismo era la causa de los males de Espa?a. En los diez a?os finales se transform¨® en un elegante talante de. sal¨®n, para recreo de los tecn¨®cratas. En la transici¨®n a la democracia, los tres ?grandes? le presentan como una filosof¨ªa gen¨¦rica, una concepci¨®n com¨²n a todas las formaciones. Lo que nosotros aclaremos o hagamos es acallado. Como es acallada la voz del pueblo y de la mayor¨ªa de los m¨¢s brillantes profesionales.
As¨ª, se mantiene oculto rigurosamente que los partidos liberales constituyen la tercera fuerza pol¨ªtica de Europa (con m¨¢s representaci¨®n en el Parlamento europeo que los conservadores y los comunistas), y la primera fuerza en Canad¨¢ y Jap¨®n. Se oculta que no es una concepci¨®n difusa, sino. una ideolog¨ªa combatiente, con actualidad viva. La ¨²nica que se opone al incesante intervencionismo del Estado, y hace de la iniciativa privada el eje del progreso. Una alternativa que replantea tambi¨¦n, a fondo, el tema de los derechos humanos, convirti¨¦ndose en bandera de los sectores marginados, como son los agricultores; un sistema econ¨®mico eficaz; y la garant¨ªa de una cultura abierta y libre.
No hay m¨¢s que dos grandes ideolog¨ªas y programas del mundo moderno: el liberalismo y el socialismo, junto al elemento del conservadurismo, que es leg¨ªtimo y tampoco debe ser aplastado. Ahora bien, el socialismo, en su vertiente marxista (la predominante realmente en el horizonte socialista espa?ol), tiene tal arterioesclerosis que no ha producido una sola idea nueva en los ¨²ltimos decenios, en contraste con la capacidad de autocr¨ªtica, adaptaci¨®n a la nueva sociedad y aperturismo del liberalismo ante la fascinante d¨¦cada de los a?os ochenta. Todo esto, y el papel de moderaci¨®n que desempe?a el Partido Liberal en Occidente, es lo que trata de suprimir una enorme movilizaci¨®n de medios materiales. Pero la ignorada voluntad de un 40% de espa?oles puede decidir lo contrario.
La democracia es integraci¨®n social y no desprecio a las minor¨ªas, se apoya en n¨²mero razonable de opciones pol¨ªticas (las cinco representadas en el Parlamento Europeo) y es fundamental para su consolidaci¨®n la moderaci¨®n y la convivencia, no el radicalismo.
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