"Virginia Woolf comenz¨® a descolonizar la escritura femenina"
Marta Pessarrondona presenta la novela "Al faro"
?No s¨®lo es una escritora renovadora a la altura de Joyce. Virginia Woolf tiene adem¨¢s el valor extraliterario de haber escrito como mujer, de haber comenzado la labor de descolonizar nuestra lengua?, ha dicho a EL PAIS Marta Pessarrodona, que hoy presentar¨¢, a las ocho de la tarde, en la Librer¨ªa de Mujeres (San Crist¨®bal, 17) la edici¨®n en Espa?a de Al faro, publicada por Edhasa, y Orlando, en traducci¨®n de Jorge Luis Borges.
?Las mujeres -sigue la feminista catalana, especialista en literatura inglesa- tenemos la lengua colonizada por la masculina, por sus palabras y por su estilo de ver el mundo. En el siglo XIX, las mujeres empezaron a pisar con pie firme en la novela, sobre todo en el ¨¢rea anglosajona. Si no tuvi¨¦ramos estos precedentes ser¨ªa mucho m¨¢s dificil para las mujeres escritoras encontrar nuestra identidad. Para m¨ª lo importante de Virginia Woolf es que escribe indudablemente mujer, sin pretender encontrar a los hombres, sin conceder lo que se espera que una mujer escriba. Pero se nota que es una mujer. No sabr¨ªa explicar c¨®mo, pero ah¨ª sigue la pregunta sobre la diferencia. Porque es evidente que un escritor no es igual que una escritora y que una mujer no es igual que un hombre. Claro que para dilucidar las caracter¨ªsticas de la mujer tendremos que opinar tambi¨¦n nosotras. Hasta ahora s¨®lo sabemos lo que ellos dicen que son nuestras caracter¨ªsticas. Como de casi todo.?Virginia Woolf, efectivamente, escribe como una mujer, situada en el coraz¨®n de la cultura de su ¨¦poca. Hija de Leslie Stephen, un cr¨ªtico literario prestigioso, vivi¨® desde 1882 a 1941 entregada al quehacer literario, que no renuncia a la investigaci¨®n de la escritura ni de la realidad. Cuando a los dieciocho a?os, en 1905, se instala en casa de su hermana Vanessa, pintora, en el 23 de Bloomsbury Street, est¨¢ dando casa y nombre, sin quererlo todav¨ªa, a ese grupo de j¨®venes escritores ingleses que son cl¨¢sicos y que van a marcar el trabajo del intelectual con una obligaci¨®n de liberalismo, d¨¦ progresismo, de curiosidad vital y cultural. En casa de esta familia Stephen se discute y se admira, se conoce y se re¨²ne. Hablar del grupo de Bloomsbury es hacerlo de Bertrand Russell, de Forster, de Arthur Waley, de Keynes. Y recordar el paso de Eliot, el de Rilke, la afirmaci¨®n y el descubrimiento de las vanguardias intelectuales de esos veinticinco a?os irrepetibles que ellos cubren. Es ver la discusiones vivaces que luego se van a sentir en la obra de Virginia Woolf: sobre Freud, sobre el cubismo, sobre la revoluci¨®n, rusa o el ballet, sobre el fascismo que nace y sobre el talante de los intelectuales. De all¨ª viene tambi¨¦n su matrimonio con Leonard Woolf, animador del grupo, y all¨ª se fraguan las actitudes militantes de Virginia Woolf, su posici¨®n activa contra todo tipo de opresi¨®n, pol¨ªtica o personal.
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