Lectura ins¨®lita de "El capital"
SEGURAMENTE EL ¨ªndice m¨¢s revelador de la escasa implantaci¨®n de la izquierda abertzale en la clase obrera industrial vasca, pese a su mim¨¦tica ret¨®rica copiada de los catecismos dogm¨¢ticos y de la imaginer¨ªa tercermundista, fue su fracaso en las elecciones sindicales celebradas a comienzos de 1978. Si la participaci¨®n pol¨ªtica a trav¨¦s de las urnas hab¨ªa mostrado ya la d¨¦bil adhesi¨®n popular a las plataformas de la izquierda nacionalista, enfrentada por su radicalismo con el democristiano PNV por su independentismo con los socialistas y comunistas, el resultado de las elecciones para los comit¨¦s de empresa el propio desarrollo de las centrales han puesto de manifiesto que los trabajadores no conf¨ªan, para la defensa de sus intereses de clase, en los sindicatos organizados y patrocinados por los grupos abertzales que se mueren en la ¨®rbita de ETA militar y de ETA pol¨ªtico-militar.En la etapa inicial del posfranquismo, las organizaciones que siguieron la estela emocional de anteriores luchas y que lograron impresionantes movilizaciones de masas con la bandera de la amnist¨ªa pudieron por alg¨²n tiempo enga?arse a s¨ª mismas con la idea de que verdaderamente representaban al ?pueblo trabajador vasco?. Al fin y al cabo, el ¨¦xito de las manifestaciones en favor de la amnist¨ªa era un indicador que permit¨ªa esa err¨®nea interpretaci¨®n. Pero las elecciones generales de 1977, que dieron el triunfo al PNV y al PSOE, y las elecciones sindicales de 1978, que dieron la victoria a CCOO (donde el PCE es hegem¨®nico), a UGT (formalmente vinculada al PSOE) y a ELA-STV (sobre la que todav¨ªa el PNV tiene cierta influencia), acabaron con el mito de que los trabajadores vascos segu¨ªan a ETA militar y a ETA pol¨ªtico-militar o a sus prolongaciones pol¨ªtico-electorales y pol¨ªtico-sindicales agrupadas en Herri Batasuna y Euskadiko Ezkerra. Hac¨ªa falta gran habilidad dial¨¦ctica y poco amor a la verdad para negar a las elecciones legislativas de 1977, que sacaron a la luz la fuerza del socialismo del nacionalismo vasco tradicional y la d¨¦bil implantaci¨®n del radicalismo independentista, el menor car¨¢cter de prueba. Los resultados del refer¨¦ndum demostraron que las diversas familias de la izquierda nacionalista dif¨ªcilmente podr¨¢n superar la cota del 10% en las cuatro provincias. Pero constituye ya un acto de cinismo de la izquierda abertzale seguir llen¨¢ndose la boca con invocaciones al ?pueblo trabajador vasco? despu¨¦s de que los obreros industriales de Vizcaya, Guip¨²zcoa, Alava y Navarra han confiado mayoritariamente la defensa de sus intereses de clase a los sindicatos de orientaci¨®n comunista y socialista.
El secuestro del director de la f¨¢brica Michelin por un comando de ETA pol¨ªtico-militar, continuaci¨®n de otras extorsiones de parecido signo, demuestra, una vez m¨¢s, que una organizaci¨®n vanguardista no se para en barras a la hora de defender sus pretendidos derechos a la primogenitura. Si los hechos contradicen su necia arrogancia de resuelta minor¨ªa inasequible al desaliento, pues peor para los hechos. La teor¨ªa de Kautsky y de Lenin negaba a los trabajadores la posibilidad de elevarse hasta la conciencia de clase sin la decisiva ayuda de los intelectuales marxistas organizados en un partido pol¨ªtico. La teor¨ªa de los ?polis-milis? deja muy atr¨¢s el paternalismo impl¨ªcito y la petulancia expl¨ªcita de sus lejanos antepasados; el grupo revolucionario armado no s¨®lo es el ¨²nico que sabe lo que realmente quieren los trabajadores, sino que est¨¢ dispuesto a usurpar el papel de representante sindical, pese a que los obreros les hayan rechazado con sus votos, en un convenio de empresa.
El infantilismo revolucionario parece ir acompa?ado, en los radicales vascos, por una selecci¨®n tambi¨¦n infantil de sus modelos de comportamiento. ETA militar asume los rasgos terror¨ªficos y destructores de los monstruos de Mazinger-Z, mientras que ETA pol¨ªtico-militar prefiere seguir el ejemplo, ligeramente menos sangriento y brutal, del Guerrero del Antifiaz o de Superman. Los comandos que extorsionan a industriales o secuestran a empresarios se han autodesignado como bandidos generosos al servicio de una clase obrera que no s¨®lo no solicita sus servicios, sino que los ha rechazado en las urnas y en la afiliaci¨®n sindical. Los oficiosos siempre resultan personajes grotescos; pero cuando las extempor¨¢neas intervenciones, motivadas por una valoraci¨®n cuasi mesi¨¢nica del propio destino, se hacen a punta de metralleta y ponen en peligro vidas humanas, las fronteras entre la estupidez y el crimen se desvanecen y los aspirantes al estrellato como Superman dejan de ser figuras pat¨¦ticas para convertirse en simples delincuentes.
Depende, sin embargo, de otros actores que este drama no desemboque en tragedia. El foco de la atenci¨®n se centra, naturalmente, en Euskadiko Ezkerra, coalici¨®n que ha formulado ¨²ltimamente severas cr¨ªticas contra ETA militar y su coreograf¨ªa civil: Herri Batasuna, pero que no ha cortado todav¨ªa p¨²blicamente sus lazos de parentesco con ETA pol¨ªtico-militar. ?Justificar¨¢n el ex senador Bandr¨¦s y Mario Onaind¨ªa esta acci¨®n criminal simplemente porque lo amparan siglas amigas? En tal caso habr¨¢ que concluir que las ambig¨¹edades te¨®ricas y la falta de coraje pol¨ªtico y moral ante el terrorismo son el resultado seguro del oportunismo pol¨ªtico y la consecuencia probable de un acusado sentido com¨²n para los negocios.
?Cu¨¢l va a ser la respuesta del sindicato ELA-STV y del PNV, de CCOO y del PCE, de UGT y del PSOE? Y dentro de la f¨¢brica afectada por el secuestro, ?qu¨¦ repercusiones va a tener sobre el comit¨¦ de empresa y la direcci¨®n, negociadores de el conflicto, y sobre la asamblea de trabajadores?
Si el secuestro consiguiera que la direcci¨®n de la empresa aceptara las reivindicaciones de los trabajadores no s¨®lo demostrar¨ªa que ¨¦stas eran absorbibles por la sociedad francesa que controla la f¨¢brica, lo cual convertir¨ªa en sospechosa su anterior resistencia, sino que abrir¨ªa el campo de las relaciones laborales al gangsterismo organizado, del que no ser¨¢n, desde luego, los trabajadores los principales beneficiarios a la larga. La historia del movimiento obrero est¨¢ repleta de sangrientos ejemplos que muestran el callej¨®n sin salida al que conduce el intento de sustituir la lucha sindical por la violencia armada. La estupidez de suponer que las subidas salariales no dependen de la coyuntura econ¨®mica, sino de la buena o mala voluntad empresarial, reeducable a golpe de metralleta, es, por lo visto, la absurda ense?anza que han obtenido los abertzales de su err¨®nea e ins¨®lita lectura de El capital.
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