Donoso y Garcia L¨®pez, premios de la cr¨ªtica1978 en castellano
Entrevista con los autores de "Casa de campo" y "Mester andalus¨ª"
Jos¨¦ Donoso, por su novela Casa de campo, y Angel Garc¨ªa L¨®pez, con su libro de poemas Mester andalus¨ª, han sido los premios de la Cr¨ªtica de narrativa y poes¨ªa castellana, respectivamente, para 1978 Extramuros, de Jes¨²s Fern¨¢ndez Santos, y Viaje a Bizancio, de Luis Antonio de Villena, resultaron finalistas en esta primera edici¨®n, en que los veintis¨¦is cr¨ªticos que compon¨ªan el jurado, presidido por Jos¨¦ Luis Cano, se reun¨ªan fuera de Barcelona, escogiendo un camino itinerante, al menos -seg¨²n dijo Jos¨¦ Antonio Masoliver-, hasta que la transmisi¨®n de poderes culturales y econ¨®micos a la Generalidad de Catalu?a permitan la vuelta a Barcelona, no ya como sede fija, sino como una de las ciudades-sede.
Despu¨¦s de Murcia, ser¨¢ Zaragoza, donde comenz¨® el premio, porque el pr¨®ximo a?o se dar¨¢ por vig¨¦simo quinta vez, presidido el jurado por el se?or Hornos.
La contlenda ha sido dura. Los cr¨ªticos, e lispares, y el m¨¦todo, dif¨ªcil. La primera votaci¨®n, que dejaba en contienda seis y siete nombres respectivamente, y la ¨²ltima, a elegir entre dos, fueron las m¨¢s apasionadas: vale decir que estos cuatro libros anduvieron a la zaga en un premio en el que se juega ¨²nicamente el prestigio, porque no hay un c¨¦ntimo, y donde ninguno de los autores se ha presentado previamente. Los dos ganadores, Jos¨¦ Donoso y Angel Garc¨ªa L¨®pez, despu¨¦s de haber mostrado la alegr¨ªa y la sorpresa del premio recibido, contestaron a las preguntas de EL PAIS en las entrevistas que siguen.
Jos¨¦ Donoso: una par¨¢bola indirecta
Jos¨¦ Donoso, chileno, que vive en Madrid despu¨¦s de varios a?os de residencia en Calaceite, ha obtenido el Premio de la Cr¨ªtica para narrativa espa?ola por Casa de campo. Detr¨¢s de las nubes de grama que cerraban el territorio de los se?ores, tina familia que es algo m¨¢s que una familia abandona por un tiempo la casa, donde quedar¨¢ solo la sorribra de su poder, mientras los ni?os y los criados lo van tomando lenta, pero efectivamente. Luego ser¨¢ el fracaso, o tal vez no. En cualquier caso ?no conviene decir de qu¨¦ va la novela. Al menos -dice Jos¨¦ Donoso a EL PAIS- ser¨ªa malo que yo lo hiciera. Ah¨ª est¨¢ el l¨ªbro, que se tendr¨¢ que explicar por s¨ª mismo, o si no no valdr¨¢ de nada?.
Otros libros suyos estuvieron nominados antes de ¨¦ste para el Premio de la Asociaci¨®n de Cr¨ªticos. Concretarnente, El obsceno p¨¢jaro de la noche fue rechazado, al parecer, por obscenidad. Se consider¨® una lectura inmoral, aunque fue discutido hasta la n¨¢usea. Pero no es extra?o el resultado cuando por aquellos mismos anos pasaba sin el reconocimiento oficial El siglo de las luces, de Alejo Carpentier, por citar un caso. El tiempo ha cambiado, como una muestra de que tambi¨¦n la obscenidad es relativa. Y si bien en este libro el monstruosismo er¨®tico no tiene tanta presencia como El obsceno p¨¢jaro de la noche, o como en El lugar sin l¨ªmites, comparte con ellos ese gusto, obsesivo, por el ambiente cerrado que pasa a ser la muestra de las torturas interiores, espeluznantes, aunque ahora sea tambi¨¦n la met¨¢fora del descubrimiento de la libertad, de la realizaci¨®n del sue?o, y lo que otras veces fue una lengua de matices y de oscuridades, se pone aqu¨ª al servicio de la sensaci¨®n luminosa de la libertad y de su p¨¦rdida. ?Me reconozco -dice Jos¨¦ Donoso- en casi todas mis novelas. En todas ellas hay ambig¨¹edad y multiplicidad. En ¨¦sta, en que la simbolog¨ªa parece tan marcada, el desmadre va por dentro... No me gustar¨ªa que Casa de campo fuera le¨ªda como una colecci¨®n de signos f¨¢cilmente reemplazable por los significados a que los signos se?alan. Me gustar¨ªa pensar que funcionan m¨¢s bien como s¨ªmbolos, esto es, como un cuerpo transl¨²cido, no transparente. Que el objeto literario permanezca interponi¨¦ndose delante y cubriendo lo que indudablemente est¨¢ detr¨¢s. Y para eso., la opacidad, cierta opacidad, es necesaria.?
Porque de Casa de campo se ha hecho frecuentemente una lectura pol¨ªtica, que hablar¨ªa de Chile sobre todo, y tambi¨¦n de otras dictaduras latinoamericanas que por un momento vivieron la ilusi¨®n de la construcci¨®n libre de su pa¨ªs. ?He recuperado una faceta que a veces se oculta en el escritor: contar un cuento que es exterior, si es que algo hay de exterior a un hombre. Al fin. para escribirla, yo mismo me refugi¨¦ en una casa de campo, y la novela tiene tambi¨¦n ese aspecto de c¨ªrculo cerrado. de mundo privado sobre el que cae el mundo.? ?No me preguntes por los dem¨¢s -dice- hace m¨¢s de un a?o que no leo literatura espa?ola.?
Garc¨ªa L¨®pez: una deuda de las ra¨ªces culturales
Mester andalus¨ª es, seguramente, el libro m¨¢s ambicioso de Angel Garc¨ªa L¨®pez. Despu¨¦s de llegar a la selecci¨®n final de siete t¨ªtulos de poes¨ªa. con un n¨²mero de votos superior a todos ellos -quiere decir esto que hab¨ªa consenso en la apreciaci¨®n de su calidad literaria, dentro de la capacidad de maniobra que permite el Goncourt-, el libro del andaluz se mantuvo en el centro de las dos tendencias que polarizaban el premio. Mester andalus¨ª, utilizaci¨®n del verso largo, del vers¨ªculo muchas veces, para el nombramiento de un pasado perdido y tal vez incorporable a la cultura espa?ola, levanta de las cenizas el recuerdo de Al Andalus, mitificando aquella cultura del agua, de la escritura, de la lentitud y los placeres lentos. La convocatoria de los poetas arabigoespa?oles a sus p¨¢ginas y la riqueza descriptiva y recordante del lenguaje hacen de ¨¦l un libro hermoso, contenido y serio.
Pero es que adem¨¢s Angel Garc¨ªa L¨®pez es un curioso ejemplo de bondad. As¨ª de simple: al maraen de las carreras literarias, y sobre todo de las politiquillas culturales, se dedica a escribir con honradez.
?El prop¨®sito de este libro -dijo a EL PAIS- ha sido romper con la estructura de mi verso anterior. Era un verso sincopado, fracturado sint¨¢cticamente por el punto seguido, y seco, como resultado del miedo al barroquismo. Aqu¨ª -sigue Angel Garc¨ªa L¨®pez- he permitido en m¨ª esa incursi¨®n en la abundancia, que es al f¨ªn una tendencia natural en m¨ª, tanto en el tema como en el verso. Han quedado entonces esos vers¨ªculos de ritmo heptasil¨¢bico y rara cantidad sil¨¢bica, asonantados muchas veces. y que quieren constituir cada uno de ellos un peque?o poema dentro del poema. De hecho creo que esta investigaci¨®n en el lenguaje es una forma del sometimiento del ritmo al tema, que, en realidad. considero ya zanjado. Este era un d¨¦bito que yo ten¨ªa con aquellas ra¨ªces, las arabigoandaluzas, que creo que ya he pagado.?
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