Castilla-Le¨®n cada vez m¨¢s cerca del desierto
?El ¨²ltimo que salga, que apague la luz y cierre la puerta.? Aunque la frase no ha aparecido escrita todav¨ªa en ning¨²n muro, comienza a ser una realidad dram¨¢tica y tangible en algunas comarcas de la regi¨®n castellano-leonesa. M¨¢s del 90% de los alcaldes que salgan elegidos en las pr¨®ximas elecciones municipales se encontrar¨¢n con el grav¨ªsimo y, hasta el momento, irresoluble problema de la despoblaci¨®n y el envejecimiento continuo de sus habitantes. Castilla-Le¨®n, especialmente sus zonas rurales, se queda sin gente a pasos agigantados. Se calcula que desde principios de siglo han emigrado de la regi¨®n m¨¢s de dos millones de personas, es decir, la misma cantidad que habita ahora en la zona. Luis Miguel de Dios y Sebasti¨¢n Garc¨ªa prepararon este informe sobre el problema.
Las principales carreteras de la cuenca del Duero son la N-VI y la N-I que, partiendo de Madrid, llegan hasta La Coru?a e Ir¨²n, respectivamente. Mientras en cualquier valle el eje natural de comunicaci¨®n es a lo largo de la cuenca, en este castellano-leon¨¦s las grandes carreteras lo recorren de trav¨¦s y hacia fuera, como si estuvieran invitando¨¢ marcharse de una regi¨®n que, de tener a comienzos de siglo el 12,4% de la poblaci¨®n total de Espa?a, en esta d¨¦cada, lleg¨® a quedarse con ¨¦l 7,7% de ese total.Sobre el mapa se aprecia bien este esquema de las comunicaciones. Adem¨¢s de esas dos carreteras, que s¨®lo comunican la regi¨®n en sentido Norte-Sur, existe otra red, cuyo centro es Valladolid, y que se extiende radialmente por la zona baja del Duero. Pero incluso esta segunda red revela la realidad del problema: en cuanto se sale de la N-VI o la N-I, el viajero entra en unas carreteras que da pena llamar nacionales, con poca anchura, menor se?alizaci¨®n y un firme generalmente horrible.
Los mismos castellanos dicen que necesitan comunicarse ante todo entre ellos, a lo largo de su r¨ªo. Incluso se ha hablado de hacer navegable al Duero donde se pueda. Y, curiosamente, la carretera existe: hay una pista -no se puede llamar mucho m¨¢s- que desde Soria va hacia Portugal valle abajo, pero en tal estado en la mayor¨ªa de sus tramos que apenas se puede hablar de ella. M¨¢s a¨²n: el puerto natural del Duero, Oporto, se comunica con el resto de Europa con una v¨ªa de ferrocarril de ancho europeo -distinto del espa?ol- que pasa como sin tocar el suelo por Castilla.
Carlos Carrasco, fundador del Instituto Reg¨ªonal Castella-no- Leon¨¦s, sostiene en su obra La alternativa de Castilla y Le¨®n que para poner fina este esquema hay que, ante todo, salvar el muro que representa la frontera portuguesa y, firmando todos los tratados que hagan falta, dar salida a la regi¨®n por su lado natural, hacia las costa portuguesas.
Sea cual sea la soluci¨®n, lo cierto es que Castilla es hoy una regi¨®n de inmensos campos semidespoblados, de los que la gente se ha mar chado por falta de perspectivas en busca de mejor futuro, y ha ido a engrosar las aglomeraciones del Pa¨ªs Vasco, Catalu?a o Madrid, e incluso las nuevas grandes ciuda des de la propia cuenca, cuyo ejemplo m¨¢s claro es Valladolid.
Desde la Edad Media, en que el valle del Duero era una red de villas y ciudades con una potente burgues¨ªa artesana, hasta la actua lidad, la regi¨®n no ha cesado de bajar. La historia de las batallas cifra el comienzo de la decadencia en la derrota de los comuneros, en Villalar, a manos de las tropas de Carlos V, en el siglo XVI, aunque esta fecha debe mirarse ante todo como un s¨ªmbolo.
Incluso en lo que va de siglo, la Castilla norte ha seguido perdiendo poblaci¨®n en relaci¨®n con el resto de Espa?a. Provincias como Zamora, Avila, Palencia y Soria tienen hoy menos habitantes que en 1900; otras, como sucede con Segovia, han visto pasar casi ocho decenios sin que aumenten sus efectivos humanos. Castilla-Le¨®n se ha convertido desde hace muchos a?os en una aut¨¦ntica f¨¢brica de emigrantes, al igual que ha sucedido con otras regiones, pero con una diferencia esencial. Mientras que Andaluc¨ªa, Galicia o Arag¨®n, pese a la constante sangria que padecen incrementan paulatinamente su poblaci¨®n, Castilla-Le¨®n la pierde mes a mes. En febrero de 1978 abandonaron su provincia de origen 115 abulenses, 217 burgaleses 307 leoneses, 198 palentinos, 109 segovianos, 84 sorianos, 220 vallisoletanos, 226 salmantinos y 128 zamoranos. A la regi¨®n llegaron procedentes de otras latitudes 1.234 personas, lo que arroja un balance negativo de 370 personas en s¨®lo treinta d¨ªas. Solamente Valladolid (220 emigrantes y 353 inmigrantes) cerr¨® el citado mes con super¨¢vit.
Pero la emigraci¨®n, a pesar de su extremada gravedad, no es el ¨²nico factor que incide en la despoblaci¨®n constante de una regi¨®n que abarca alrededor de una quinta parte de la superficie total de Espa?a. En algunas provincias, el crecimiento vegetativo en enero de 1978 fue negativo. En Soria murieron 36 personas m¨¢s de las que nac¨ªeron; en Zamora, quince; en Avila, tres, En otras, el aumento de poblaci¨®n por este concepto fue cagi insignificante (Palencia, once; Segovia, 47; Salamanca, 78).
Estos datos, estremecedores por s¨ª mismos, alcanzan un mayor realce si se tiene en cuenta que en el mencionado mes todas las capitales de provincia registraron un crecimiento vegetativo positivo, lo que indica claramente que las zonas rurales, los pueblos y las aldeas peque?as agonizan inevitablemente. Seg¨²n un estudio realizado por Comentario Sociol¨®gico, Zamora ser¨¢ en el a?o 2000, si contin¨²a el ritmo actual de despoblaci¨®n, ?un desierto de 10.559 kil¨®metros cuadrados con unas pocas ciudades?. Esta provincia ha perdido m¨¢s de 70.000 habitantes en los ¨²ltimos veinticinco a?os.
En el per¨ªodo comprendido entre 1955 y 1975, la regi¨®n castellano-leonesa vio descender su densidad media desde 33,6 personas por kil¨®metro cuadrado hasta 31,3, y el proceso contin¨²a. S¨®lo Valladolid y Le¨®n, aunque ¨¦sta en menor escala, se han salvado del desastre. Burgos ha iniciado, gracias a la industrializaci¨®n, un per¨ªodo de recuperaci¨®n, y Palencia, merced a la instalaci¨®n de la nueva factor¨ªa de FASA, que ya cuenta con 1.500 empleados, se apresta a ganar poblaci¨®n. Pero estos casos aislados, a los que se pueden unir Ponferrada, Miranda de Ebro, Aranda de Duero, Benavente, Iscar, Cu¨¦llar y algunos pueblos-dormitorio pr¨®ximos a Le¨®n, Valladolid y Burgos, son las excepciones que confirman la regla. Castilla-Le¨®n corre el grav¨ªsimo peligro de convertirse en un desierto salpicado por algunas ciudades, saltos hidr¨¢ulicos, plantas nucleares -se proyecta instalar centrales en Soria, Juzbado (Salamanca) y Sayago (Zamora)-, cotos de caza y peque?as localidades suministradoras de materias primas y consumidoras de los productos manufacturados procedentes de otras regiones y nacionalidades.
Una econom¨ªa atrasada
La regi¨®n castellano-leonesa no se incorpor¨® m¨¢s que d¨¦bilmente al desarrollo industrial espa?ol, y se puede decir que s¨®lo en las ¨²ltimas d¨¦cadas ha tenido un cierto
Castilla-Le¨®n, cada vez m¨¢s cerca del desierto
despegue industrial. La cifra del valor a?adido bruto por persona puede ser representativa del atraso. En Castilla-Le¨®n es una media de 236.000 pesetas anuales, lo cual alcanza s¨®lo el 85% de la media nacional, que se sit¨²a en 277.000 pesetas.Entre un 40 y un 50% de la poblaci¨®n activa, seg¨²n las provincias, se ocupa en la agricultura, mientras del 15 al 25% trabajan en la industria. Cifras todas ellas muy distantes de las medias nacionales. Adem¨¢s, la agricultura est¨¢ marcada por la escasa extensi¨®n de la mayor¨ªa de las explotaciones, que conviven con grandes latifundios mal. explotados. Un 94% de los propietarios tienen menos de treinta hect¨¢reas, y de ellos, el 66% menos de cinco.
La industria, en general, goza de una gran historia, que se remonta a la ¨¦poca artesanal de la Edad Media. Pero el presente es desolador. No hay materias primas -la ¨²nica que existe, la energ¨ªa, se exporta: Salamanca, por ejemplo, tiene instalada el 14% de la potencia nacional total-, ni comunicaciones bu.enas que permitan una organizaci¨®n racional, ni capitales.
Los recursos financieros, como la poblaci¨®n, emigran. Castilla-Le¨®n aporta el 4,88% de los dep¨®sitos bancarios y solamente rec¨ªbe, en forma de cr¨¦ditos de la banca, un 2% del total nacional. Las cajas de ahorro, a trav¨¦s del coeficiente de inversi¨®n obligatoria, han invertido un 43% del ahorro en obligaciones de empresas que tienen escasa incidencia en cuanto a creaci¨®n de puestos de trabajo en la, regi¨®n. Los activos fijos del INI alcanzan un porcentaj e del 0,01% en Palencia, un 0,29 % en Burgos, un 0,08% en Segovia, un 1,13% en Valladolid, un 2,10% en Zamora y un 4,07% en Le¨®n. En otras provincias no se alcanza ni siquiera el nivel de Palencia.
La lucha por evitar la despoblaci¨®n puede ser uno de los grandes caballos de batalla de los pr¨®ximos ayuntamientos. En algunos lugares se han creado, aunque tard¨ªamen.te, pol¨ªgonos industriales, y los nuevos responsables de la pol¨ªtica municipal tratar¨¢n de llevar a ellos empresas y f¨¢bricas. Castilla-Le¨®n, pese a todo, contin¨²a siendo un in-iportante abastecedor de mano de obra barata procedente de las zonas rurales. Madrid, con m¨¢s de un cuarto de mill¨®n de castellano-leoneses; Catalu?a o el Pa¨ªs Vasco saben mucho de estos temas.
Castilla-Le¨®n languidece entre el escepticismo de gran parte de su poblaci¨®n y algunas voces de protesta que han comenzado a sonar recientemente. El milagro de Valladolid cap?tal, que casi ha triplicado su poblaci¨®n en los ¨²ltimos veinticinco a?os, no es f¨¢cil que se repita. Eso de que ?el ¨²ltimo que salga que apague la luz y cierre la puerta? se acerca cada a?o m¨¢s a una realidad pat¨¦tica y desoladora. Para algunos municipios quiz¨¢ sean los alcaldes que se elijan el 3 de abril los ¨²ltimos que figuren al frente de la corporaci¨®n municipal. Despu¨¦s, esas localidades, como ha sucedido ya con varias en las provincias de Burgos, Soria, Avila, Palencia y Segovia, principallmente, habr¨¢n pasado a la historia y al recuerdo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.