Cuando el cine es carnaval
El cine de Ken Russell, original, barroco y si se quiere brillante, ha ido evolucionando hasta esta Lisztomania, realizada hace ya cuatro a?os, especie de caricatura de su estilo. Su modo de tratar las biograf¨ªas viene de lejos de una escuela forjada en la televisi¨®n, con m¨¢s de diez t¨ªtulos, a los que es preciso a?adir en la pantalla grande, dos cap¨ªtulos m¨¢s, dedicados a Mahler y Tschaikowsky. Es claro que hoy d¨ªa resulta fuera de lugar, desde el punto de vista puramente cinematogr¨¢fico, realizar biograf¨ªas tradicionales. La soluci¨®n de Russell a esta cuesti¨®n se ha concretado hasta la fecha en una serie de cuadros deformantes en los que la s¨¢tira, la burla y alguna que otra secuencia melodram¨¢tica sirven de nexo de uni¨®n a los consabidos n¨²meros musicales. En este caso, ha adoptado el esquema de las ¨®peras rock, de moda hace unos a?os, haciendo intervenir incluso a Ringo Star, para presentarnos un Liszt desorbitado entre alusiones a un erotismo espectacular, a sus afanes pecuniarios, sazonado todo con escenas de dudoso humorismo. Hay secuencias, como las del homenaje a Chaplin, facilonas, pero conseguidas, aun dentro de su escasa justificaci¨®n, y otras, como las del final, a lo ciencia-ficci¨®n, dignas de un comic. De los cap¨ªtulos sacr¨ªlegos a las exhibiciones pornogr¨¢ficas, este Russell, convertido en fallero mayor del cine actual, narra la vida del famoso m¨²sico rom¨¢ntico en esta versi¨®n pretendidamente contracultural, con sus simbolismos un tanto pedestres y m¨²sica del grupo The Who, en busca de epatar a todo trance.
Lisztoman¨ªa
Gui¨®n y direcci¨®n: Ken Russell. Int¨¦rpretes: Roger Daltrey, Sara Kestelman, Paul Nicholas, Fiona Lewis, Ringo Star. Opera rock. Gran Breta?a, 1975. Local de esireno: Cine Alexandra.
Liszt y Wagner, en una fiesta organizada
La verdad es que ni Liszt ni Wagner salen perjudicados de tal modo; cuanto de ellos se cuente es ajeno a su vida y a su obra.En realidad se trata m¨¢s bien de un carnaval visual en el que actores, decorado y an¨¦cdota se nos dan disfrazados. Como en todos los carnavales, hay momentos espectaculares en los que la acumulaci¨®n de m¨²sica, vestidos y personajes llegan a damos la impresi¨®n de algo como una fiesta organizada. Pero como en tal tipo de festejos, apenas fijamos la vista en su realidad, apenas intentamos seguir los compases de su m¨²sica, todo se nos distorsiona y deshace, cobrando su pobre dimensi¨®n en un filme que seguramente contar¨¢ poco en la carrera de Russell.
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