Lovecraft ten¨ªa biograf¨ªa
Contra lo que muchos cre¨ªan, Howard Phillips Lovecraft, el inquietante hacedor de historias monstruosas, tiene biograf¨ªa. La oscuridad en la que vivi¨® y muri¨®, y la ausencia de datos concretos sobre los episodios m¨¢s significativos de su vida, hicieron creer que Lovecraft hab¨ªa construido su poderoso universo fant¨¢stico para huir de la mediocre cotidianidad. Sin embargo, la minuciosa biograf¨ªa escrita por Sprague de Camp y publicada ahora en Espa?a nos descubre a un personale apasionante, cuya historia personal es una aut¨¦ntica novela que el estudioso desentra?a tras una investigaci¨®n laboriosa y apasionada. Restaurar los hechos, emprender una gigantesca reconstrucci¨®n de una vida tan literaria como la de Lovecraft, por alguien que no lo conoci¨®, es realmente dif¨ªcil.Sobre todo cuando se trata del primer estudio serio sobre el tema, y tejer cada secuencia necesita de los testimonios m¨²ltiples de antiguos amigos del finado, vecinos, parientes pr¨®ximoso corresponsales dispersos. Todo puede ser ¨²til para aclarar la imagen del personaje, y nunca sabe el estudioso d¨®nde puede estar la clave secreta, de ah¨ª que la mayor acumulaci¨®n de datos pueda favorecer la creaci¨®n de un retrato-robot m¨¢s perfecto. Esta t¨¦cnica, m¨¢s cuantitativa que cualitativa, es la que emple¨® el autor de este libro, prefiriendo la contraposici¨®n de opiniones diversas antes de arriesgar una teor¨ªa propia que pudiera resultar subjetiva. Exposici¨®n f¨¦rtil antes que interpretaci¨®n personal.
Sprague de Camp
Lovecraft, Biograf¨ªaTraducci¨®n de Francisco Torres Oliver. AlfaguaralNostromo. Madrid, 1979.
El resultado es, pese a ello, muy interesante. El personaje que hizo posible aquellos aberrantes relatos es un ser d¨¦bil, marcado por la personalidad dominante de una madre viuda prematuramente que se entrega a la excentricidad en medio de la decadencia familiar.
Angl¨®filo, mon¨¢rquico, reaccionario hasta extremos caricaturescos, este constante adolescente no puede dejar de recordarnos muchas veces a otro gran hacedor de perplejidades, el maestro Borges. La diferencia estriba en que uno conoci¨® el ¨¦xito en vida y el otro vivi¨® en el t¨²nel infinito del fracaso, mordiendo siempre el polvo de la penumbra circular de los sectarios, pese a sus ansias de vencer los muros carcomidos de sus casas de Providence. Pero un sinf¨ªn de coincidencias acaba por unir al argentino c¨¦lebre en vida y al otro, celebrado p¨®stumamente. Coincidencias vitales, ideol¨®gicas, e incluso literarias, que tienen su culminaci¨®n en uno de los cuentos de El Libro de Arena, en el que Borges rinde un homenaje esquivo al maestro americano e intenta una ense?anza final que puede ser interpretada como una secreta iron¨ªa hacia el autor de Los mitos de Cthulhu.
Sprague de Camp hace de Max Brod, de este nuevo Kafka de la tierra nueva. Es un albacea espont¨¢neo que cumple su papel con holgura, bordeando siempre la farragosidad erudita y ofreci¨¦ndonos el anecdotario completo de un escritor especialmente inclinado a hacer an¨¦cdota. Un Lovecraft poseur, teatral, arist¨®crata, ataviado con la vieja ropa que perteneci¨® a su padre, c¨²mulo de todos los fracasos, queda retratado para sus lectores, la vasta legi¨®n que devor¨® su narrativa exaltadora del miedo y que hoy pueden acceder a la habitaci¨®n secreta donde su h¨¦roe se dej¨® vivir.
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