El gradualismo del PSOE
La campa?a de las elecciones generales nos ha permitido conocer los proyectos de sociedad que los diversos partidos pol¨ªticos ofrecen a los espa?oles. Prescindamos ahora de las minor¨ªas extremistas, incluido el PC, cuyas alternativas conducen a la instauraci¨®n de una dictadura ultrapasada. La sociedad ya se ha definido y no ser¨ªa coherente que en las elecciones municipales, llamadas a elegir gestores de algo tan pr¨®ximo al hombre como su ayuntamiento, los vecinos alterasen el voto que ya dieron como ciudadanos.Frente a UCD, triunfadora, la ¨²nica formaci¨®n con unas relativas posibilidades de futuro es el partido tradicional del clasismo obrerista, fundado por Pablo Iglesias: el socialismo espa?ol, de ra¨ªz revolucionaria y de contenido ideol¨®gico marxista. A ¨¦l quisiera referirme, puesto que es su presidente quien se presenta como cabeza de una lista de aspirantes a los puestos de concejales del Ayuntamiento de Madrid.
El PSOE, en su propaganda, ha pretendido presentarse como un centro equidistante de los entusiasmos comunizantes y de la derecha tradicional. Una especie de progresismo liberal detentador en exclusiva de los sentimientos democr¨¢ticos, de las convicciones arraigadas sobre una justicia social y de la honestidad administrativa. Notable esfuerzo para quienes, al mismo tiempo, hacen gala de una historia de cien a?os y no pueden hacer olvidar sus libros, discursos, peri¨®dicos y resoluciones de sus veintisiete congresos anteriores. Si .la antig¨¹edad es un t¨ªtulo, y ciertamente lo es, cuando se asume con rectitud resulta imposible, al mismo tiempo, ser y no ser la misma cosa.
Tierno y el marxismo
El profesor Tierno, hombre de gabinete y estudio, es, tal vez, el ¨²nico socialista importante que con rigor de pensamiento ha defendido siempre su credo marxista y revolucionario, no ocultando que el objetivo de toda pol¨ªtica socialista consiste en crear un nuevo tipo de sociedad bien distinto de? que ahora conocemos y vivimos.
Lo que ocurre con el profesor es que, atrapado entre la l¨ªnea ambivalente de su partido, en pura indefinici¨®n electoral, y el rigor de su pensamiento, en pura flecha de inspiraci¨®n marxista, no ha encontrado otra opci¨®n que la que se podr¨ªa denominar gradualismo. Haremos la revoluci¨®n, impondremos el Estado socialista, pero lo haremos por tiempos, gradualmente, casi dulcemente, le falta decir.
El gradualismo acepta . la Constituci¨®n, acepta la sociedad de mercado, acepta una sociedad democr¨¢tica, pero todo ello lo acepta sin renunciar a su credo, sin olvidar que el fin perseguido consiste ?en avanzar gradualmente, con los pasos necesarios, a la sustituci¨®n de la sociedad actual?. El socialismo autogestionario yugoslavo parece ser el modelo para ese per¨ªodo intermedio de acomodaci¨®n; se pone el acento en la idea de autogesti¨®n, pero se silencia la condicion previa inevitable de que el modelo s¨®lo funciona, cuando lo hace, en un pa¨ªs de partido ¨²nico, en el que se encarcela al oponente, aun cuando fuera un viejo amigo revolucionario que comparti¨® a?os de lucha y de poder.
Los gradualistas sostienen tambi¨¦n que todos los pasos necesarios para sustituir a4a sociedad actual ser¨¢n dados de grado en grado y s¨®lo contando con el voto popular. Lo que no explican es qu¨¦ ocurrir¨¢ si el pueblo pretendiera un d¨ªa desmontar, de grado en grado, una situaci¨®n autogestionaria poco satisfactoria. Porque la verdad escueta es que el utopismo socialista descubre con seguridad el para¨ªso al que quiere conducirnos, pero no admite la mera posibilidad de que la teor¨ªa, una vez aplicada, pudiera resultar fallida y existiera en ese caso la necesidad de emprender un nuevo camino salvador. La experiencia hist¨®rica muestra, por el contrario, que las pretensiones socialistas persiguen siempre un nuevo utopismo o desembocan en la guerra cuando sus contradicciones internas no pueden ser ya ocultadas. La situaci¨®n en Asia meridional es, tal vez, el mejor ep¨ªtome de una de esas situaciones.
Socialismo no estatalista
En la tradici¨®n del pensamiento marxista, el socialismo es la ¨²ltima etapa de un largo recorrido revolucionario que pasa por un per¨ªodo de estatalizaci¨®n, dictadura del proletariado, para someter definitivamente a las clases burguesas que se supone no admitir¨¢n voluntariamente un cambio perjudicial para ellas. Es as¨ª cierto y correcto afirmar que el socialismo, como dice el profesor Tierno, no es estatalista. Pero no es hipocres¨ªa, aunque tambi¨¦n lo afirme el profesor, el preocuparse de qu¨¦ puede ocurrir en el per¨ªodo intermedio, el pretender precisiones sobre c¨®mo se piensa doblegar a una burgues¨ªa creciente que aspira a algo mejor que a su mera desaparici¨®n como clase.
Se puede aceptar sin dificultad que el primer candidato socialista a concejal sinceramente no aspira a ocupar el poder municipal u otro por medio de una revoluci¨®n popular, pero no es tan sencillo entender el doble artilugio que supone defender el gradualismo en la teor¨ªa y amenazar en la calle con las masas, pr¨¢ctica que crudamente nos ha sido anunciada por correligionarios de? candidato. Todav¨ªa frente al Estado la coacci¨®n de las masas parece algo lejana en su eficacia, pero un municipio no tiene esa fortaleza ni dispone de medios adecuados para su defensa, y la presi¨®n sobre el Ayuntamiento de la capital del Estado bien podr¨ªa ser un modo gradual para intentar poner de manifiesto la ?voluntad popular? en un momento determinado, aunque ello no fuera propiciado por los defensores te¨®ricos de un gradualismo doctrinal.
Los problemas que Madrid presenta son eminentemente pr¨¢cticos y, en muchos aspectos, puramente materiales. Faltan cosas, servicios, prestaciones. Frente a tales carencias pueden adoptarse variadas soluciones, pero al final unas y otras deber¨¢n responder al tipo de idea social que se posea, al esquema ideol¨®gico del que se parte, a la estructura del pensamiento que se defiende. No es por ello irrelevante el conocer con precisi¨®n c¨®mo piensan los concejales que se votan, ni, menos a¨²n, el saber qu¨¦ defiende aquel que tiene alguna oportunidad de llegar a ser alcalde. Por gradual que ello sea, entre una soluci¨®n colectivista autogestionaria y otra de car¨¢cter privatista, aunque pudiera estar municipalizada en alg¨²n caso, existen tan evidentes diferencias de sustancia que no es irrelevante el pretender ahora, antes del voto, alguna mayor clarificaci¨®n.
No entiendo por qu¨¦ al pretender llamar a las cosas por su nombre se le califica corno apelaci¨®n al voto del. miedo, salvo que, claro est¨¢, se parta del complejo de que determinadas verdades, por su sola enunciaci¨®n, producen miedo. Los gradual¨ªstas, por ello, inteligentemente, prefieren hablar de grados en las cosas, no aspiran a precipitar las soluciones y conceden c¨®modos plazos de habituaci¨®n. Es, sin duda, un modo habilidoso de intentar, adormecer el miedo, un modo no carente de honestidad, puesto que, ni niega el resultado final, ni oculta el origen del pensamiento, simplemente, profesoralmente, advierte que con dulzura y grado a grado tambi¨¦n se puede conseguir el para¨ªso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.