Muerte a Picasso
El se?or Carzou, un pintor franc¨¦s que quer¨ªa entrar en la Academia y ya ha entrado, aprovecha la ocasi¨®n y el discurso para decir que Picasso no, que Picasso ha muerto, m¨¢s o menos como Nietzsche dijera de Dios en Sils-Mar¨ªa. Los picachos de las monta?as y los picachos de las Academias se prestan siempre a exageraciones como picachos. Pero la noticia ha ca¨ªdo muy bien en Madrid, claro. Ya que Tierno Galv¨¢n parece que es verdad, seg¨²n los votos, al menos que sea mentira Picasso.La reacci¨®n no puede soportar tanta dosis de revoluci¨®n. Normal. Como dir¨ªa el propio Tierno, si no lo ha dicho ya, lo mejor es el gota a gota. Y no s¨®lo para el bazo de Garrigues. Perdidas las elecciones municipales, desmoralizada la derecha m¨¢s moral y moralista, al fin se ha sabido que Picasso es una braga de pintor, porque lo ha dicho un tal se?or Carzou. V¨¢yase lo uno por lo otro. Dios (el Dios de Donoso, V¨¢zquez de Mella y Fern¨¢ndez de la Mora, que ¨¦se s¨ª que no ha muerto), aprieta, pero no ahoga. Lo de Tierno es una evidencia. Lo de Picasso empieza a ser discutible.
Otra parida del se?or Carzou en su discurso acad¨¦mico:
-Matisse se est¨¢ despintando en todos los museos del mundo. No ten¨ªa cocina.
Claro, pero ten¨ªa una cabeza. La noche en que llegu¨¦ al Caf¨¦ Gij¨®n, lo encontr¨¦ atestado de pintores con mucha cocina, pero descabezados. All¨ª siguen, tomando caf¨¦ sin cabeza, porque no se les ocurre nada (salvo los que cito, cuido y gloso en mi libro al respecto, que son muchos).
D¨¢maso Alonso acaba de sacar en Alianza Editorial una antolog¨ªa po¨¦tica preparada por el hispanista Silver. Creo que tengo demostrada incluso con exceso mi admiraci¨®n a D¨¢maso, pero lamento no compartir con ¨¦l la teor¨ªa de la intemporalidad del arte. El arte se despinta de inactualidad, como se ha despintado el Parten¨®n y toda Atenas, que era de colores, y las estatuas grecorromanas se parten la nariz contra el esquinazo de los siglos.
No son eternas. Mejor a¨²n: son fragmentarias. S¨®lo cree uno ya en la fascinaci¨®n del fragmento. Si se ha despintado Grecia, ?por qu¨¦ no se va a despintar Matisse? Pero Grecia pensaba y tambi¨¦n pensaba Matisse, y por eso han movido el mundo. Luego, la cocina se queda para los cocineros del arte, que para cocinar no hace falta discurrir: basta un libro de recetas.
La alegr¨ªa con que nuestra derecha cultural acaba de recibir la muerte de Picasso mediante la cicuta acad¨¦mica del se?or Carzou -?tambi¨¦n t¨², Bruto, hijo m¨ªo?, como dice Julio C¨¦sar en todas las televisiones del mundo- es un respiro muy necesario, un peso inespec¨ªfico que nos quitan de encima, porque ya est¨¢ bien que nuestros mejores alcaldes vayan a ser de izquierdas, como para que nuestros mejores artistas vayan a ser tambi¨¦n de izquierdas. Y Revello de Toro qu¨¦.
La derecha quiere una pintura para siempre, que no se despinte, como quiere una pol¨ªtica para siempre, o sea para cuarenta a?os, porque si la pintura se despinta, eso da lugar a la irrupci¨®n de una nueva pintura, de unos fauves, de unos cubistas, de unos dada¨ªstas, de unos locos seguramente homosexuales, y ad¨®nde vamos a parar.
El arte como confort para toda la eternidad y la pol¨ªtica como inmanencia para la mayor seguridad. Pero la dial¨¦ctica de la historia va despintando cuadros, sistemas y personas. O crece o muere, renovarse o morir, no somos nadie, etc¨¦tera. No somos nadie y encima somos etc¨¦tera.
El se?or Carzou ha fusilado a Picasso al atardecer, a esa hora en que la luz parisina se mezcla suciamente con la luz el¨¦ctrica de la Academia y la inmortalidad. En la derecha francoespa?ola se ha visto un suspiro de alivio. Dentro de unos d¨ªas presento en Antonio Machado el libro de lan Gibson sobre el asesinato de Lorca. A Lorca lo mataron al amanecer. Por lo menos ¨¦sos madrugaron. Al se?or Carzou se le ha hecho un poco tarde. Picasso ya estaba muerto y sigue vivo.
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