Tomelloso
He aprovechado estas jornadas de reflexi¨®n en el campo, orilla de Madrid, para, entre atambores y atambores de las televisiones vecinales (que el se?or Arias Salgado nos ha montado una Semana Santa tipo Valladolid/a?os 40, tal como ¨¦ramos), escribir un pr¨®logo que se me h¨¢ pedido para un libro sobre pintores y escritores de Tomelloso. Con cari?o.A Tomelloso fui por primera vez principiados los sesenta, que Pedro Sempere ha llamado d¨¦cada prodigiosa, supongo que por Marilyn y los Beatles m¨¢s que por la noche en que yo llegu¨¦ al Caf¨¦ Gij¨®n. Tomelloso ha dado pintores como Francisco Carretero, del que nada m¨¢s ver un cuadro, exclam¨®:
-Este se?or ha copiado a Benjam¨ªn Palencia.
Pero un muy entendido me explica que fue Palencia (tambi¨¦n manchego, como Gregorio Prieto, Paco Nieva y as¨ª: qu¨¦ tierra, D¨ªos, para susto de Tarradellas), quien se prend¨® de la pintura de Carretero y lleg¨® a dejarse influir por ¨¦l.
Tambi¨¦n he estado preparando en estas vacaciones (descansadas vacaciones, como ven) un discurso sobre Machado para la Universidad. Machado supo ver a estos genios espa?oles que han ido por la senda o camino vecinal de los pocos sabios que en el mundo han sido. El propio Machado fue uno de ellos, hasta que le sali¨® c¨¢tedra, amor y Guiomar/Pilar en Madrid.
Pero no es s¨®lo Carretero, sino L¨®pez, el gran L¨®pez Torres de bata blanca bajo el abrigo desastroso, que ¨ªba en bicicleta hasta sus paisajes, tumbaba la bici y se pon¨ªa a pintar desde dentro del cuadro.
L¨®pez Torres es nada menos que t¨ªo de Antonio L¨®pez Garc¨ªa, el Vel¨¢zquez hiperreal¨ªsta que est¨¢ poniendo en el Madrid de Su¨¢rez todo el lirismo y la iron¨ªa que Vel¨¢zquez puso en el Madrid de los Felipes. Un genio. Antonio L¨®pez es un cabrerillo cabrerizo con alas; de ¨¢ngel de nacimiento sujetas por el zurr¨®n de pastor que a¨²n pasea. por Madrid, entre los marchantes internacionales y los compradores de Nueva York.
Y los escritores. Paco Garc¨ªa Pav¨®n, Pacopav¨®n, me ense?¨® a hacer cuentos donde no pasaba nada, s¨®lo sustentados por el clima y la prosa y el di¨¢logo. Es el Proust agropecuario del Balbec manchego y tiene toda la memoria involuntaria (y la voluntaria) vuelta perennemente hacia su pueblo.
Y Eladio Caba?ero, cuya voz de alba?il inspirado o¨ª por radio, en Valladolid, a?os cincuenta, y cuya amistad de mozo escorado y cegato de los que se perfilan me leg¨® un d¨ªa su libro Recordatorio, donde est¨¢ todo el desvalimiento suyo y m¨ªo de los cuarenta y la posguerra, ni?os trabajadores a trasma?ana, y hasta las coplas de su t¨ªo Candelas L¨®pez:
?Sobrino Eladio, te digo / que no te entretengas tanto / en mirar por r¨ªo Z¨¢ncara / los trenes que van pasando.? Ni?o at¨®nito de trenes llenos de muertos y borrachos, porque por esta historia pasa un tren. Francisco Mart¨ªnez Ram¨ªrez ?El Obrero?, funda El Obrero de Tomelloso, tiene estatua en la ciudad, debate los problemas sociales y lucha toda su vida por traer o llevar el tren a Tomelloso, como aquellos hombres rudos y porveniristas del Lejano Oeste, que supieron intuir el tren desde el caballo.
Francisco Mart¨ªnez Ram¨ªrez, "El Obrero?, sab¨ªa que hab¨ªa que enganchar el vag¨®n desvencijado de Tomelloso a la ruta de Los Grandes Expresos Europeos. Y lo consigui¨®.
Y F¨¦lix Grande, que acaba de resumir en un libro, por fin, poes¨ªa y guitarra, todo su andalucismo manchego de M¨¦rida., F¨¦lix es como un C¨¦sar Vallejo que hubiese le¨ªdo a Sartre, como un Kafka que hubiera sido lechero por las calles de Praga, como un Cort¨¢zar mesetario que ha conseguido sorprender a los cortazarianos de alli. (All¨¢ dicen all¨¢). He ido mucho a Tomelloso, a dar o tomar premios, he frecuentado el pueblo culto y sabio de La Mancha, susto que m¨¢s vale no darle a Tarradellas. He descendido a las teolog¨ªas de? vino que se ofician en las bodegas y he visto estos amigos, estos poetas y pintores, a una luz de chinch¨®n y chocolate, que es la luz de la madrugada no dormida en Tomelloso, cuando un tren lejano/cercano nos hac¨ªa a todos m¨¢s reales y m¨¢s irreales en el vac¨ªo que dejaba su paso. El tren de Francisco Mart¨ªnez Ram¨ªrez, ?El Obrero?.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.