"La sociedad se est¨¢ liberando en la Uni¨®n Sovi¨¦tica"
A pesar de una tos persistente, Ginzburg fuma cigarrillo tras cigarrillo. Apenas le gusta hablar de ¨¦l. En 1956, fecha de su primer encuentro con la KGB en un interrogatorio, era un homo sovieticus como todo el mundo. ? Caminaba por la senda trazada por la propaganda y ve¨ªa desviaciones con relaci¨®n a una cierta verdad socialista?, afirma. Hoy se ha convertido en un disidente en el sentido estricto de la palabra. Se declara, sobre todo, extra?o a la ?voz de la naci¨®n? que sus compa?eros de detenci¨®n y luego de liberaci¨®n, han seguido:?Me siento ruso y no soy jud¨ªo m¨¢s que formalmente. He descartado siempre de mi. imaginaci¨®n la idea de la emigraci¨®n?, nos declar¨®.
Hemos pedido a Ginzburg que eval¨²e la importancia del movimiento disidente en la URSS.
?Es absolutamente imposible contar sus miembros. Hay uno, dos o tres hombres, como Sajarov, Orlov, Kovaliev, pero hay tambi¨¦n una enorme masa de gentes en la que estos tres hombres pueden apoyarse en cualquier momento. Estas gentes no pueden figurar en ninguna lista de disidentes, pero son millares y el movimiento crece constantemente. La situaci¨®n actual puede ser comparada a la que conoc¨ª antes de mi primera detenci¨®n, a comienzos de 1977. Tengo que decir que entonces trabaj¨¢bamos mucho peor. Ahora bien este trabajo depende del desarrollo del movimiento.?
?Cuando se produjo mi primera detenci¨®n, la disidencia era meramente cultural. Ahora, las gentes se han envalentonado y la disidencia es mucho m¨¢s amplia. Un dato que dice bastante sobre esto es el hecho de la difusi¨®n de un libro como El archipi¨¦lago Gulag, la enorme demanda que se ha podido constatar de esta obra, cuya posesi¨®n, sin embargo, acarrea la detenci¨®n. Cerca de mil ejemplares del primer tomo de la obra han pasado entre mis manos. Luego ha habido menos posibilidades para difundirla. No olvidemos que carecemos, o casi, de imprentas. ?
Pregunta. El movimiento disidente ?tiene influencia en la evoluci¨®n de la sociedad sovi¨¦tica?
Respuesta. S¨ª. La sociedad no se compone ya s¨®lo de homo sovieticus. Incluso se est¨¢ liberando. No puede ser de otra manera. Esta sociedad no puede existir sin la radio. Me refiero a las emisiones extranjeras en lengua rusa.
"La presi¨®n interna est¨¢ aumentando demasiado"
P. ?Puede tener tambi¨¦n esa influencia sobre el sistema sovi¨¦tico?
R. S¨®lo de forma muy lenta. El proceso se extender¨¢ a las dos pr¨®ximas generaciones, aproximadamente. En lo que concierne al ritmo de este proceso, me encuentro lejos de ser optimista. Y pienso que es bueno para mi pa¨ªs. Dios quiera que no se produzca una explosi¨®n revolucionaria, ser¨ªa terrible y es lo que temo. La presi¨®n interna est¨¢ aumentando demasiado y existe el riesgo de que todo sea destruido. Una revoluci¨®n en estas circunstancias, supondr¨ªa la destrucci¨®n de todo. Pero no dudo que se pueda llegar a una evoluci¨®n pac¨ªfica. La posibilidad existe, pero se trata de un proceso muy lento. Despu¨¦s de todo, el sistema no ha cambiado en veinte a?os.
Ginzburg, como muchos otros disidentes, se niega a interesarse por el funcionamiento interno del sistema y por sus dirigentes. ?Yo dejo de lado estos problemas. Estoy habituado a decir que no me mezclo en problemas de zoopsicolog¨ªa. El t¨¦rmino puede parecer grosero, pero se trata de otro mundo, de algo no humano. ?
"Renacimiento del esp¨ªritu humano"
P. ?No constituye una debilidad para el movimiento disidente el ignorar contra qui¨¦n se bate?
R. El movimiento disidente no se bate contra nadie. Su tarea es otra: el renacimiento del esp¨ªritu humano. Esta tarea no puede orientarse entonces m¨¢s que hacia aquellos cuyo esp¨ªritu puede ser regenerado, no hacia quienes se encuentran en la cumbre. Lo que ha ocurrido en este pa¨ªs ha tenido como resultado que el hecho mismo de interesarse por los estudios pol¨ªticos equivale a colocarse en un terreno no humano.
P. ?Pueden los Gobiernos occidentales contribuir a la evoluci¨®n y ayudar al movimiento disidente?
R. En verdad, no estoy seguro de que merezcamos ser ayudados. Cuando estaba en Mosc¨² e invitaba a mi casa a periodistas norteamericanos, mi primera y principal preocupaci¨®n era hacerme entender, no aqu¨ª, en Estados Unidos, sino en la casa de al lado, a trav¨¦s de la radio. En realidad, trabajamos para nosotros. Es cierto que en cierta medida, una d¨¦bil medida, por otra parte, necesaria para el mundo exterior.
La ¨²nica cosa que pueden hacer los Gobiernos occidentales es contribuir a la apertura de la sociedad sovi¨¦tica, no para ayudamos, sino para hacerse un servicio ellos mismos.
P. Ahora que se encuentra en el exterior, en la emigraci¨®n, ?qu¨¦ papel puede jugar ¨¦sta en la evoluci¨®n de la sociedad sovi¨¦tica?
R. Depende del grado de su proximidad con relaci¨®n al pa¨ªs. Un buen ejemplo es el de Soljenitsin y de Cr¨®nica, la revista clandestina de los disidentes. Son dos fuerzas, a la vez aqu¨ª y all¨ª, completamente orientadas hacia mi pa¨ªs. En cuanto a m¨ª, todos mis planes est¨¢n directamente ligados a quienes han quedado en los campos de trabajo. No s¨¦ todav¨ªa cu¨¢l ser¨¢ mi v¨ªa. Soy un habitante del Gulag. Todo lo que me es m¨¢s querido est¨¢ ligado a ¨¦l.
"Nadie est¨¢ preparado para el poder"
Interrogado sobre Soljenitsin y sus cr¨ªticas sobre la vida occidental, Ginzburg considera que las interpretaciones han sido exageradas. Antes de su detenci¨®n, Ginzburg recibi¨® en Mosc¨² cartas del escritor exiliado que, seg¨²n ¨¦l, no coinciden en nada con lo que se publicaba de las declaraciones del autor de El archipi¨¦lago Gulag.
?Soljenitsin acepta la democracia en Occidente -dice- Pero resulta impensable trasladar un sistema id¨¦nticamente democr¨¢tico a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. La democracia es un poder que debe basarse en ciertas personas dispuestas a ejercerlo a la vez en el plano ¨ªntimo y en el de su formaci¨®n. Cuando me hablan de democracia en la URSS, pregunto: muy bien, hagamos elecciones libres, pero ?a qui¨¦n se va a elegir? No hay nadie, ni un hombre, que est¨¦ preparado para el poder, ni siquiera que se prepare para ello.?
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