?Qu¨¦ es marxismo?
LA DECLARACION de Felipe Gonz¨¢lez, casi en v¨ªsperas de la apertura del XXVIII Congreso del PSOE, en favor de que el partido que dirige abandone su definici¨®n como marxista, parece no tanto un pronunciamiento te¨®rico como una propuesta pol¨ªtica. Hace poco m¨¢s de un a?o, el PCE abandon¨® el r¨®tulo del leninismo por razones fundamentalmente orientadas hacia la pr¨¢ctica electoral. Mientras los dirigentes comunistas, preocupados desde junio de 1977 por arrebatar base social y clientela en las urnas a los socialistas, sent¨ªan como un estorbo su tradicional etiqueta, los m¨¢s influyentes l¨ªderes del PSOE parecen ahora deseosos de librarse de un t¨¦rmino que puede estorbarles en su camino hacia el poder.El abandono del PCE del leninismo y su nueva definici¨®n como partido marxista revolucionario lo aproximaba a los socialistas, no ya s¨®lo en el terreno de la unidad de acci¨®n en los ayuntamientos y en las luchas sindicales o de la aceptaci¨®n de las reglas del juego democr¨¢tico, sino tambi¨¦n en el orden te¨®rico e ideol¨®gico. No puede extra?ar que el PSOE vea con desagrado el desdibujamiento de esas lindes y que, en consecuencia, conciba la renuncia a su definici¨®n marxista dentro de una estrategia destinada a restablecer las distancias respecto a los comunistas. Su propia tradici¨®n le permite, por lo dem¨¢s, realizar ese reajuste con mucho menos dramatismo y con mayor coherencia que en el caso de los comunistas. Al fin y al cabo, hasta su XXVII Congreso, en diciembre de 1976, el PSOE no incurri¨® en la tentaci¨®n escol¨¢stica de autodefinirse filos¨®ficamente; y en la historia de ese centenario partido abundaron los l¨ªderes y militantes cuya adhesi¨®n al socialismo nunca se dobl¨® con una profesi¨®n te¨®rica marxista.
La campa?a para las elecciones legislativas del pasado mes de marzo mostr¨® la decidida voluntad de UCEI de utilizar contra el PSOE las connotaciones negativas y los imprecisos temores que el t¨¦rmino marxismo, asociado a los recuerdos de la guerra civil y convertido en religi¨®n de Estado en los pa¨ªses del Este, suscita en las clases medias espa?olas, sin cuyos votos los socialistas nunca alcanzar¨¢n el poder. En este aspecto, parece evidente que el PSOE deber¨ªa aceptar hasta las ¨²ltimas consecuencias los riesgos de sus apuestas. Es contradictorio y absurdo que los dirigentes y militantes del PSOE primero definan en sus congresos a su organizaci¨®n como marxista y luego monten m¨¢s o menos en c¨®lera y acusen de juego sucio a sus adversarios cuando se lo recuerdan a lo largo de una campa?a electoral.
Por lo dem¨¢s, esta es una cuesti¨®n ideol¨®gica, y desde un punto de vista exclusivamente te¨®rico, la pol¨¦mica resulta tan irreal como todas las discusiones que giran en tomo a preguntas mal planteadas o carentes de sentido. La palabra ?marxismo? no rotula un cuerpo cerrado y fijo de doctrina, como el ?marxismo-leninismo?, sino que remite a una tradici¨®n de pensamiento vasta, compleja y contradictoria, a un continente de teor¨ªas e hip¨®tesis sobre la sociedad humana, y sobre el modo de producci¨®n capitalista, atravesado desde hace m¨¢s de un siglo por pugnas entre escuelas rivales, y a veces encarnizadamente enemigas, que invocan con iguales derechos los nombres de Marx y Engels. Esos conflictos han tenido como escenario, en el plano te¨®rico, las c¨¢tedras, los libros y las revistas, sin que sea f¨¢cil, en ocasiones, determinar lo que tienen en com¨²n unos marxistas con otros. Pero tambi¨¦n las banderas del marxismo han servido como estandartes de cruentas batallas entre partidos y entre pa¨ªses, desde la Revoluci¨®n de Octubre de 1917 hasta la intervenci¨®n vietnamita en Camboya o la invasi¨®n de China de la Rep¨²blica de Hanoi, y han sido esgrimidas como justificaci¨®n de dictaduras, purgas sangrientas y violaci¨®n de los derechos humanos.
Pero la discusi¨®n sobre el marxismo no pertenece s¨®lo al terreno te¨®rico. Ese t¨¦rmino se halla tambi¨¦n emocionalmente coloreado de valores, asociado a d¨¦cadas de lucha y de combate y relacionado con postulados ¨¦ticos y objetivos pol¨ªticos. Lo cual ayuda a explicar que su abandono sea interpretado por algunos sectores del PSOE, sobre todo, como s¨ªntoma de renuncia en terrenos ajenos al nivel te¨®rico, a metas y prop¨®sitos que han ? constituido las se?as de identidad del socialismo espa?ol a lo largo de su historia.
El ¨¦xito o el fracaso de Felipe Gonz¨¢lez en su propuesta al XXVIII Congreso depender¨¢ de su capacidad para diferenciar esos dos niveles en la pol¨¦mica. El abandono del t¨¦rmino marxista para calificar al PSOE es, desde un punto de vista te¨®rico, un paso obligado para la clarificaci¨®n de una organizaci¨®n pol¨ªtica en la que militan hombres y mujeres de muy diversas concepciones ideol¨®gicas, que busca los votos de millones de ciudadanos que se limitan a desear una sociedad m¨¢s justa y m¨¢s libre y que se alimenta de ideas y teor¨ªas procedentes no s¨®lo del legado del marxismo. La definici¨®n del PSOE como marxista no s¨®lo es la respuesta a una pregunta que carece de sentido, sino tambi¨¦n un gratuito regalo a sus adversarios. El verdadero problema socialista no est¨¢ en esa querella bizantina, sino en las emociones y pasiones que se hacen o¨ªr disfrazadas de razones, y que deben tener como objeto real de discusi¨®n el programa, la organizaci¨®n y la estrategia del PSOE para los pr¨®ximos a?os.
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