Pataleo telef¨®nico
Escribo estas l¨ªneas acosado por la rabia y la impotencia. Como a¨²n no poseo ese, seg¨²n algunos, ?objeto de lujo? que es el tel¨¦fono, me veo obligado a hacer uso constante de las malditas cabinas, verdaderas tragaperras. ?Qu¨¦ hacer cuando uno religiosamente introduce las setenta pesetas (dos monedas de veinticinco y cuatro de cinco), que solicita, al otro lado del hilo, la se?orita, pero la se?al marca, seg¨²n la se?orita, que s¨®lo han ca¨ªdo dos monedas de cinco?Uno se queda sin el dinero, sin hablar y se muerde los labios para no hacer saltar el tel¨¦fono hecho pedazos. ?Defecto de qui¨¦n? No lo s¨¦, pero para el servicio que hacen, ?que se las trague la tierra! Porque no es un d¨ªa ni dos, ni una cabina ni dos. Adem¨¢s, con esta protesta creo hacerme eco de la voz de muchos espa?oles que ?intentan sin ¨¦xito? hacer uso de un bien p¨²blico.
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