Suenan las casta?uelas en tercio de banderillas
Plaza de Las Ventas. Sexta corrida de feria. Cuatro toros de Sep¨²lveda, bien presentados, mansurrones, aborregados. Y dos, cuarto y sexto, anunciados como de Manuel S¨¢nchez Cobaleda, pero que ten¨ªan otro hierro, de parecidas caracter¨ªsticas. Paco Alcalde: Media estocada (protestas y aplausos cuando saluda). Pinchazo baj¨ªsimo, pu?alada en un costado y tres descabellos (bronca y gritos de ??que no vuelva!?. Manili: Estocada baja (petici¨®n y vuelta al ruedo). Pinchazo y estocada (aplausos y salida al tercio). Luis Francisco Espl¨¢: Dos pinchazos, estocada corta y dos descabellos (aplausos, y saludos). Estocada (vuelta).Ferm¨ªn Boh¨®rquez, en un toro de su ganader¨ªa para rejones, silencio.
Una brisita de alegr¨ªa lleg¨® en el sexto toro, con el bonito tercio de banderillas que ofreci¨® Luis Francisco Espl¨¢. Nada del otro jueves, por cierto; hubo sus fallos que debemos considerar, porque un tercio de banderillas jam¨¢s puede calificarse de bueno si al terminar queda un sembradillo de palitroques por la arena. Un ejemplo: para par de banderillas a ley, el que puso Antonio Cobos al segundo toro, pero tambi¨¦n hay categor¨ªa en lo imperfecto, y frecuentemente la genialidad es imperfecta, en el arte m¨¢s que en cualquier otra manifestaci¨®n humana. ?Y no es arte el toreo? La gracia y la espontaneidad de Espl¨¢ en su primera reuni¨®n prendi¨® en el tendido con la fuerza que siempre llevan los momentos cumbres de la lidia. Pis¨® el terreno del toro y, al arranc¨¢rsele, no clav¨®, sino que gir¨® sobre sus talones y ech¨® las manos arriba como el bailar¨ªn flamenco cuando hace chocar las casta?uelas. Las o¨ªmos sonar, de verdad que s¨ª. En un segundo tiempo gan¨® limpia mente la cara de la res y clav¨® arriba. ?Ol¨¦ con ol¨¦, ese par garboso y torero, que nos liberaba del sopor y la tristeza de la tarde!Despu¨¦s lo repiti¨® y vinieron pares (o medios pares, que de todo hubo) tomando distancia con una carrera hacia atr¨¢s a la velocidad de Paquirri, y luego adelante, de frente, pisando el acelerador a fondo, para cuartear como siempre, antes de entrar en jurisdicci¨®n. Se meti¨® al p¨²blico en el bolsillo. La gente gritaba ??Aprende, Alcalde, aprende!?, porque la gente es muy suya y no pod¨ªa perder la oportunidad de hacerle pasar un mal rato al torero manchego, que hab¨ªa fracasado en sus dos toros y en todos los tercios.
No se explica mucho por qu¨¦. Muy poca torer¨ªa y muchas precauciones hay que tener para dejarse ir sin torear de verdad, con orejas, a aquel borreguito que sali¨® en primer lugar, que era, como suelen decir los aficionados, ?una hermanita de la caridad?, o en jerga taurina, ?mi t¨ªa Frasquita?. Y p¨¢nico para huirle tan sin disimulos y tan sin fundamento al cuarto, por mucha cornamenta que tuviera (que la ten¨ªa). Todos nos pregunt¨¢bamos y nos seguiremos preguntando, hasta que llegue el d¨ªa de autos: ?y este caballero se va a poner delante de los victorinos, como est¨¢ anunciado?
Pero no fue Alcalde s¨®lo. Manili, y Luis Francisco Espl¨¢ tambi¨¦n tuvieron toros de triunfo, porque cuantos se lidiaron ayer en el ruedo ,de Las Ventas se divid¨ªan en dos clases: las hermanitas de la caridad, y mis t¨ªas Frasquitas. Y, sin embargo, solo consiguieron dar una vuelta al ruedo, y aun gracias. De sus cuatro faenas, no recordamos ni un solo muletazo que valiera para decir: ?ese!, ah¨ª est¨¢ el arte, o la t¨¦cnica, o el mando, o lo que fuera. Lo de Manili, que derroch¨® voluntad -Por supuesto que s¨ª- no pod¨ªa ser m¨¢s tosco; lo de Espl¨¢, que en cuestiones de voluntad no le fue a la zaga -faltar¨ªa m¨¢s-, no pod¨ªa ser m¨¢s destemplado y desliIzado. Si con el carret¨®n atontado, cual era el caso de ayer, son incapaces de salir a hombros por la puerta grande, no querr¨¢n convencernos de que lo har¨ªan con una corrida como los murubes del jueves, pongamos por caso.
El segundo toro de Sep¨²lveda tom¨® entregado dos varas muy fuertes, y, sin embargo, fuera del caballo, hac¨ªa cosas de manso. Los otros manseaban sin reparos en todos los tercios, aunque m¨¢s exacto ser¨ªa decir que su comportamiento era aborregado. Cuarto y sexto, seg¨²n la pizarra que ponen en los chiqueros para orientaci¨®n del personal, eran de Manuel S¨¢nchez Cobaleda. Y para m¨ª que no, pues ninguno de ellos ten¨ªa el hierro de este ganadero. Ni siquiera ambos hierros eran iguales. Uno parec¨ªa de Terrubias, y otro de Mart¨ªnez Benavides. Son datos dif¨ªciles de precisar, y de los que no nos responsabilizamos, pues la marca a fuego del hierro no siempre es n¨ªtida, sobre todo vista desde el tendido. Pero no cabe duda de que ambas eran distintas. Y en tal caso, ?aj¨¢, se?or presidente!, estamos en los mismos supuestos que la corrida del domingo ¨²ltimo, la cual se suspendi¨® porque reglamentariamente no se pueden lidiar reses de tres ganader¨ªas diferentes. Entonces, la pregunta primera es cu¨¢ndo err¨® la autoridad, si el d¨ªa de la suspensi¨®n o ayer; y la segunda, por qu¨¦ nos mete estos l¨ªos la empresa. Si bien ahora empezamos a explicarnos la raz¨®n de que haya suprimido el programa oficial: tendr¨ªa que ajustarse a la informac.i¨®n que figurara en el mismo.
A?adamos que rejone¨® Ferm¨ªn Boh¨®rquez con un boyante toro de su ganader¨ªa. Estuvo f¨¢cil y aseado, sin complicarse la vida y sin especial brillantez. Vino a darse un paseo a caballo y lo debi¨® pasar bien. Qu¨¦ suerte: nosotros, no.
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