Ir a ciegas
Canorea bien podr¨ªa guardarse las espontaneidades y las imprevisiones para su actividad privada, porque en la p¨²blica -nos referimos a su condici¨®n de empresario de Las Ventas- est¨¢ pisoteando muchos derechos de los espectadores.Ayer, buena parte de quienes acudieron a la corrida de feria llegaron tarde. La publicidad del festejo (que insertaron todos los peri¨®dicos) dec¨ªa que la hora de comienzo era las siete de la tarde y actuaban Alcalde, Manili y Espl¨¢. La realidad fue, en cambio, que empez¨® a las seis y media, porque hab¨ªa un toro de rejones para Ferm¨ªn Boh¨®rquez. A quien, por cierto, los menos enterados tomaron por Luis Valdenebro. pues este rejoneador era el anunciado en alguna carteler¨ªa que con anterioridad edit¨® la empresa.
Por cotilleos de pasillo supieron quienes no pasaron por el desolladero (donde se coloca el aviso de las sustituciones) que dos de los toros de Sep¨²lveda hab¨ªan sido sustituidos por otros de Manuel S¨¢nchez Cobaleda. Sobre lo cual, a la postre, tambi¨¦n tenemos serias dudas -seg¨²n puede leerse en la cr¨®nica de la corrida-, pues los hierros que exhib¨ªan no corresponden al d¨¦ esta ganader¨ªa.
El aficionado madrile?o, con esta moda,va a los toros casi a ciegas, sin saber con qu¨¦ novedades se va a encontrar, hasta que se producen. O aunque se produzcan. El mi¨¦rcoles mismo, retirado un toro de Cuadri al corral, en. la tablilla de chiqueros anunciaron que sal¨ªa un sobrero de Gerardo Ortega, y lo que en realidad salt¨® a la arena fue otro cuadri.
Durante d¨¦cadas, cada tarde de corrida se distribu¨ªa un programa oficial con la rese?a de los toros y composici¨®n de lascuadrillas, y esto tambi¨¦n lo ha suprimido Canorea. Lo menos que le podr¨ªamos pedir es que tenga m¨¢s respeto por su clientela, que es la que le va a financiar, de verdad, el negocio de Las Ventas. Miembros del equipo empresarial (y el propio empresario) a veces nos han pedido que tengamos paciencia con sus posibles errores de buena fe, y preferir¨ªan apoyo m¨¢s que cr¨ªtica, lo cual es comprensible. Pero la sensaci¨®n que da Canorea es de abandono, o de tenerlo todo prendido con alfileres, o de comprometerse lo menos posible de cara al p¨²blico.
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