Incendios forestales
Como cada a?o, la llegada del calor es seguida, con un raro automatismo por los incendios forestales. Indiscriminadamente atacan las zonas de especial riqueza arb¨®rea, pero como gallego he de lamentar que sea Galicia la regi¨®n m¨¢s castigada. Sin tomar en consideraci¨®n el hecho marginal de la secular depauperaci¨®n del noroeste espa?ol, cada verano arrecia el inevitable proceso de deterioro del medio ambiente y e inexorable camino de la desertizaci¨®n.La primera pregunta que podemos hacernos es, ?qu¨¦ hace la administraci¨®n para combatir esta nueva forma de terrorismo? Quiero poner especial ¨¦nfasis en la inoperancia de las medidas preventivas. Faltan, o no se ponen en pr¨¢ctica, las dos medidas esenciales, la investigaci¨®n y determinaci¨®n exactas de las causas socio econ¨®mico-pol¨ªticas que los provocan, y el establecimiento de una amplia, eficaz y operativa red de vigilancia y detecci¨®n.
Aunque no poseo excesivos conocimientos de edafolog¨ªa o bot¨¢nica, creo evidente que una de las razones motrices de esta plaga es la equivocada pol¨ªtica de repoblaci¨®n llevada a cabo por Icona. La inundaci¨®n de pinos, por su r¨¢pido crecimiento y relativa baratura, en zonas eminentemente h¨²medas, como Galicia, es, adem¨¢s de err¨®neo, contraproducente. Y me remito a un art¨ªculo publicado, no hace mucho, en EL PA?S, sobre investigaciones conjuntas de la Universidad compostelana y centros americanos sobre el casta?o, que insisten en poner de manifiesto la degradaci¨®n sistem¨¢tica que se est¨¢ operando en la flora galaica.
Otra causa de los incendios provocados apunta en una direcci¨®n meramente comercial, las maquinaciones fraudulentas para alterar, por v¨ªa de siniestro, el precio de la madera, ?y qu¨¦ se hace contra todo ello?
Pero, aun admitiendo que no todo es obra del hombre, el m¨¢s grave problema es la infradotaci¨®n de medidas de vigilancia. Porque tan s¨®lo se acude al empleo de los inefables aviones o a la movilizaci¨®n de las guarniciones militares cuando el mal es irreversible. Carecemos de personal suficiente y de medios de detecci¨®n; nos falta una verdadera red de alarma forestal que localice los focos incipientes y los ataje cuando sus efectos a¨²n no sean desvastadores; no hay rapidez operativa en supuestos que hacen imprescindible adelantarse a los acontecimientos. Y lo que es m¨¢s chocante, todav¨ªa no conozco un caso en que se haya detenido, o tan siquiera localizado, a los posibles causantes.
La pol¨ªtica antiincendios debe encaminarse a prevenirlo, y no a lamentarse, en diciembre, de que las p¨¦rdidas alcancen cada a?o los 17.000 millones de pesetas. De momento, y mientras los hechos no demuestren lo contrario, el problema de los incendios sigue siendo insoluble.
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