Un disc¨ªpulo de Beckett
Segundo de sus largometrajes, tras El teatro del Sr. y la Sra. Kabel, este Borowczky que ahora nos llega se remonta nada menos que a once a?os atr¨¢s, y tiene poco que ver con el famoso autor de los Cuentos inmorales. Si aqu¨ª se inicia una carrera que habr¨ªa de culminar m¨¢s tarde en algunos de los mejores momentos del cine er¨®tico europeo, de instantes tales aparecen bien pocos en esta ocasi¨®n.Goto, isla de amor es m¨¢s bien un mundo cerrado, una isla encerrada en s¨ª misma, un reino imaginario gobernado m¨¢s que por un tirano, por la regla invariable del absurdo. Los motivos de este tipo de teatro dados a conocer por Beckett o lonesco se dan claramente aqu¨ª: la acci¨®n m¨¢s bien est¨¢tica, abstracta, los escenarios cuidadosamente destruidos, las constantes alusiones al amor por encima de la crueldad o la tiran¨ªa. Los personajes, ni?os, mujeres, soldados, van y vienen en ese Vac¨ªo exterior y en el desierto de sus propias vidas, bajo la mirada paternal del rey,
Goto, isla de amor
Director: Walerian Borowczky. Argumento, gui¨®n y di¨¢logos: Walerian Borowczky. Fotograf¨ªa: Guy Durban. M¨²sica: Concierto n.? 11, de Haendel. Int¨¦rpretes: Pierre Brasseur, Ligia Branice, Jean Pierre Andreani. Blanco y negro. Francia. Local de estreno: Gayarre.
No es extra?o que la cr¨ªtica francesa concediera sus mejores galardones a esta historia cargada de recursos literarios, bebidos, como en el caso del humor, no siempre en las mejores fuentes. Desigual en su narraci¨®n, evidencia sin embargo una gran personalidad que poco a poco acabar¨ªa por sedimentarse en intentos posteriores. Bien mantenida por su tr¨ªo protagonista, resulta curioso comprobar c¨®mo la an¨¦cdota alcanza sus mejores momentos en las secuencias de ese amor que va tomando forma a medida que el tiempo discurre.
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