Lesionados los tres espadas, el festeio acab¨® en el cuarto toro
Plaza de Las Ventas. Decimocuarta corrida de feria. Dos toros de El Torero, ambos inv¨¢lidos, el segundo devuelto al corral. Este, sustituido por uno de Juan Andr¨¦s Garz¨®n, que derrib¨®, excelente para la muleta. Tercero y cuarto de Torrealta, bien presentados, con poder; aqu¨¦l dio juego. Rafael de Paula: Pinchazo y estocada corta desprendida (ovaci¨®n con pitos y salida al tercio). Cogido en un quite sensacional al cuarto pas¨® a la enfermer¨ªa. Manolo Cort¨¦s: Dos pinchazos, media y, rueda de peones (pitos). Paso) a la enfermer¨ªa aquejado de molestias en las piernas. Ruiz Miguel: Dos pinchazos y estocada ca¨ªda. Pas¨® a la enfermer¨ªa, con una cornada. (Gran ovaci¨®n.) Presidi¨® bien el comisarlo Castro. La corrida fue suspendida durante la suerte de varas del cuarto toro, porno poder continuar la lidia ninguno de los espadas. Partes facultativos: Paula sufre contusi¨®n cervical y conmoci¨®n cerebral, de pron¨®stico reservado. Ruiz Miguel, cornada en un muslo de veinte cent¨ªmetros, de pron¨®stico menos grave. Manolo Cort¨¦s, claudicaci¨®n intermitente en ambas piernas, que le impide continuar la lidia.Durante el tercio de varas del cuarto toro se acab¨® la corrida, porque los tres espadas estaban en la enfermer¨ªa. Paula, que hab¨ªa sido cogido de mala manera minutos antes en el quite; Ruiz Miguel, herido en un muslo durante su faena al toro anterior; Manolo Cort¨¦s, aquejado de esa misteriosa par¨¢lisis muscular, que va le oblig¨® a suspender sus actuaciones en la feria de Sevilla.
Hab¨ªa sido una tarde alborotada, llena de incidentes. Al primer toro, que no era de recibo, lo hab¨ªan protestado. No mucho, porque llov¨ªa y la gente parec¨ªa preferir que la corrida siguiera su curso normal, en previsi¨®n de que cayera agua a mantas. Paula lo lance¨® bien a la ver¨®nica y su faena, rica en pinceladas de arte, no pudo tener continuidad ni ritmo, pues el toro se le ven¨ªa abajo.
La invalidez y falta de trap¨ªo del segundo se rechaz¨® de plano Y la presidencia lo devolvi¨® al corral. Y en esto que salta un espont¨¢neo, con un paquete. Lo abre, y resulta que son muleta y estoque. El espont¨¢neo no era un maletilla cualquiera, como cre¨ªa mucha gente, sino Francisco Campos El Lobo, de profesi¨®n novillero, muy malo, adem¨¢s, corno ya qued¨® claro en la oportunidad que tuvo en Las Ventas el pasado d¨ªa 6.
Sirvi¨® su lamentable actuaci¨®n. para demostrar que el toro era una mona. No hab¨ªa sido picado y doblaba las manos v tornaba la muleta con nobleza y suavidad. El Lobo, en medio de una fuerte divisi¨®n de opiniones v con la inhibici¨®n de las cuadrillas. se puso a pegar pases hasta aburrir al lucero del alba. Hizo una intentar de entrar a matar. pero desisti¨®. Para su bien, por supuesto, pues a¨²n. nianc¨ªa peor el acero que los enga?os.
Este individuo ni es torero ni quiere serlo. Si fuera torero se sentir¨ªa compa?ero de los de este oficio y jamas se le habr¨ªa ocurrido hacerles ese grave desaire de interrumpir el espect¨¢culo. A no ser que su acci¨®n fuera reivindicativa y protestaba de que no le hayan incluido en ning¨²n cartel de la feria. C¨®mo est¨¢ el mundo.
El sobrero, de Juan Andr¨¦s Garz¨®n, derrib¨® y adem¨¢s dio un juego sensacional en la muleta. Era el toro-portafirmas: llevaba en sus lomos todos los contratos de todas las ferias, para el afortunado torero al que te cay¨® en suerte. Pero este torero, Manolo Cort¨¦s, tiene el infortunio por otro lado: una par¨¢lisis muscular que le sobreviene inesperadamente. As¨ª le ocurri¨® cuando toreaba en Sevilla y as¨ª le ocurri¨® ayer. Estaba m¨¢s pendiente de sus piernas que de torear. El p¨²blico protestaba la exageraci¨®n de pico que emple¨® en los muletazos y que no bordara el toreo, como el garz¨®nped¨ªa en cada embestida, pero no pod¨ªa hacer otra cosa, pues llevaba en la mente el drama de su incapacidad, que esperamos sea transitoria.
Otro toro de faena. encastado, el tercero, de Torrealta, embisti¨® con codicia a la muleta de Ruiz Miguel. El brindis del torero hab¨ªa sido emotivo: desde el centro del ruedo, mirada y montera dirigidas al cielo, en recuerdo de Paco Ortega, el apoderado que siempre tuvo el torero, que hab¨ªa muerto el d¨ªa anterior.
Instrument¨® Ruiz Miguel una buena tanda de derechazos y cuando se ech¨® la muleta a la izquierda, en el primer pase, el toro le derrot¨® de lleno, lanz¨¢ndole a lo alto. Llevaba cornada, pero reanud¨® la faena. a¨²n m¨¢s valiente que antes, de nuevo sobre la izquierda. El p¨²blico se entreg¨® en seguida a este diestro, que da cuanto tiene, siempre en la misma l¨ªnea de pundonor y poder¨ªo. Con la espada perdi¨® la oreja, que ten¨ªa ganada, la ovaci¨®n se prolong¨® hasta bastante despu¨¦s de que hubiera ingresado en la enfermer¨ªa.
Paula no consigui¨® fijar de salida al cuarto toro, al que persigui¨® en distintos terrenos. Su empe?o era laricear a la ver¨®nica, y coincid¨ªa con el empe?o del p¨²blico en verlo, pues no hay en todo el escalaf¨®n de matadores ninguno que sepa instrumentar este lance con tanta belleza. Ser¨ªa en el quite. El toro de rrib¨® con enorme poder en la primera vara Y tom¨® otras dos. Como era una res de casta hab¨ªa ido a mas, y si en el primer encuentro con el caballo sali¨® huyendo, en el ¨²ltimo recarg¨® con fijeza, metiendo los ri?ones. Fue entonces cuando se produjo el quite; un monumento a la ver¨®nica que marca la culminaci¨®n art¨ªstica de toda la feria.
El toro iba despacio, con algo de gazapeo, y Pauta le de aba llegar; las manos bajas, el capote desmayado, apenas marcaba la salicia, de forma que el toro se revolv¨ªa pronto, junto a la cadera, pero all¨ª se encontraba de nuevo con la percalina, en un breve revuelo. que volv¨ªa e embarcarle. Al segundo lance, la plaza toda era una conmoci¨®n. Ped¨ªan unos silencio, otros se levantaban de sus asientos en un grito, atroriaba el ol¨¦. Fueron cuatro las ver¨®nicas, cada una mejor que la anterior; la ¨²ltima, de verdadero prodigio. En el reniate, cuando prolongaba hasta lo imposible la media ver¨®nica, ce?ida y cadenciosa, el toro prendi¨® al diestro, lo volte¨®, y cuando lo tuvo ca¨ªdo. a¨¢n tiro m¨¢s derrotes, alguno de los cuales pareci¨® que ibli al cuello.
Maltrecho, casi inconsciente, sujet¨¢ndose la cabeza con las manos, Paula fue recogido por las asistencias y las cuadrillas, y trasladado r¨¢pidamente a la enfermer¨ªa. Qued¨® due?o de la plaza el toro, que a¨²n se arranc¨® una vez al caballo. Unos minutos despu¨¦s se anunciaba por los altavoces la suspensi¨®n de la corrida. Las dos caras de la fiesta, gloria y tragedia, se hab¨ªan consumado.
Babelia
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