Espa?a no est¨¢ preparada para ingresar en la CEE
Espa?a no est¨¢ preparada para ingresar en las Comunidades Europeas. La causa de ello est¨¢, en buena parte, en la premura con la que el segundo Gobierno del presidente Su¨¢rez llev¨®, en julio de 1977. la candidatura hispana a las puertas del Tratado de Roma. Ello impidi¨® la seria realizaci¨®n de un inventario sobre las consecuencias que la adhesi¨®n de Espa?a al ¨¢mbito comunitario deparar¨ªa a nuestro momento pol¨ªtico y al propio proceso de integraci¨®n europea. Ahora, dos a?os m¨¢s tarde, se inicia esta urgente tarea que los sucesivos Gabinetes monocolores de UCD han desarrollado con timidez en un terreno a la vez teatral y exclusivista.Se han perdido dos a?os, pero a¨²n estamos a tiempo. Quiz¨¢ con m¨¢s terreno por delante del que desean quienes desde la Administraci¨®n juegan a dibujar un calendario preciso para el proceso integrador, ganando ante la opini¨®n p¨²blica puntos y compromisos innecesarios en una aventura que nada tiene que ver con las ciencias exactas, como se demostr¨® con la larga marcha de Gran Breta?a hacia Bruselas, tantas veces frenada por el general De Gaulle, y no sin raz¨®n, como lo demuestra el escaso europe¨ªsmo brit¨¢nico, que ahora revisa Callaghan con amenazas de abandono en despecho por su derrota electoral.
El caminar de Espa?a hacia las Comunidades se anuncia tosco y dif¨ªcil. A los problemas intr¨ªnsecos de este procedimiento se sumar¨¢ la propia din¨¢mica pol¨ªtica de los Estados comunitarios y los duros efectos socioecon¨®micos de la nueva crisis energ¨¦tica en ciernes, que ha de incidir, de manera especial, en el proceso de negociaci¨®n y adhesi¨®n hispano comunitario, por las reacciones proteccionistas econ¨®micas y sociales que han de obstaculizar el que deber¨ªa ser, al contrario, un per¨ªodo liberalizador. A todo ello hay que a?adir el desarrollo salvaje -sin clarificaci¨®n ni orden administrativo- de la econom¨ªa espa?ola en los ¨²ltimos cuatro decenios y la falta de toda experiencia equilibrada en conflictos sociolaborales, como los que ahora despiertan. Y tambi¨¦n la ausencia espa?ola de los procesos econ¨®micos integradores europeos e intercontinentales (Espa?a nunca pas¨® de un acuerdo preferencial) que sirvieron de experiencia a Gran Breta?a, Irlanda y Dinamarca en su acercamiento a la CEE, por estar estos pa¨ªses ligados a la EFTA y la Commonwealth.
Estamos situados, de manera irreversible, ante un reto mayor, que alcanza los niveles del Estado y que ha de abandonar el espacio de la confrontaci¨®n partidaria y del sigilo administrativo que practica el Gobierno. Por ello hora es que el debate llegue al Parlamento no como simple cortes¨ªa. sino como obligado tr¨¢mite de consulta y discusi¨®n de cuestiones. que debe documentar el ejecutivo sin silencios estrat¨¦gicos y teniendo en cuenta los intereses v preocupaciones de empresarios y sindicatos.
Exitos period¨ªsticos
La revelaci¨®n, en este peri¨®dico, del primer informe -reservado- del Gobierno sobre los problemas de la adhesi¨®n ha servido para conocer, en algunos de sus detalles, la magnitud y seriedad del problema. A lo largo de sus cap¨ªtulos sobre sistemas financieros, agricultura, industria, cuesti¨®n laboral, empresa p¨²blica, comercio y aranceles se desgranan algunos de los m¨¢s serios escollos que la Administraci¨®n reconoce, en su primer an¨¢lisis. de las dificultades y la gravedad del envite comunitario. Que se sepa, partidos pol¨ªticos y fuerzas econ¨®micas y sociales no reaccionaron en p¨²blico sobre el citado documento y permanecen, como hasta ahora, atrincherados en el s¨ª simplista a la Europa comunitaria, deseosos o desconocedores de la complejidad y envergadura de un tema que, por fuerza, ha de envolvernos a todos.
El debate que se abre en la Comisi¨®n de Relaciones Exteriores del Congreso, camino del Pleno, no puede quedar en un simple relato sobre calendarios y procedimientos, cuya importancia real es menor y ya qued¨® devaluada el mismo d¨ªa de la apertura formal de negociaciones en Bruselas con el car¨¢cter electoralista del acto y el desgraciado baile de los Mystere ministeriales. Por ello, poco importa que la comisi¨®n negociadora de suplentes tenga su primer contacto a mediados de junio. Esto es un simple tr¨¢mite y no un gol a la presidencia francesa del Consejo de Ministros comunitario, que ya habr¨¢ pasado el trauma de los comicios al Parlamento Europeo.
El baile de los Mystere
Las sesiones del Congreso deben abundar en las dos primeras interrogantes que debe plantearse todo espa?ol europe¨ªsta: ?qu¨¦ significar¨¢ la adhesi¨®n para el momento espa?ol y para el proceso integrador europeo? Las dos cuestiones permanecen sin respuesta en Espa?a y ambas deben ser estudiadas desde tina triple perspectiva temporal: la que se refiere al per¨ªodo negociador, al transitorio, ya dentro de los tratados, y al definitivo, una vez terminadas las adaptaciones jur¨ªdicas y econ¨®micas. Sin esta triple dimensi¨®n en el tiempo, dif¨ªcil ser¨¢ para Espa?a el acercarse a la Comunidad y desarrollar, a la vez, una seria pol¨ªtica econ¨®mica a medio y largo plazo.
Al Gobierno le toca explicar y responder en el Parlamento a ambas cuestiones. Informar sobre lo que el gran p¨²blico llama el precio o el coste de la integraci¨®n y exponer. en definitiva, este tema desde una ¨®ptica que ha de ser ego¨ªsta para Espa?a por encima de toda urgencia o triunfalismo. Un ego¨ªsmo que debe servir de contrapunto a una generosa actitud a la hora de estudiar las consecuencias que nuestra integraci¨®n otorgar¨¢ al proceso de construcci¨®n pol¨ªtica europea, si es que Espa?a no quiere contribuir con quienes sue?an con convertir la Idea europea en una simple uni¨®n aduanera.
La posici¨®n negociadora espa?ola s¨®lo en casos muy excepcionales puede permanecer en el secreto, y ha de contar con el apoyo global de las fuerzas parlamentarias. Este respaldo generalizado, que deber¨¢ evitar una renegociaci¨®n como la que Edward Heath sufri¨® posteriormente con Callaghan, debe extenderse tambi¨¦n a otras cuestiones paralelas, por ejemplo, a la eventual renegociaci¨®n del acuerdo preferencial de 1970, que exige la Comunidad y que ha surtido algunos efectos, como la decisi¨®n espa?ola de desarmar sus aranceles de manera unilateral y sin m¨¢s compensaci¨®n reciente de la que conlleva la cuasi revaluaci¨®n de la peseta, de cara a la competitividad de nuestras exportaciones. Tambi¨¦n hay que recordar en el cap¨ªtulo negociador que estas conversaciones hispanocomunitarias deben desarrollarse entre Madrid y las instituciones de los nueve -Consejo de Ministros y Coreper, con la asesor¨ªa de la Comisi¨®n- y evitar tentaciones como la presentada en Madrid por Giscard d'Estaing cuando pidi¨® al presidente Su¨¢rez una negociaci¨®n bilateral agr¨ªcola hispano-francesa para prever los efectos de la ampliaci¨®n en el agro galo.
Bien informada
En lo que se refiere a los efectos de la ampliaci¨®n para la propia CEE, hay que resaltar que Espa?a debe estar bien informada y, a ser posible, ser consultada para poder colaborar en este apartado. Se tienen que conocer en Madrid las intenciones reales del Consejo Europeo, sobre la ampliaci¨®n y el contenido y marcha de los trabajos del llamado comit¨¦ de notables, pedido por Francia y encargado de analizar las incidencias institucionales, de la extensi¨®n de las fronteras comunitarias (el debate se centra en torno a la eventual mutaci¨®n del sistema de decisiones del Consejo de Ministros de la CEE). Tambi¨¦n debe conocer los trabajos iniciados sobre la reforma de la Europa verde o Mercado Com¨²n agr¨ªcola. Ambos temas son de importancia para Espa?a y deben ser objeto de intercambio informativo con las Comunidades, quiz¨¢ a trav¨¦s de la concertaci¨®n pol¨ªtica exterior, en la que ya participa Espa?a y que debe servir para algo m¨¢s que para la vigilancia europea de la joven diplomacia de nuestro pa¨ªs, la cual, dicho sea de paso, tiene poco que controlar y ofrece escasas sorpresas al mundo exterior.
En definitiva, son hoy muchas las lagunas a rellenar por parte hispana antes de que nos sumerjamos en la espiral comunitaria. La brisa o la b¨²squeda triunfalista de la foto-familia tan europea no servir¨¢n sino de riesgo para nuestra d¨¦bil econom¨ªa, m¨¢xime en v¨ªsperas de tormenta energ¨¦tica. Se impone, pues, la prudencia y la planificaci¨®n en dos tiempos -a medio y largo plazo-, sin que por ello se tenga que perder el ritmo de di¨¢logo en Bruselas. Es un hecho que Espa?a no est¨¢ hoy preparado para su ingreso en las Comunidades Europeas, pero esto no quiere decir que no lo estar¨¢ nunca o que no deba de prepararse. El reto corresponde al Gobierno y debe ser compartido por el Parlamento, lo que ser¨¢ posible si la Administraci¨®n da pruebas suficientes de deseo de colaboraci¨®n y de su inter¨¦s en repartir este pastel europeo, un postre a¨²n inmaduro para los espa?oles.
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