La romer¨ªa del Roc¨ªo, peregrinaje religioso y fiesta dionisiaca
Las calles de la aldea del Roc¨ªo, a quince kil¨®metros de Almonte, siguen siendo de arena, como cuando la Virgen se apareci¨® a un hombre que ?o apacentaba ganado o hab¨ªa salido a cazar?, seg¨²n cuenta la leyenda, o como cuando el rey Alfonso X el Sabio -precisa la historia- mand¨®, en el siglo XIII, levantar una ermita dedicada al culto a Nuestra Se?ora de las Rocinas en un coto de caza reservado a su real persona. Lo que s¨ª ha cambiado ha sido el entorno de la real peregrinaci¨®n anual que, circunscrita originariamente al pueblo de Almonte, ha terminado por implantarse en toda la regi¨®n y llegar a ciudades como Madrid, Barcelona o Las Palmas y empieza a atravesar el charco atl¨¢ntico.Han sido este a?o 56 hermandades de otras tantas poblaciones las que han hecho su entrada al recinto rociero por riguroso orden de antig¨¹edad, siendo recibidas, como mandan las reglas, por los rectores de la pontificia, real e ilustre hermandad matriz de Almonte: desde las primeras de Villamanrique de la Condesa -este a?o sin tamboril en memoria del popular tamborilero Curro el de Villamanrique, muerto semanas atr¨¢s-, Pilas y La Palma hasta las que han hecho el camino como novicias (Ayamonte, Villalba del Alcor. Granada y Villafranco del Guadalquivir). Y junto a los rocieros organizados en hermandades, otros muchos que van por libre y cientos de miles de curiosos, espectadores y mirones partidarios de la vida campestre.
Desde luego, el peregrino del Roc¨ªo no es un romero cualquiera. En muchos pueblos de Huelva, Sevilla y C¨¢diz ser rociero se tiene a gala durante todo el a?o; la romer¨ªa es un acontecimiento largamente esperado (como se refleja en ese bar de Sanl¨²car de Barrameda donde se apunta con tiza cada d¨ªa lo que falta para que llegue el Roc¨ªo) y las hermandades tienen una vida m¨¢s o menos activa varias veces al a?o. S¨ª es cierto que es ahora, en la propia aldea arenosa donde se da culto a la reina de las marismas, cuando la devoci¨®n llega a sus momentos culminantes, con esa misa ofliciada por el cardenal Bueno Monreal, el rosario de la madrugada del lunes y el delirio de la procesi¨®n de ayer, donde cerca de una tonelada de imagen y andas fueron llevadas a hombros exclusivamente por hombres de Almonte, mientras los dem¨¢s les suplicaban que cediesen parte de su privilegio:
Almonteno, d¨¦jame / que yo contigao la lleve; / te ayudar¨¦ con mi fe / en esa carga tan leve.
Qu¨¦ puede mover a esta multitud a abandonar sus ocupaciones durante una semana. caminar por marismas y bosques andando detr¨¢s de los simpecados o cabalgando en caballos, carretas tiradas por bueyes y todo tipo de carruajes, amontonarse en las casas de las hermandades construidas por ellos mismos, hacer y cumplir promesas incre¨ªbles y pelearse por tocar el manto de la Virgen, es algo muy dif¨ªcil de explicar. Para los rnaterialistas se trata de una manifestaci¨®n folkl¨®rica, una ocasion para interrumpir la vida cotidiana y un pretexto para desinhibirse con la bebida y la libertad.
El nervio principal de la romer¨ªa
Opini¨®n bien distinta sostiene, l¨®gicamente, el presidente de la hermandad de Almonte, Santiago Padilla, que dej¨® sus estudios de magisterio y filosof¨ªa y letras para dedicarse a la tienda de tejidos que tiene abierta en el pueblo. ?El Roc¨ªo?, declar¨® a EL PAIS, ?es una fiesta y homenaje a la Sant¨ªsima Virgen, que es podr¨ªamos decir, el nervio principal de la romer¨ªa. Aqu¨ª todo gira alrededor de la Virgen: lo que ocurre es que el envoltorio que rodea a esta devoci¨®n es tan brillante que algunos esp¨ªritus superficiales se deslumbran y no aciertan a calar en el meollo del Roc¨ªo?.?Una devoci¨®n?, a?ade, ?que es recia y viril, y que cada d¨ªa se extiende m¨¢s porque tiene hondas ra¨ªces populares, que se manifiesta en el octogenario, que, al anunciar monse?or Cirarda su pr¨®xima subida al cielo, "que es el Roc¨ªo m¨¢s hermoso", replica: "Perdone usted, Padre: ser¨¢ m¨¢s pac¨ªfico, pero m¨¢s hermoso, imposible", o en el rapsoda sagrado Ram¨®n Cue, que rompe sus papeles porque es incapaz de reflejar en una poes¨ªa su experiencia rociera. La fe y la mitolog¨ªa, el fanatismo y la religi¨®n se dan la mano en este peregrinaje de siglos?.
Santiado Padilla, rociero desde el vientre de su madre, con mujer e hija de nombre Roc¨ªo, naturalmente, rechaza rotundamente otra acusaci¨®n que se le hace a la romer¨ªa: las hermandades est¨¢n copadas por los potentados de cada pueblo. Seg¨²n ¨¦l, el Roc¨ªo tiene unas reglas establecidas y de ra¨ªz popular y los se?oritos que vengan han de adaptarse a ellas. Pero la mayor¨ªa de los presidentes y directivos de las hermandades son gente del pueblo, comerciantes, artesanos, etc¨¦tera.
Y lo confirmar¨ªa m¨¢s tarde el hermano mayor de este a?o de la propia Almonte, Francisco Acevedo, o, mejor, Curro Corona, como se le conoce entre sus paisanos, obrero de un taller y molesto porque parece que la hermandad de Bollullos ha entrado antes de tiempo. Los dos repiten la misma idea que la copla:
Para ser hermano mayor / de una hermandad del Roc¨ªo / no hace falta capital / ni t¨ªtulo ni cortijo.
Para aviso de financieros, arist¨®cratas y terratenientes con pretensiones.
Lo que nadie puede negar es que. para desesperaci¨®n del feminismo, el Roc¨ªo no deja de ser machista. La mujer va a la grupa del caballo, agarrada al jinete-hombre, es escaparate del marido cuando tiene buena presencia y se encarga, como en casa, de fregar y cocinar (salvo las que llevan criadas). Hasta las mismas reglas de la hermandad de Almonte, cuyo art¨ªculo primero admite que sean hermanos todas las ?personas cat¨®licas, de buena vida, fama y demostrada conducta moral y religiosa?, advierte que ?las mujeres s¨®lo pueden ser adscritas a la hermandad para lucrar las indulgencias y gracias espirituales que la misma disfrute?.
Santiago Padilla no admite, por el contrario , la verdad comprobable de que al Roc¨ªo acuden m¨¢s maricas que a cualquier otro acontecimientos de este tipo en el mundo (una revista gay francesa lo recomendaba especialmente a sus lectores). ?Lo que ocurre es que en una olla de garbanzos uno negro destaca mucho m¨¢s que todos los blancos. Aqu¨ª los homosexuales que tienen una desgracia como el que es cojo o tuerto, son muy llamativos?; acepta que con los borrachos pasa lo mismo.
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